El buen profesor y otros temas de la educación en Venezuela (I), por Ángel R. Lombardi B.
Estos aforismos o sentencias sobre el tema educativo, básicamente la labor del docente en la escuela y universidad venezolana, produjeron en su momento en el twitter un acalorado debate. Aquí los comparto tratando de darle un orden lógico a los mismos.
Yo me formé como educador. Y los maestros que tuve, algunos eran buenos, la mayoría no tan buenos, y unos otros fueron terroristas. Estos últimos vivían avergonzando a los estudiantes. Gente así merece estar en la cárcel.
Cuando escucho decir a un profesor: «yo no pongo 20 porque el 20 es mío», sólo pienso en mis adentros: éste es un pobre diablo maltratado por la vida y que se equivocó de profesión.
El profesor cuando quiere martirizar a sus estudiantes le basta nombrar dos palabras: exposición o examen. Yo por eso los eliminé de mis clases.
Un profesor «bueno» supuestamente es aquel que raspa a todo el mundo y que nadie le aprueba, y si unos pocos le aprueban, es con 10 como máxima nota. Esos profesores, y hay que decirlo por la calle del medio, no sirven para nada. Y se les debería apartar del trabajo de inmediato.
Ante la creencia de que un profesor raspa mucho y es muy bueno les debo decir que es todo lo contrario: eso significa que es tan pirata en su ejercicio profesional como el que más. Un buen profesor enseña y si esto es así la mayoría aprueba y lo hace cumpliendo las metas.
Los profesores fallan no porque sean malos, ni siquiera porque les pagan mal lo cual es una realidad que menoscaba la importancia de la profesión docente, la mayoría falla porque no les gusta lo que hacen: son docentes postizos que no llevan en el alma la vocación para serlo.
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Yo una vez en el bachillerato cuando daba clases ahí invertí el orden de los puestos. A los cerebritos los puse en el fondo y a los malos en las primeras filas. Todos quedaron locos. Luego a los malos les empecé a dar responsabilidades: cuidar la clase, delegados y demás. La división entre los «buenos» y «malos» empezó a cambiar. Los buenos siguieron siendo buenos y empezaron a ver con otros ojos a los malos y los malos empezaron a destacar. Sólo bastó elevarles la auto confianza y tratarles con respeto y consideración.
Y les voy a decir algo producto de mi experiencia docente por más de 30 años: no hay estudiantes malos. El estudiante malo es un estudiante roto y sin los estímulos adecuados que viene arrastrando maltrato: ya sea en el hogar o en el mismo colegio o universidad.
A los malos estudiantes se les puede convertir en muy buenos estudiantes sólo con tomarlos en cuenta y darles protagonismo desde el más grande respeto y consideración. Y los resultados son sorprendentes. La mayoría de los malos estudiantes son recuperables y quieren aprender.
Cuando los estudiantes de verdad tengan un mecanismo para evaluar a sus profesores de manera permanente y se pongan cámaras en los salones les aseguro que los abusos de autoridad de muchos docentes acabarían de inmediato. Y esto urge hacerlo por salud pública y social.
Creemos que el bullying sólo lo hacen los estudiantes entre sí y el principal bullying sobre los estudiantes proviene de los profesores. En Venezuela abunda esto y es muy dañino para nuestra juventud y es en todos los niveles escolares.
Mis mejores profesores los tuve en el Colegio Gonzaga de Maracaibo. Y la mayoría fueron las hermanas y los padres jesuitas. Nunca olvidaré a Padre Pajarito: el maestro más humano y bueno que tuve en mi vida. Y lo mejor de todo: nos trataba como amigos y nos quería y respetaba a todos.
El buen profesor no es el que sabe más. El buen profesor es aquel que da el buen ejemplo y trata con cortesía a sus estudiantes. Luego está su destreza en el área que le tocará impartir sus conocimientos y para ello debe esmerarse en dar la talla todo el tiempo.
Así como los docentes evaluamos a los estudiantes con exámenes y demás instrumentos los estudiantes también deberían evaluar el desempeño de los docentes.
No hay que confundir respeto a los estudiantes con camaradería: yo nunca he sido pana de mis estudiantes, de hecho, me perciben distante y hasta adusto en esto. Yo nunca he intimado con ningún estudiante porque no es correcto hacerlo y se pierde la esencia del trabajo docente.
Hay que borrar del rostro de nuestros estudiantes el miedo y sustituirlo por la alegría y la confianza. Estudiantes claros en sus deberes y disciplinados en la conquista de pequeños logros. La meta no es aprobar ni una calificación: la meta es pasarlo bien y ser mejor persona.
Cuando empecemos a entender que un salón de clases es una nueva iglesia que nos merece el más grande respeto y que en su recinto podemos ser felices aprendiendo y compartiendo saberes la educación en Venezuela será otra cosa muy diferente a lo que hoy es.
A los estudiantes adultos hay que dejarlos solos y que ellos mismos sean los protagonistas de su propia formación. Nuestra interferencia debe ser mínima y sólo acompañarles en aquello en que les podamos ser útiles. No hay que imponer nada.
Yo a todos mis estudiantes les doy el beneficio de la duda. La mayoría no fallan por ser buenos o malos o que arrastran carencias de todo tipo. La principal falla que tenemos tiene que ver con la vocación. La mayoría han escogido una carrera que nos les gusta y pagan por ello.
¿Cómo recibe un profesor en LUZ promedio a sus estudiantes el primer día de clase? «Buenos días bachilleres». Ya con esto los mató. El estudiante/bachiller es un ser anónimo, una cosa, una masa amorfa y sin identidad. La gente quiere ser personalizada en su individualidad.
¿Por qué los estudiantes en una clase por lo general viven atemorizados? Por años de castigo inclemente. La casta profesoral bruta les ha molido a palos. Empezando de que nunca les ha respetado y si maltratado todo el tiempo. El profesor arriba y los estudiantes abajo.
Director del Centro de Estudios Históricos de la Universidad del Zulia
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