El calendario de la vacuna, por Fernando Rodríguez
Mail: [email protected]
Sin duda la vacuna es la única manera de salir del infierno del virus que nos azota. Ya hemos visto cómo se ha corrido, al parecer muy exitosamente, para que entre en acción la titánica e inédita labor de inmunizar a miles de millones de seres humanos. Y aun con todos los poderes científicos y técnicos que ella moviliza, su realización plena tardará unos cuantos meses —si no más— el cerrar una espantosa página de la historia de la especie. Para no hablar ahora de la destrucción económica inevitable en todos los órdenes y el crecimiento de la pobreza y la desigualdad en cada país y entre los países.
Ahora bien, esa aceleración del proceso de poner a punto la vacuna, producirla y distribuirla, ha sido multiplicada por el nuevo envión de la pandemia, sobre todo en el hemisferio norte, y el amenazante futuro que se asoma para el planeta entero.
Y, ya lo vemos en el televisor y en la prensa, la vacunación ha comenzado en Estados Unidos y Europa, incluso en estos días festivos.
Por supuesto la vacuna, como todo, responde a los PIB planetarios. Primero los primeros, los ricos. Luego vendrán los demás y, a lo mejor, alcanza para todos.
Pero a estas alturas lo que cuenta es el tiempo, la prisa, para bajar el número de casos y de muertos que ya alcanza cifras alucinantes, millones y millones. Y para aminorar el crecimiento exponencial de la catástrofe económica.
*Lea también: Campaña (electoral) de vacunación en Brasil, por Juan Vicente Bachiller
Que a los ricos les toque la platea y el patio del teatro del mundo es lo natural, les pertenece desmedidamente desde siempre. Los demás nos acomodamos por ahí, hasta llegar a la galería.
Más tiempo, más muerte, más destrucción. Ya se sabe que la pandemia ha desnudado y mostrado las entrañas de la inequidad del planeta.
Pero algunos de los países de América Latina, nuestros vecinos, resulta que han comprado sus dosis —más grandes, más pequeñas— y ya comienzan a aplicarlas, al fin y al cabo no somos África: Brasil, Argentina, Colombia, Chile, México, Costa Rica y otros que ya lo anuncian…lo cual es de aplaudir.
¿Y nosotros, digo, los venezolanos? Pues lo que hemos oído del propio Maduro es que vamos a aplicarnos la vacuna rusa, la Sputnik V, pero a partir de abril. Cuatro meses después de los nombrados copropietarios del subcontinente. Cuatro meses son ciento y tantos días, muchos enfermos y muertos y más hundimiento económico. Para los vulnerables más días de prisión. Y en un país donde académicos y agrupaciones y asociaciones médicas anuncian una inminente tempestad del virus. Seguramente mayor después de esta liberalización decembrina y festiva (¿ha visto usted el video ostentoso, cursi y ofensivo a un pueblo mísero, con el saludo navideño de Nicolás y Cilia? ¡Véalo!).
Dice el médico Julio Castro, vocero de la legítima Asamblea Nacional, que está haciendo gestiones el gobierno interino para proveernos de vacunas —suponemos de uso más inmediato— y se ha encontrado con obstáculos y complicaciones de toda índole.
Entendemos que una de las mayores ha sido el abandono venezolano de cualquier política razonable sobre vacunas de todo tipo —no solo de coronavirus muere el hombre— desde hace ya años.
Entre otras cosas tiene deudas monetarias pendientes, en realidad unos pocos millones, una miguita del abundoso pan de cualquier corrupto de las ligas menores, unos 11 millones a la Organización Panamericana de la Salud. La vacuna puede ser abastecida por el Covax, organización creada ad hoc por la OMS para ayudar a los países pobres a tener acceso a la vacuna y la normalidad. Esta asegura haber adquirido ya dos mil millones de dosis y equipamientos para su conservación.
También nosotros necesitamos comprar tiempo, quizás de los más necesitados de este mundo. Unos meses de pandemia desenfrenada pueden demoler este enfermo terminal que ya somos. Esperamos, por último, que el Gobierno no se querelle con alguna ayuda humanitaria que no sea cónsona con sus tirrias políticas, sus insaciables negociantes internos y sus servilismos con sus nuevos amigos extranjeros, tan ávidos como cualquiera.
Fernando Rodríguez es Filósofo y fue Director de la Escuela de Filosofía de la UCV.
TalCual no se hace responsable por las opiniones emitidas por el autor de este artículo