El candidato es la estrategia, por Simón García
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La marcha de la oposición mayoritaria se complica. El gobierno aplica al pié de la letra su plan, a la oposición le cuesta cumplir el suyo. La oposición tiende a sustituir las respuestas basadas en eficacia política por las que más se acomoden al estado emocional de su sector duro. Es la vuelta al precipicio.
Aparecen indicios que marcan un aflojamiento del proceso de recuperación de la oposición, incluido el cambio en su liderazgo a partir del respaldo que concentró María Corina. Para mantener esa posición debe sortear exigencias que un primer lugar siempre crea, una de ellas, quizá la menor porque la puede corregir: ha debido ganar claramente el debate.
Junto a esta apreciación polémica rebrota en el discurso de María Corina una diferenciación en el seno de la oposición, indebidamente hostil hacia organizaciones que hoy son sus competidoras, pero que deben ser mañana aliadas en la competencia común de ganarle al gobierno.
La advertencia hay que expresarla porque la política de María Corina forma parte de la política del conjunto de fuerzas que participan en la primaria. La oposición no puede retornar a rebanarse ella misma. Quienes aspiren a configurar un liderazgo para el nuevo ciclo político que puede abrirse deben crear comprensión sobre la importancia de contribuir a unir aliados, sumar apoyos y neutralizar los propósitos del extremismo autocrático.
La idea central de la victoria es la unión del país, una oferta de transición que implica desechar el choque frontal e inmediatista con el poder, debilitar el falso formato polarizador del gobierno y lograr unas elecciones que cumplan con los estándares democráticos que sean posibles lograr en una inevitable negociación. El rechazo a la negociación no va más allá de generar aplausos en el círculo de la oposición radicalizada.
Para ganar la elección todos los actuales aspirantes y los que eventualmente puedan surgir deben incrementar la capacidad de obtener votos fuera de la burbuja opositora; recuperar a los electores que se refugiaron en la renuncia a la participación política y favorecer que la negociación internacional no obedezca sólo a intereses geoestratégicos globales. Resolver la crisis social y económica es la prioridad del cambio político y eso requiere inversiones que sólo pueden provenir del exterior.
Hay que mantener el plan B de la Comisión Nacional de Primaria. Y sobre todo no cambiar el objetivo de elegir un candidato presidencial por el de proclamar a un líder de la oposición reproduciendo el modelo autoritario que combatimos: líder único y hegemonía excluyente. Porque si hay una forma política y cultural de hegemonía incluyente, capaz de equilibrar predominio con diversidad. En este tipo de hegemonía la victoria de uno no es la derrotar de todos los demás.
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Hay que concertar una respuesta en el caso de que las inhabilitaciones impidan que los candidatos que obtengan legitimidad en las primarias sean puestos fuera de juego o si el gobierno comete el error de suspender el funcionamiento de la Comisión Nacional de Primaria. Una respuesta de sentido común, no la de hacer sonar tambores de guerra ni adoptar posiciones que proporcionen justificaciones a los sectores oficialistas que quieren imponer en el PSUV y el gobierno el camino de Nicaragua y Cuba.
El gobierno esta en su peor momento, pero su derrota electoral, si pasa por reconquistar la democracia, no puede implicar la persecución y extinción del PSUV. Sus militantes serán necesarios para reconciliar al país en torno a un proyecto que atienda las exigencias justicia social, libertad, bienestar y desarrollo humano.
Ese es el punto de encuentro, de innovación y de las soluciones que el país posible reclama.
Simón García es analista político. Cofundador del MAS.
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