El Capitán, por Ángel Rafael Lombardi Boscán
Vi “El Capitán” por dos razones. Una, y es la más importante, todo el tema de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) me apasiona, y luego, por ser una película alemana, me interesa cómo estos se miran desde un trauma histórico mayor en que no hay olvido posible ni artimaña amnésica que les permita evadir su responsabilidad en esa desgracia descomunal de la cual fueron los agentes directos de la misma.
Lo que vi no puedo decir que me haya gustado. Y no sólo por la crudeza del tema tratado sino también por la manera entre caricaturesca y parodial en que se decanta lo que en un comienzo pareció un ejercicio serio de autocrítica sincera ante el horror en un momento en que Dios abandonó a los hombres. La sociología del derrotado con aires de grandeza es apenas un resquicio de ésta película sobre la infamia demencial como normalidad. La deshumanización sin límites desde un derrotero amoral infinito.
“El Capitán” es una autoflagelación de su director Robert Schwentke que se volvió más papista que el Papa en eso de mostrarle al cine de los vencedores: estadounidenses y soviéticos, que el cine alemán es capaz desde los Estados Unidos, porque es ahí donde opera éste director de películas mediocres como “R.I.P.D.: Policía del más allá” (2013) e “Insurgente” (2015), que sí es posible mostrar a los soberbios teutones más despreciables y alucinantes que hasta el mismo Tarantino en “Bastardos sin gloria” (2009).
Lo que hace Robert Schwentke en ésta película filmada toda en blanco y negro es sostener la tesis que el Holocausto nazi fue una guardería al lado de otros tantos crímenes cometidos por el ejército alemán cuando faltaban dos semanas para la rendición final en un momento, en la retaguardia, donde se sucedía una cacería de brujas contra desertores y ladrones de la propia tropa.
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El protagonista es un oportunista que para sobrevivir decide asumir la condición de criminal gratuito porque en su psicología, apenas tratada, lo que esconde es a un loco malsano. Y en la ruta hacia el Infierno va reclutando a otras almas perdidas y desquiciadas que tienen en común la desolación de los desesperados. Hasta ahí todo muy bien. Más luego la película toma un giro brusco y anodino en torno a las masacres sin arrepentimientos algo que Hanna Arendt definió como la “banalidad del mal”.
Sí estos salvajes representaron al ejército alemán no hay duda que el extravío de la humanidad no tiene perdón. Y al parecer éste horror operático que se hace presente en “El Capitán” es lo más cercano a lo que sucede en toda guerra y en todos los ejércitos en donde la humanidad se vuelve invisible
La crueldad excesiva aquí presentada es lo que se desea remarcar aunque su demostración es tosca e hiriente. Que ese haya sido el propósito de su director es una posibilidad. Aunque lo mismo pudimos apreciar en “La lista de Schindler” (1993) de Spielberg o en “El pianista” (2002) de Polanski aunque con un nivel de acabado sin tachaduras.
Sigo creyendo que la mejor película alemana sobre la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) y con bastante diferencia es “La caída” (2004) de Oliver Hirschbiegel porque hay equilibrios conceptuales referenciales que históricamente pueden ser comprobados aun teniendo a la controversial figura de Adolfo Hitler como su protagonista. Algo que por cierto ésta “El Capitán” carece por completo así como le sobra metraje.
Director del Centro de Estudios Históricos de LUZ