El censor Roberto Hernández Montoya, por Simón Boccanegra
En el Celarg, dirigido por Roberto Hernández Montoya, exigieron el año pasado al director teatral Héctor Manrique que sacara del elenco de su obra «Todos los hombres son mortales… y las mujeres también» a Fabiola Colmenares porque Farruco Sesto había decretado su muerte artística, al menos en escenarios controlados por el «hombre nuevo». Manrique se negó y la obra no se montó en el Celarg.
Recientemente al autor y director Marcos Purroy le pidieron, en el mismo Celarg, suprimir unos parlamentos de su obra teatral Hollywood Style, porque eran «ofensivos» para el pueblo cubano. Purroy acató, en cambio el dramaturgo Héctor Castro se fue con su Concierto en Re mayor para dos panas burdas a otra parte, porque los censores del Celarg estimaron que uno de los personajes aludidos en la obra, es el delator de los secuestradores de Niehaus. Como es de sobra conocido por todos quienes tuvieron algo que ver con la lucha armada de los sesenta, el delator fue el actual viceministro de Cultura, el revolucionario patria o muerte Iván Padilla.
El director del Celarg es el escritor Roberto Hernández Montoya. Por pura coincidencia, el suplemento literario de El Nacional reprodujo este sábado algunos textos sobre aquella revista humorística de excepción que fue El Sádico Ilustrado. Uno de los textos es de Montoya, que en aquella época se las daba de izquierdista, y el infeliz recuerda allí la inmensa libertad que significaba para él poder escribir en El Sádico. Este mismo Montoya es hoy el censor del Celarg. Pero ni siquiera censura con algún fundamento en el debate de ideas, como lo hacían, en fin de cuentas, Andrei Zhdanov, bajo Stalin, o Armando Hart, con Fidel Castro. No, Montoyita censura para complacer a Farruco, para que no se irriten los cubanos o para que no se ponga bravo el delator de otrora. Censura, en definitiva, para cuidar el cambur. ¡Qué miseria!
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