El Centro es Liberal, por José Antonio Gil Yepes
La sociedad moderna está compuesta por diferentes sectores; cada uno con sus propios intereses, no claudicables, pero necesariamente negociables para poder convivir. Por ello, la posición de centro o equilibrio luce como la vía para lograr la convivencia entre las partes. Pero al centro no se llega por imposición sino por convicción y decisión individual: en libertad.
En Occidente, el ser humano nace como individuo, como valor distinto al grupo, hace casi 6.000 años, cuando el judaísmo propuso que Dios está en cada persona. Luego, el cristianismo propuso la libertad del individuo para relacionarse con Dios cuando Jesús le dijo a Pedro que no podía obligar a quienes lo rechazaban, aunque tuviese poderes para imponerse. Al insistir Pedro que la Ley obligaba a amar a Dios, Jesús le dijo que, si bien la Antigua Ley decía eso, según la Nueva Alianza debemos ser libres de amar o no amar a Dios o al prójimo, de hacer el bien o el mal; lo contrario, sería esclavitud. Pretender imponer por ley o coerción una creencia o relación es colectivismo. Éste es improductivo porque las personas así sometidas no están motivadas sino obligadas y esto es costoso porque necesita adoctrinamiento, vigilancia y represión.
La Revolución Francesa trasladó la propuesta religiosa judeo-cristiana al plano de la filosofía política con su máxima de Libertad, Igualdad y Fraternidad; planteando dos díadas o supuestos opuestos que no son tales porque se necesitan el uno al otro para poder existir: Libertad e Igualdad, Libertad y Fraternidad. Es decir que, siendo individuos y libres, nuestra mejor elección es buscar un equilibrio dialéctico o centro entre los extremos de esa trilogía a través de la fraternidad, solidaridad o negociación.
Quienes quieran enseñar libertad necesitan considerar que la adopción de ese principio sólo puede ser fruto del convencimiento propio: la ruta no es el adoctrinamiento sino el ejemplo; no es la descalificación sino el respeto; no es presentar los mejores argumentos sino plantear las mejores preguntas, como postulan la mayéutica de Sócrates y el coaching moderno; para que adoptarlos sea una elección libre.
Directivo Datanalisis