El chiste de las 72 horas, por Eduardo López Sandoval
De: El Interfecto.
Para: El Emperador.
Ciudadano Presidente Truun, perdón, mejor mi pana Donald:
Sirva la presenta o presente para saludar y desearle se encuentre bien en unión de los suyos y de las suyas. Sirva la presenta o presente, además, para aclarar lo de las 72 horas que le di para que recogiera sus maletas y maletos. (De aquí en adelante, mi camarado, escribiré como lo hacen en Venezuela los que aquí llamamos escuálidos y escualidas, por lo corto del espacio y espacia que provoca la guerra financiera o el guerro financiero, no escribiremos en esta importante misiva que los soldados y soldadas presentes y presentas no pondrán la rodilla y el rodillo en la tierra y en el tierro).
Lo de las 72 horas para que se fuera la Embajada no es tan así como parece, entienda que los venezolanos no somos como los ingleses o los alemanes, que andan por el mundo con esos relojes suizos que no se pelan, con esa aburrida manía de cumplir
Precisamente, hablando de suizos, uno de nuestros pilares político filosófico asentó el siguiente principio que rige nuestra particular manera de entender la política: no somos suizos.
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Por sesenta años, por el tiempo que hemos gobernado en esta Tierra de Gracia, para contar las 72 horas se toman en cuenta los siguientes caracteres, entre otros, uno, no todos los días son hábiles, el 23 de enero no se cuenta porque ese es feriado, dos, el viernes tampoco porque ese día pasa por debajo de una categoría de análisis creada en estos 60 años de gestión, el puente. Tres, el sábado y el domingo son feriados, por supuesto. En el país más rico en petróleo en el mundo esos días para el trabajo no se cuentan. De tal manera que la presente es para especialmente decirte, mi pana, NO TE APURES.
(Este paréntesis no es parte de la carta, se hace para explayarle al lector que el remitente de la presente misiva sí sabe,… sí, sí, raramente sí sabe el significado de la palabra pana, y más raro aún, la usa requete bien, la utiliza en el más primitivo sentido. Les cuento la razón, hace mucho tiempo, cuando el Interfecto estaba recién llegado de su país natal, Colombia, observó con curiosidad que sus amigos de preescolar se trataban entre ellos con eso de pana. Preguntó a sus nuevos amigos qué significaba y por qué. Sólo le respondieron que eso era amigo y que si quería saber algo de la historia de la palabra le preguntara a aquel viejo que viene allá, que es un profesor que imparte la materia Historia de Venezuela en el Liceo Antonio Estévez. Abordó al hoy octogenario jubilado, pero que en aquella década se desempeñaba con la tiza y la pizarra. Le preguntó, y Ramonote Mandefuá, que así se llama este viejo amigo viejo, bien ocupó el resto del turno del recreo, relató:
En los tiempos de la Conquista los españoles dejaban ver, entre sus enmarañadas barbas que se confundía con el pelo: sus espaciados dientes. Con sus humeantes armas de fuego, con una cruz en el pecho, luego de disparar a unos cuantos indios, -tal y la policía le ha disparado a los estudiantes que han manifestado-, le preguntaban al más asustado:
-¿Dónde está el oro?
El indio entendía tanto el idioma español como el barbudo deducía lo que hablaba el otro, nada. A lo que le respondía de la forma más diplomática que su miedo le permitía:
-Yo panare, yo panare, panare panare panare, yo panare…
Que era decir no me hagas daño, no me mates que yo soy tu amigo,.. panare…
Así estos indios, que son los E’ñepás en su lengua, del hoy Estado Bolívar, se quedaron para nosotros los pálidos como los Panares, y luego, mucho tiempo después, en un tiempo que los estudiosos de la lengua deben determinar, esta palabra pasó a significar la hermosa voz que nos une, amigo. Fin del largo paréntesis).
Estimado pana Donald, no te apures. Lo de la de las 72 hora era jugando. Yo panare.
Firma, el Interfecto.