El clarín desesperado, por Gregorio Salazar

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El llamado es al combate prolongado. Pueblo en armas, ofensiva permanente. Que no se quede nadie sin agarrar su fusil y escoger su trinchera. Los trabajadores sin derechos laborales ni salario, los jubilados con pensiones inasibles, los milicianos macilentos, las amas de casa con las ollas vacías, los estudiantes de futuro incierto y hasta los que emigraron desesperados deberían regresar para incorporarse al Vietnam latinoamericano de cien años que está en puertas.
Nadie en este territorio abandonado a su suerte debería, entonces, resistirse al patriótico llamado. Clarinadas y fantasiosas aspiraciones aparte, los jefes de la revolución proclaman que esta ha dejado de ser «pacífica» para ser «armada», la velada y sempiterna amenaza de Chávez. Pese a lo dicho, el carácter armado de la revolución irrumpió muchas veces en estos 25 años, precisamente cuando el pueblo salió a la calle a protestar y las armas del Estado, las que deben defender la Constitución, fueron volcadas mortalmente contra él, como ocurrió el 29 y 30 de julio de 2024.
Esas proclamas y las otras que definieron las líneas estratégicas de combate –además de las FANB, 6 millones de milicianos, 284 puntos críticos y 5 mil unidades comunales– fueron precedidas por otra arenga guerrerista a nombre del invasor en potencia. El Secretario de Guerra y el Jefe del Estado Mayor Conjunto de EEUU descendieron en Puerto Rico para hablarle a unos trescientos marines allí emplazados, como parte de la amenazante operación naval que los EEUU han desplegado contra el régimen venezolano.
Allí también la arenga, dirigida a potenciarle decibeles a la amenaza, se envolvió en patrióticos argumentos: «Lo que están haciendo ahora no es un entrenamiento. Este un ejercicio real, en nombre los intereses nacionales de los EEUU de América para poner fin al envenenamiento del pueblo estadounidense (…) No es cuestión de si serán desplegados, sino de cuándo. Y los narcoterroristas y traficantes de drogas están advertidos».
¿Cabe inferir entonces que ya pasó la hora de la diplomacia y que una incursión armada es inevitable?
Cualquiera puede suponer que sí, si se toma en cuenta que cada redoblar la apuesta por parte de la administración Trump de alguna manera significaría alejar las probabilidades de la vuelta en U de ese gigantesco tonelaje de cruceros, portaviones y hasta un submarino atómico exhibiendo como único «trofeo» el hundimiento de lanchón con once desdichados a bordo.
Altos voceros del oficialismo venezolano se han afianzado en informes de la ONU y de la propia DEA para afirmar que Venezuela no reviste mayor importancia internacional en materia de narcotráfico. Luego, sostienen, el real objetivo de EEUU es desalojar de régimen. Los llamados a negociar habrían sido recibidos con un portazo y la administración Trump se ha arrogado la controversial decisión de desplazarlos del poder por la fuerza, en nombre de altos intereses nacionales.
Siendo así, las opciones se cierran sin dar espacio a la diplomacia, al diálogo, la negociación para una salida que evite la activación de un teatro de acción armada. Ya esas oportunidades habrían pasado. ¿Cuántas mesas de diálogos hubo en estos tiempos, cuantas intermediaciones y advertencias de gobiernos aliados fueron desoídas para terminar desembocando en el insólito robo electoral del 28-J que no pudieron ocultar ante el mundo?
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Nadie puede desear una incursión armada contra su patria, evento extremo que puede destapar una Caja de Pandora de grandes magnitudes. Lamentablemente ese es el escenario que por ahora se levanta en el horizonte y al que nos trajeron quienes hoy pretenden envolverse en la soberanía nacional, fundamento de la República, esa misma que antes no les importó cuando – prevalidos, mire usted, del poder de las armas– burlaron la decisión del pueblo venezolano de elegir presidente a Edmundo González Urrutia.
No nos cansaremos de repetir que un gobierno salido de unas elecciones limpias, transparentes, aceptadas por todos, no se hubiera visto ante esta amenaza de una fuerza extranjera ni al aislamiento en que se encuentra. Pero escogieron el peor negocio: el fraude electoral. Su Talón de Aquiles al desnudo.
Gregorio Salazar es periodista. Exsecretario general del SNTP.
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