El clima pasa factura, por Teodoro Petkoff
El problema con el cambio climático es que, aparte de los científicos directamente involucrados en el tema y algunos políticos como Al Gore, no mucha más gente se toma en serio el asunto. Ni siquiera los gobiernos, sobre todo los de las grandes potencias, que se reúnen en conferencia tras conferencia, para rasgarse las vestiduras, y abandonarlas luego, sin conclusiones prácticas.
Tal como ocurrió recientemente en Copenhague y como probablemente ocurrirá en Cancún, en estos días. Una combinación de poca información y escepticismo del público arropa el tema, probablemente porque las peores consecuencias de tal cambio se anuncian para el largo plazo, cuando, según la famosa gracejada del economista Keynes, ya estaremos muertos. De hecho, hasta es posible que la crudeza del actual invierno boreal, que no se veía desde hace décadas, proporcione argumentos a los negacionistas de la posibilidad de alteraciones del clima, puesto que sería la evidencia de que en lugar de calentarse, el planeta está más bien enfriándose.
Pero lo cierto del caso es que aquí en Venezuela estamos teniendo razones para preocuparnos por el cambio climático porque justamente ahora, la naturaleza nos está pasando una factura cruel. Tuvimos un verano muy largo y muy seco, seguido de un invierno también anormalmente prolongado y excesivamente lluvioso. ¿Pura coincidencia? ¿Nada de qué preocuparse porque otras veces hemos pasado por lo mismo? Tal vez, pero ahora que todos los gobiernos del mundo están reunidos en Cancún, para dar continuidad al fracasado esfuerzo de Copenhague, valdría la pena prestar más atención e informar mucho más sobre la que, de acuerdo con ciertas fuentes, constituye una terrible amenaza para el planeta y para la vida humana.
Los principales responsables del calentamiento global son obviamente los países más desarrollados, con China y Estados Unidos a la cabeza, pero son ellos precisamente los que más tercamente se han venido oponiendo a que se acuerden medidas concretas para reducir las causas del calentamiento, en particular aquellas que tienen que ver con las emisiones de dióxido de carbono (CO2). En el proyecto de conclusiones para Cancún apenas si se hace un llamado platónico a la reducción de emisiones. La ONU misma considera que los planes para reducir tales emisiones son poco consistentes. No deja de ser irónico que habiendo sido el gobierno de Chávez uno de los que protestaron con más fuerza (y con razón, por lo demás) en Copenhague, contra la confiscación de esa conferencia por las grandes potencias, sea, sin embargo, Venezuela el cuarto mayor emisor de CO2 en el continente, sólo por detrás de Estados Unidos, Brasil y México y su gobierno el que más ha descuidado la infraestructura física, así como los parques nacionales y el propio Lago de Maracaibo, haciendo aún más vulnerable el territorio. Como se ve, pues, el escepticismo está también rodeado de una espesa capa de hipocresía. De palabra todos admiten los peligros y la necesidad de hacer «algo», pero a la hora de freír los huevos ninguno quiere poner el aceite.