El comercio intralatinoamericano, Sergio Arancibia
Autor: Sergio Arancibia
La Comisión Económica para América Latina, de Naciones Unidas, Cepal, ha hecho público recientemente un estudio sobre las perspectivas del comercio internacional de la región, titulado Perspectivas del Comercio Internacional de América Latina y el Caribe. En ese estudio se postula que el comercio intrarregional de bienes –es decir, el que se lleva adelante entre los propios países de la región– se caracteriza por presentar una mayor diversificación productiva que las exportaciones hacia el resto del mundo, que están constituidas básicamente por productos básicos. Las exportaciones intrarregionales, presentan, además, un mayor grado de manufacturación y reflejan una mayor presencia de pequeñas y medianas empresas. A todo ello se agrega que las barreras arancelarias son bajas.
Sin embargo, la barreras no arancelarias – conformadas por permisos y autorizaciones del más variado tipo – generan un costo equivalente a un arancel de 25.3 %. A todo ello se agrega lo que el estudio de Cepal llama elegantemente “procedimientos aduaneros”, que generan costos y retardos temporales que equivalen a un arancel de 20 % adicional.
Todo lo anterior significa que la principal traba a la integración y al comercio intrarregional no se encuentra en los aranceles formales, que en alta medida están cercanos a cero, o en vías de llegar a cero, gracias a la red de acuerdos comerciales que se han firmado entre los diferentes países de la región. El proceso de integración en América Latina ha avanzado trabajosamente durante décadas centrado en el proceso de reducción y/o de eliminación de aranceles, y en ese campo ha avanzado muchísimo. Pero el estudio refleja que hay costos ocultos que son más importantes que los aranceles. Problemas tales como las autorizaciones o permisos para poder importar o exportar, la presentación de los mismos papeles o documentos en diferentes instancias gubernamentales, el corto plazo de validez de cada documento, las demoras en trámites, las dificultades para que las mercancías sean fiscalizadas en planta, las dificultades para la obtención de divisas, el no uso de los procedimientos digitales, etc., etc., significan pérdida de tiempo y dinero, que termina por restar competitividad a los productos que podríamos intercambiar en el seno de los propios países latinoamericanos.
Cuando se quiera medir cuanto se ha avanzado en el campo de la integración y en la promoción de las exportaciones, no se debe usar como indicador solo la rebaja arancelaria que se ha negociado con tal o cual país, sino el número de trámites que son necesarios para exportar, el número de operaciones digitales que se pueden hacer, el número de copias de cada documento que hay que presentar, el número de días que se demora todo el proceso de exportación y, en definitiva, el costo en dinero que es necesario para subir una mercancía arriba de un barco. A los trámites burocráticos, pero conocidos y transparentes –aun cuando ineficientes y muchas veces innecesarios– se agregan los costos subterráneos que hay que enfrentar para agilizar o hacer posibles determinados trámites.
Un funcionario corrupto puede echar por tierra, en pocos minutos, todo lo que la innovación tecnológica, la diplomacia y el marketing construyeron durante meses o años de largo y arduo trabajo, y dejar a una mercancía nacional fuera del mercado y de la competencia internacional. Estos son los problemas que deben enfrentarse en el campo de la integración y de la promoción de exportaciones.
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