El control vive: la inflación y corrupción siguen
Autor: Jesús Hurtado
Más de lo mismo. Esa es la opinión generalizada entre los economistas tras conocerse el nuevo esquema cambiario que a partir de este 10 de marzo comenzó a regir en el país, toda vez que conserva casi intactas las condiciones que han sumido a la economía nacional en la peor crisis del último siglo al mantener un diferencial muy amplio entre el dólar preferencial y el cambio nuevo flotante, situación que propicia la fuga de capitales y el arbitraje.
De hecho, el anuncio dado a conocer este 9 de marzo por el Vicepresidente de Economía, Miguel Pérez Abad, en cierta medida profundiza la brecha al unificar las tasas Sicad I y II (Bs. 13,50 y Bs. 52 por dólares, respectivamente) y Simadi (cerca de Bs. 206 por dólar) en un esquema flotante cuya única diferencia con los anteriores es el cambio de nombre.
“Este nuevo esquema no resuelve el problema porque no se gana eficiencia en la entrega de divisas ni se generan las divisas suficientes que necesita la economía para funcionar adecuadamente”, señala Henkel García, director de la firma Econométrica, quien precisa que entre los pocos cambios que la nueva metodología introduce está el pasar de tres a dos cambios oficiales.
En efecto, tres semanas después de que el país conociera por boca de Nicolás Maduro de una devaluación, la Vicepresidencia económica develó parte del esquema según el cual a partir de ahora existen dos tasas de cambio: el Dipro (divisa protegida) nuevo nombre del dólar preferencial que será para importaciones de alimentos, medicinas, materia prima y casos especiales; y el Dicom (divisa complementaria) que se aplicará para todas aquellas actividades no atendidas con el dólar subsidiado.
En teoría, ambas tasas serán fluctuantes. La primera “se ajustará de manera progresiva, considerando los impactos sociales”, mientras que segunda lo hará de acuerdo a la oferta y la demanda, de acuerdo con lo expresado por Pérez Abad.
Alza insignificante
Para Henkel García, el hecho de subir la tasa preferencial de 6,30 a 10 bolívares por dólar no es suficiente, pues se debió acometer un cambio profundo que permitiera ir desmontando de forma paulatina el sistema de controles, demostrado como ha quedado su ineficiencia para atender las necesidades del país.
Felipe Pérez, quien fuera ministro de Planificación y Desarrollo bajo el gobierno de Hugo Chávez (2002 – 2003), no solo coincide con este planteamiento sino que cree que la estrategia aplicada es caldo de cultivo para mantener vivo el flagelo de la corrupción propiciado desde el gobierno.
En su opinión, el nuevo esquema trae consigo cambios “pírricos e insignificantes” con un impacto prácticamente nulo en lo fiscal y lo económico. “Fijar un dólar en Bs. 10 cuando el cambio libre está por encima de mil bolívares es un regalo que mantiene vivos los incentivos perversos de arbitraje cambiario”.
Desde su óptica, un porcentaje altísimo de las divisas que se entregarán a la tasa reguardada se seguirán vendiendo en el mercado paralelo, con lo cual se preservan las distorsiones que dieron al traste con los intentos de regular el mercado con mecanismos anteriores como Sicad y Simadi.
Por esta razón, el economista estima que muy poco de los recursos públicos llegarán a la población pues son absorbidos por la burocracia y la corrupción, y ni siquiera los sectores productivos se verán beneficiados. “El control de cambio ha demostrado no servir como política de distribución de la riqueza”, acota.
Devaluación explícita
Para el presidente de Conindustria, Juan Pablo Olalquiaga, si bien mantener una tasa de cambio protegida subsidiará los alimentos y medicinas con incidencia directa en los consumidores, producir esos rubros seguirá siendo más costoso que importarlos.
Al respecto, es preciso señalar que si bien las importaciones de bienes e insumos preferenciales se harán con dólar barato, el paso de la tasa de cambio de 6,30 a 10 bolívares implica un alza superior a 158%, lo que necesariamente incidirá en el aumento de los costos de producción y por ende de venta.
A esto debe sumarse una devaluación aun mayor, pues aunque la compra materias primas para la producción de alimentos y fármacos se regirá por la tasa de Bs. 10 por dólar, las adquisiciones de insumos esenciales como maquinarias, repuestos y material de empaque, por ejemplo, tendrá un incremento de 396% al pasar de la cotización Sicad de Bs. 52 por dólar, al nuevo esquema flotante de mercado cuya tasa parte de Bs. 206.
En pocas palabras, algunos analistas estiman que la producción de rubros esenciales como alimentos y medicinas sufrirá un incremento superior a 200%, mientras que el resto de los artículos que se producen en el país pudieran experimentar alzas superiores a 400.
El vaso medio lleno
Con una caída de los ingresos petroleros estimada en 70% en comparación con los recibido en 2015, es de entender que cualquier ayuda para apuntalar la procura de divisas al precio que sea, será bien recibida por el mercado.
En este sentido, Asdrúbal Oliveros, director de la consultora Ecoanalítica, reconoce como un acierto del nuevo sistema cambiario permitir que el sector petrolero ofrezca parte de los dólares provenientes de sus operaciones a la tasa flotante.
De acuerdo con lo informado por Miguel Pérez Abad, Pdvsa podrá colocar sus divisas en los dos mercados. La porción que será transada a cada una de las tasas será determinada por un comité de la Vicepresidencia Económica, por lo que el desempeño de esta propuesta es otra de las incógnitas aun no reveladas.
De cualquier manera, Oliveros estima que “es un alivio para el sector petrolero” poder negociar parte de sus dólares a la tasa mayor, pues ello aumentará el caudal de divisas disponibles para los sectores productivos. Aun cuando es muy difícil determinar cuánto podría obtenerse por esta vía toda vez que ello dependerá de las órdenes emanadas del comité evaluador, el analista se atreve a proyectar que pudieran inyectarse unos3.000 millones de dólares a la sedienta economía nacional.
El mercado Dicom también será alimentado por recursos provenientes de filiales de Pdvsa, así como las industrias básicas del hierro y el aluminio, minería, inversiones de las zonas económicas especiales y exportadores no tradicionales, de acuerdo con declaraciones del ministro Pérez Abad.
Lo que debió ser
Además del consenso en la poca efectividad que tendrá el nuevo régimen cambiario para corregir las distorsiones de la economía, otro común denominador entre los analistas es la conveniencia de aplicar un sistema realmente flotante que, de forma progresiva, permita el desmontaje de los controles.
“La mejor alternativa es eliminar el control de cambio. El problema es que eso no es posible en estos momentos por la caída de la reservas y la nula credibilidad que tiene el gabinete económico”, opina Asdrúbal Oliveros, quien estima que la mejor opción posible era establecer un sistema dual con una sola tasa oficial fluctuante de acuerdo a la oferta y la demanda, además de legalizar el mercado paralelo.
“La idea es que estas dos tasas se vayan acercando”, dice, y agrega que este mecanismo requeriría la intervención de Pdvsa y cualquier otra empresa oferente con el fin de oxigenar el mercado “porque el gobierno no tiene capacidad para abastecer con dólar oficial”.
El economista y diputado a la Asamblea Nacional José Guerra es también partícipe de esta tesis, sosteniendo que un mercado flotante administrado por el Banco Central de Venezuela (BCV) permitiría solventar las dificultades de flujo de dólares.
“El tipo de cambio fijo fracasó porque si tienes un cambio fijo con alta inflación, la tasa de cambio se sobrevalua. El dólar a 200 bolívares era un buen tipo de cambio hace dos años, pero ahorita no, de modo que si se fija en Bs. 200 es preciso hacer ajustes periódicos”, señala el parlamentario.
En esta misma línea, el también economista Leonardo Vera cree necesario “atajar” el régimen cambiario hasta lograr la convergencia de las tres tasas (las renombradas Dipro, Dicom y el paralelo) en un cambio único flotante y administrado para lograr una base estable y atractiva en especial para los inversores internacionales, además de permitir la competitividad de los productos locales.
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