¿El cosmopolitismo está en los márgenes?, por Sofia Zanforlin
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En la película Bird City de Netflix, dos hermanos nigerianos intentan resolver sus problemas personales en medio de trabajos temporales, comunidades de inmigrantes y viviendas improvisadas en la ciudad de São Paulo. Mientras que en la miniserie September Mornings, de Amazon Prime y que transcurren en la misma ciudad, una mujer negra y trans que convive con inmigrantes nacionales e internacionales y realiza entregas a través de apps, descubre que es el padre de un niño que vive con su madre en un coche y vende lo que puede en los semáforos.
En tiempos de pandemia, en los que la circulación en las ciudades se vuelve limitada, estas dos producciones evidencian experiencias etnográficas donde el encuentro con la diferencia es posible también en las periferias de las ciudades.
Los lugares despreciados por los capitales financieros y sus gentrificaciones son los lugares que desbordan vida y nuevas solidaridades.
¿Qué nos enseñan estas producciones sobre el cosmopolitismo?
En primer lugar, es importante entender el término. Cosmopolitismo significa cultivar la buena voluntad de las poblaciones locales y nacionales para que sean empáticas con los extranjeros, especialmente los más vulnerables, más allá de su grupo de identidad o distinción social.
Para la filósofa norteamericana Martha C. Nussbaum, el extranjero, emigrante o refugiado, se convierte en un bienvenido. Ya no como un extraño sino como un maestro cosmopolita que enseña a la comunidad lo que es ser ciudadano del mundo.
Así, en la era de la conectividad global, el ethos cosmopolita debería convertirse en una necesidad moral. Con los medios de comunicación globalizados, las empresas y los gobiernos ya no pueden mantener en secreto las atrocidades y la ignorancia ya no es una coartada.
Migraciones y cosmopolitismo común
A partir del auge de las migraciones transnacionales y de la llamada crisis de los refugiados de 2015, el antropólogo francés Michel Agier desarrolló la idea del cosmopolitismo común para pensar la experiencia global del encuentro cotidiano con el otro, o con quienes viven «situaciones de frontera».
El autor sostiene que lentamente se está formando una condición a partir del encuentro de las llamadas «vidas marginales». Para Agier, el mundo es globalizado e híbrido, y en él se comparten a diario las experiencias de lo desconocido e incierto, y esta condición nace en la frontera.
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El informe Tendencias globales, publicado en 2021 por Acnur, señala que 82,4 millones de personas han sido desplazadas por guerras y conflictos en el mundo. En Brasil, el número oficial de refugiados es de 57.099 personas, según el último informe Refugio en números. Esto lleva a una mayor interconexión entre personas ya sea en los lugares de trabajo, en los mercados, los barrios, las escuelas o en el transporte público.
Ante esta nueva realidad, cada vez son más los expertos que defienden la idea de un cosmopolitismo de lo cotidiano, de lo ordinario, que incluye a aquellos cuyas experiencias diarias se sitúan en la frontera, tanto geográfica como cultural, del norte y del sur global.
La diversidad ya no es una abstracción de un discurso que invita a una experiencia única, sino la vida cotidiana de las ciudades latinoamericanas. No solo de las megalópolis como São Paulo, Ciudad de México o Buenos Aires, sino también ciudades grandes y medianas como Recife, Medellín o Santiago de Chile.
Los centros de las ciudades con su maraña de tiendas, oficinas, viviendas, aceras, edificios abandonados y plazas, son el escenario donde se entremezclan acentos, lenguas, alimentos y productos, enredando el flujo de personas con el de mercancías, revelando un sistema de conexiones que tejen nuevas reglas en los márgenes del sistema.
De este modo, la experiencia contemporánea tiene lugar desde un cosmopolitismo fronterizo, marginal, periférico e intersecado por múltiples negociaciones de pertenencia identitaria, de origen étnico y racial, de nacionalidades, de lenguas, de géneros, de clases, pero con un panorama común: la lucha diaria contra la precariedad de los que están en los márgenes.
La idea del geógrafo brasileño Milton Santos sobre la noción de «espacio banal, espacio de toda la gente» es fundamental ya que el espacio del acontecimiento banal donde interactúan los acores incluye lo que Santos llama las «fuerzas centrípetas» que provocan simultáneamente agregación y cohesión. Estos son también los lugares donde escribimos nuestras historias de comunión cotidiana.
Para Milton Santos, la reinvención tiene lugar a través de los pobres que actúan y resignifican el espacio de la ciudad, creando nuevos significados entre lo global y lo local a través de la hibridación de los signos. Podría señalar aquí la Praça da República, en São Paulo, los alrededores de la Avenida Conde da Boa Vista, en Recife, o la Feria de la Salada en las afueras de Buenos Aires como algunos de estos lugares.
Cosmopolitismo desde abajo
Volviendo a las dos producciones audiovisuales, la noción de cosmopolitismo adquiere allí diferentes interpretaciones. No está desconectado de sus raíces griegas, de los estoicos, que señalan a Odiseo, el héroe viajero interesado en la humanidad. Ni de su conexión con los hábitos de consumo de una élite globalizada. Pero en el siglo XXI, también empieza a incorporarse la noción de un cosmopolitismo desde abajo, llevado a cabo por los que están en los márgenes de la sociedad elitista.
Celebremos el cosmopolitismo de los márgenes, de la interseccionalidad de las periferias del mundo, de la mezcla diaria de los flujos transnacionales. Como ethos de la ciudadanía mundial, el cosmopolitismo puede describirse como un intento intelectual de comprender el denominador común —la humanidad— disperso en un mundo de caos y diversidad cultural. La pregunta que queda es: ¿comparten estos sujetos una conciencia cosmopolita?
Sofía Cavalcanti Zanforlin es Profesora de la UFPE, coordinadora del Núcleo Migra- Migrações, Mobilidades e Gestão Contemporânea de Populações (DCG/DCOM/UFPE), del grupo de trabajo Diaspora and Media- IAMCR (International Association of Media and Communication Research). Doctora de ECO-UFRJ.
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