El covid-19 y la política, por Félix Arellano
Entre las paradojas que está generando la pandemia del covid-19 podríamos arriesgarnos a considerar cómo está transparentando las reales posiciones políticas de algunos gobiernos. Las respuestas que se están presentando, en términos generales tratan de seguir las recomendaciones técnicas de los expertos, en particular de la Organización Mundial de la Salud (OMS); empero, el talante de los gobernantes se hace presente y el autoritarismo y el populismo están demostrando una vez más que su preocupación fundamental es el poder.
Debemos reconocer que no es fácil abordar el tema, pues nos enfrentamos con una crisis novedosa, para algunos, una expresión de las guerras complejas del mundo global, el Presidente Emmanuel Macron de Francia lo ha destacado. Es cierto que tenemos precedentes de epidemias severas en la historia reciente, pero cada una ha tenido su especificidad y un alcance menor.
En estos momentos nos encontramos frente al ensayo y el error, por lo tanto resulta osado opinar, sobre actuaciones adecuadas o equivocadas de los gobiernos. Frente a un problema tan intrincado las estrategias de acción pueden ser diversas; empero, debemos reconocer que no es tiempo para soberbias, individualismos, soberanía rígida o autoritarismo; por el contrario, son tiempos para el diálogo, la consulta, el papel privilegiado de los expertos, la investigación y el conocimiento.
La crisis llego intempestivamente, el mundo la empieza a percibir en el marco del nuevo año chino, en principio concentrada en el pueblo de Wuhan, pero frente a un gobierno autoritario, con el partido comunista controlándolo todo, resulta muy difícil tener certezas sobre los orígenes, tiempos y evolución del virus. Situación que alertamos en nuestra columna del 28 de enero del presente año y Mario Vargas Llosas ha denunciado claramente en su columna del pasado 14 de marzo.
En este contexto, resulta difícil confiar en la seguridad de los datos, los cálculos y las curvas para adoptar las soluciones más eficientes, la opacidad está en la base del problema.
En esta línea avanzan otros gobiernos autoritarios, lo que debe tener bien preocupados a los ciudadanos de esos países, pero cualquier crítica pública pude conllevar peores consecuencias que la enfermedad.
Sobre Rusia o Corea del Norte no tenemos mayor información. Los rusos deben estar recordando el lamentable caso del Chernobyl, magistralmente llevado a la pantalla, y el joven dictador Kim Jong-un ha decidido retomar el irracional juego de las pruebas misilisticas para mantener entretenida la audiencia, confirmando su conducta insensata en un momento tan crítico para la humanidad.
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En el grupo de los populistas, que abarca diversas orientaciones, las reacciones han sido heterogéneas, pero en términos generales, poco transparentes y en gran medida poco responsables frente a la complejidad del problema. Ahora bien, en la medida que los populistas se insertan en democracias institucionalmente más sólidas, la sociedad ha logrado ejercer la presión necesaria para adoptar correctivos.
En el Reino Unido, por ejemplo, la tesis inicial del Primer Ministro Boris Johnson, se concentraba en esperar que la sociedad lograra la resistencia inmunológica, una suerte de postura naturalista darwiniana, algo así como la sobrevivencia del más apto, que puede conllevar consecuencias humanas impredecibles. La presión interna e internacional logró generar cambios a una posición más prudente para tratar de limitar la propagación del virus.
En la línea de una indiferencia ambigua podría ubicarse la reacción de varios gobiernos, en gran medida preocupados por las consecuencias económicas, sociales y personales del aislamiento social, fórmula más aceptada para reducir la propagación del virus y el colapso de la institucionalidad sanitaria. En este contexto podríamos mencionar algunos gobiernos de la región, pero la presión de la sociedad también ha estimulado los cambios para la adopción de mayores controles que permitan enfrentar la propagación del virus.
Sorprende la situación de México y Brasil, que por su nivel de apertura a la dinámica global pueden ser más vulnerables a una rápida propagación y pareciera que han privilegiado la estabilidad del mercado, a los potenciales costos humanos que puede generar una rápida propagación, en un contexto complejo por la enorme densidad demográfica e institucionalidad sanitaria deficiente.
Son comprensibles las dudas y confusiones frente una amenaza absolutamente inédita, lo cuestionable es la forma imprudente en el manejo del tema, teniendo en frente situaciones tan dramáticas como Italia o España.
Otro escenario muy lamentable que desnuda el autoritarismo son los gobiernos que utilizan el drama humano del coronavirus para mantener sus juegos políticos de poder. Bien sea negando la realidad, pues aceptarla puede afectar a sus intereses o cálculos electorales; o exagerando y radicalizando las acciones con prácticas draconianas, donde se pierde la diferencia entre la lucha contra el virus y el objetivo de controlar la población y perpetuarse en el poder.
El covid-19 está confirmando conductas y talantes de los gobernantes y los alemanes deben estar orgullosos de su Canciller Ángela Merkel quien les ha hablado con transparencia, sensibilidad humana y pleno respeto a la dignidad humana y a las instituciones democráticas.
Otros gobiernos también están actuando de forma responsable, utilizando todas sus capacidades para servir a su población, cabe destacar la actuación oportuna y disciplinada del gobierno de Corea del Sur.
Para los más débiles esta novedosa crisis puede resultar demoledora. El caso venezolano podría ser emblemático, pues nos encontramos con una país deliberadamente destruido, sin mayor fortaleza sanitaria; destrucción que ha sido promovida durante varios años, por razones de poder.