El «cronograma» antielectoral, por Gregorio Salazar
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Desde el 15 de junio del 2023 cuando se produjo la sorpresiva renuncia de los integrantes del Consejo Nacional Electoral (CNE) afines al oficialismo, el régimen venezolano no ha cesado en la ejecución de su propio cronograma electoral o, para ser exactos, plena y decididamente antielectoral, destinado a mantenerse a toda costa en el control y ejercicio arbitrario de todos los poderes.
Es un «cronograma» que se va conociendo sobrevenidamente, a rompe y raja y a contracorriente del sentir de la población que, cansada de años de agotadoras y dolorosas confrontaciones, quiere una definición por la vía soberana, pacífica y constitucional del voto. Cambio. Cambio es el clamor.
Nuevos rostros, nuevas políticas y programas, una concepción democrática del ejercicio del poder es lo que está exigiendo la población. El sol de las libertades para todos. Venezuela vive bajo la asfixia de quienes no actúan como gobierno sino como fuerza de ocupación.
En una sucesión de hitos escabrosos se criminalizaron las elecciones primarias y se le abrieron investigaciones a la comisión nacional que las organizó; se «inhabilitó» a María Corina Machado y se ratificó ese atropello por el TSJ; se detuvo a dirigentes regionales de su partido; se abrieron investigaciones a los miembros de la AN del 2015; se volvió al expediente de las conspiraciones y se reparten imputaciones a opositores, periodistas y a quienes denuncian violaciones a los derechos humanos. Se reservan el manejo ventajista del tiempo al mantener encriptado el cronograma electoral de las presidenciales.
En el plano institucional el régimen busca agónicamente un blindaje que le asegure el control de las decisiones más extremas. Incluso la más extrema: un zarpazo electoral. Y para eso requiere –y lo ha ido fraguando– que los nuevos integrantes de esos poderes sean cada vez más dóciles, más comprometidos, más inescrupulosos. Los cambios ya se dieron en las cabezas del CNE, el TSJ, menos en los mandos militares, donde permanece quien pisoteando la constitución proclama el supuesto carácter chavista de ese componente armado.
Mientras el anticronograma electoral sigue su curso y probablemente genere nuevas e ingratas sorpresas, del lado opositor se erige como pivote fundamental María Corina Machado. Rescató, repotenció y consolidó una corriente opositora con un componente altamente emocional que ha calado en todos los sectores. Esa es la realidad objetiva, mantiene en alto sus banderas pero hasta ahora va quedando claro que eso no basta.
Con sus propias palabras, ella ha advertido: «No será fácil». Ciertamente. Tanto es así que aún no se divisa el dispositivo que la reconozca como la candidata que escogieron más de 2 millones de venezolanos, mientras el régimen declara muertos, con falsarios pretextos, los acuerdos de Barbados y los compromisos con los Estados Unidos.
Y, en efecto, el común se pregunta: ¿Se avanza en la conformación de una verdadera maquinaria electoral unitaria, con experiencia y capacidad y no sólo como expresión de emocionalidad voluntarista? ¿Los sectores de oposición se reúnen, negocian entre ellos, diseñan una ruta para enfrentar el «cronograma» antielectoral del régimen? ¿Cuáles son las estrategias alternas si en definitiva no lograra romperse la llave de paso que cierra la vía a la habilitación?
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Trágico sería que el país viera impasible, impotente, sin líneas claras de acción cómo los planes perpetuadores del régimen rebanan esa fuerza opositora que hoy encarnan la inmensa mayoría de los venezolanos, dispuesta a desalojar del poder a la cúpula oficialista.
Tantas veces oímos advertir en momentos de la crisis de antaño que se estaba frente a «la última oportunidad de la democracia». El presente nos dice que esas voces no fueron oídas ni las oportunidades se aprovecharon. Si perdemos esta para rescatarla la travesía en el desierto puede ser muy, pero muy larga.
Gregorio Salazar es periodista. Exsecretario general del SNTP.
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