El Cuarteto de Nos inspiró en Caracas una complicidad ruidosa
La banda uruguaya El Cuarteto de Nos conquistó al público de Caracas con un repertorio completo y que se paseó por las canciones de casi toda la larga carrera del grupo que recaló en la capital venezolana para repetir, ahora durante dos horas completas, la emoción que sintieron en diciembre de 2022
Fotos: Víctor Amaya
El Cuarteto de Nos es una de las bandas más potentes de América Latina. Más de 40 años de carrera de la banda uruguaya les ha dado todas las herramientas para dominar una tarima, además con un sólido repertorio que convierte a sus shows en una seguidilla de grandes éxitos, aunque ni siquiera los incluyan todos. Después de todo, hasta ahora han publicado 174 canciones en sus sus 17 álbumes de estudio, sin contar las reversiones incluidas en su Otra navidad en las trincheras.
La gira que los trajo a Caracas en 2023 fue la diseñada para impulsar su más reciente lanzamiento, Lámina once, publicado nueve meses antes. Justamente de ese disco fue la canción con la que abrió el show, como declaración de intenciones. Aquí se viene a disfrutar de música fresca.
«Aquí estoy esperando que cambie el mundo», inauguró la cita la voz potente de Roberto Musso, a caballo entre rock y rap siempre. La canción «Flan» sentó el tono en una tierra donde líderes en verdad se han creído mesías, como reza la lírica.
La fuerza de los primeros acordes respondió a la emoción que el respetable transmitía hacia la tarima desde que la Concha Acústica de Bello Monte se puso a oscuras para centrar la atención en la iluminación que comenzaba a ocurrir en el escenario y los visuales diseñados para cada tema. El comienzo de dos horas en las que nadie se sentó. Fue una entrega total por parte de los músicos y de los asistentes, en una complicidad ruidosa.
Los uruguayos salieron golpeando duro. La segunda pieza fue «El hijo de Hernández» del emblemático álbum Bipolar (2009), seguida por «Ya no sé qué hacer conmigo» del otro exitosísimo Raro (2006). Solo entonces Roberto Musso le habló al público: «Les estoy hablando con la piel de gallina», confesó el vocalista refiriendo la emoción de ser recibidos con brazos abiertos -y en alto-. «Mucha gente que está aquí de seguro nos vio en el Cusica Fest (diciembre 2022) y dijo ‘estos no vuelven más’. Pero aquí estamos. Una convocatoria como la que tenemos acá solo hace que volvamos».
Álvaro Pintos reventó cueros, Gustavo Antuño masticó las guitarras de su Gibson Les Paul, y sonó «Anónimo» cuya letra fue acompañada por menos voces quizá por ser un álbum surgido justo antes de la pandemia, en 2019, cuando Venezuela no tenía acceso a Spotify y las condiciones socioeconómicas pusieron a la gente a pensar en otras cosas.
Contraste con la emoción de ver a Santiago Tavella protagonizar el canto de «Enamorado tuyo», moviendo caderas, despojado del bajo pero armado con un micrófono que le rozaba el tupido bigote, que también le baila.
«Temazo», «La patria me chupa un huevo», «Si me desmayo no me salven». Las pancartas le hablaron a la banda tanto como los gritos de quienes mostraban su euforia ante un grupo que ha sabido mantenerse conectado con distintas generaciones, incluso aquella a la que más que le doblan la edad.
Se mostraron con cada guitarrazo, con el danzar líquido y saltarín de Roberto Musso de un lado al otro del proscenio, con la entrega narcótica de Antuño con sus seis cuerdas. Así se disfrutaron «Cuando sea grande», «Frankestein posmo», «Fiesta en lo del Dr. Hermes», «Mario Neta», «Maldito Show», «Rorschach».
Dos piezas elevaron la dimensión emocional del espectáculo. Primero, la genial «Contrapunto para humano y computadora», donde la humanidad se sienta en el banquillo dibujado por una inteligencia artificial, debate premonitorio con ChatGPT cual Florentino y el Diablo automatizado. Y después «No llora» con la que brotan lágrimas en las gradas: un canto que conecta con quienes enfrentan ansiedad por un futuro incierto y un entorno demacrado, distancias impuestas, pérdidas, dolores del corazón, ganas de vivir la normalidad. Claro que muchos lloran.
El Cuarteto de Nos -que desde 2010 retomó su formación como quinteto, como en sus inicios- se dejó conquistar por Caracas y su energía tropical. Tavella complació con la vueltica cuando fue presentado. Musso se hizo de rogar, hasta que giró. «En mis épocas, en un recital de rock, esto no pasaba. Lo que lograron ustedes hoy no lo ha logrado nadie«, reía el cantante.
Con más de 15 piezas interpretadas, se acercaba el cierre. El camino fue pavimentado con «Gaucho Power», «Hombre con alas», «Miguel gritar» y la eufórica «Invierno del 92».
Pero la falsa despedida fue acallada por los gritos de los presentes que exigían más. Esto no se acaba aquí, pensaron. Y entonces un encapuchado Musso lanzó su «Buen día, Benito» y la archiconocida «Yendo a la casa de Damián», que sigue andando a ese destino desde hace 17 años.
Cuando el cantante le puso voz a su despedida, lo hace con una síntesis de sus propias crónicas humanas: «Somos de Uruguay, pero tenemos un montón de cosas en común. Acá todos somos medios raros, todos somos bipolares, somos muy porfiados, vamos por la vida como zombies, en la noche hablamos con nuestros espejos., nos gustan los jueves y en la lámina once solo vemos mancha».
Se trató de un show de altura, con pulcro sonido y que comenzó puntual para transformar la Concha Acústica de Bello Monte en un templo del rock latinoamericano, confirmando a los uruguayos como una de las mejores apuestas de la escena regional. Una veintena de canciones hizo que las miles de personas allí convocadas, de distintas edades se unieran tras los acordes y también de los mensajes, porque las letras de El Cuarteto de Nos se cantan, se gritan, se reivindican.