El debate de la “unidad de la izquierda”, ¿Algo podemos aprender?, por Bruno Gallo
Twitter: @BrunoVGallo
«La izquierda» durante buena parte de los años 70 y 80, gastó tinta, saliva y fuerzas en el debate y la búsqueda de «La unidad de la izquierda»
Y la cosa no avanzaba pese a Ciertas «buenas voluntades» y no avanzaba por una razón absolutamente obvia, que se pretendía evadir olímpicamente, la izquierda (en singular) no existía, no existe y no existirá. Habían pro soviéticos, maoístas, socialdemócratas, trotskistas, rojitos y rosaditos… Insurgentes nostálgicos y convencidos demócratas.
Era una fauna política de una diversidad enorme, embadurnada en viejos y ancestrales odios, diferencias ideológicas, intereses contrapuestos, pequeñas y grandes miserias humanas
La unidad solo hubiera sido posible reconociendo su diversidad y consensuando una agenda mínima común. Hubo que esperar, que un Líder carismático y personalista ¿nos? juntara a todos a punta de imposiciones, unas más antidemocráticas que otras. Al precio de desdibujar la identidad de todos, pudo llevar a las izquierdas al poder, como chavismo, diverso pero unido con mano de hierro.
Las grietas no tardaron en aparecer, los sectores menos dados a la obediencia o a ser juntados por la pega crematística abandonamos ese proyecto muy pronto. Hoy la diversidad de las izquierdas chavista (porque también hay una derecha chavista y militar) salta a la vista. ¡Pero las junta el poder!
Mutatis mutandi, más o menos lo mismo pasa hoy con la oposición. Aspira la unidad, sin reconocer su descomunal diversidad, incluso una diversidad mayor que la de las viejas izquierdas, además sin liderazgos atractivos o respetables y sin poder. Unos, abrazando consignas insurreccionales, otros la via electoral. Los que han tenido acceso a recursos lo han usado con más arrogancia que inteligencia y para beneficio de pequeños intereses más que para consolidar un proyecto unitario. De tal manera que el mecanismo Fast Track de Chávez está descartado.
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Solo queda la vía, política, consensuada, dialogada, que comienza por reconocer que las oposiciones son diversas, que tienen un único punto en común: que todas adversan al gobierno de Maduro y aún las maneras de adversarlo, son enormemente divergente. Unas primarias excluyentes de un sector que quiere sustituir al universo por la vía de una operación de marketing político, suponen que los excluidos se quedaran sentaditos por temor a la avalancha de improperios que ha funcionado como parte de un mecanismo de chantaje. Las llamadas de Story y la amenaza de quitar visas asustan a algunos, pero ya no funcionan.
Las elecciones 2020, demostraron que nadie en las oposiciones es suficientemente grande para no necesitar al resto, ni nadie es suficientemente pequeño, para no hacer falta.
Es decir, la tarea opositora, para encontrar puntos de encuentro es más compleja, más grande, más retadora que la de la vieja izquierda. Y se enfrenta a la infantil idea, según la cual… ¡Si no estás con mi bando estas con el gobierno!
Las oposiciones, ni siquiera hablan entre sí, es más fácil convocar un encuentro con extraterrestres, que con las Diferentes oposiciones.
El reto es recuperar el respeto, el dialogo y consensuar una agenda mínima. Cualquier intento de imposición atenta contra la más incipiente forma de unidad, cualquier subestimación a fuerzas por pequeñas o diferentes milita contra la idea unitaria. La palabra consenso, que algunos pretenden estigmatizar como pacto burocrático, es la primera estación de un recorrido obligatorio.
La tarea es compleja, las diferencias muy profundas, por eso y mientras no se emprenda con generosidad y desprendimiento, el deslinde sigue apareciendo como una opción, con pocas posibilidades de éxito, pero con muchos argumentos válidos.
Bruno Gallo es integrante de la directiva nacional de Avanzada Progresista
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