El debate político, por Luis Manuel Esculpi
@lmesculpi
El debate político ha venido adquiriendo cada vez más las características de un atrincheramiento de posiciones, no sólo entre los más connotados voceros de la alternativa democrática y los del madurismo, donde resulta más comprensible por la incompatibilidad de proyectos conque se identifican unos y otros; es menos inteligible cuando el mismo comportamiento se manifiesta en los campos que se suponen afines.
El chavismo en toda su trayectoria ha demostrado, de acuerdo con su propia naturaleza, ser absolutamente intransigente con las divergencias que emergen en su seno, ocuparía mucho espacio el listado de la persecución, el maltrato, los atropellos y expulsiones de que han sido víctimas los disidentes; el caso más reciente, en el estado Zulia, donde tres diputados del PSUV al Consejo Legislativo Regional, tuvieron la osadía de solicitar la renuncia de Motta Dominguez antes de ser destituido por Maduro, como ministro de la industria eléctrica, les fue irrespetada su condición de parlamentarios y han sido agredidos verbal y físicamente. En el caso de la disidencia militar la reacción ha sido implacable y retaliativa hasta más no poder, bastaría mencionar dos casos emblemáticos , los de los generales Raúl Baduel y Miguel Rodríguez Torres.
En el territorio de las fuerzas democráticas la polémica crispa los ánimos en distintos sentidos, si bien la pluralidad de su composición, supone la existencia de divergencias y la necesidad de debatir las diversas opiniones existentes en torno a aspectos tácticos y en cuanto al rumbo estratégico a seguir, sin embargo, tal como se viene debatiendo no pareciera crearse un ambiente favorable para el encuentro de las distintas visiones, por el contrario el distanciamiento entre ellas tiende a profundizarse hasta el punto de propiciar desde algunos sectores, afortunadamente no mayoritarios, un nuevo deslinde.
Coincidimos con quienes afirman que la unidad es un medio y no un fin en sí misma, pero subrayamos su sentido estratégico para lograr el cambio político, la estabilidad y gobernabilidad en una eventual transición; de tal manera que el problema es más complejo y no debe ser despachado con un apreciación a la ligera.
En un extremo se ubican los que proclaman «calle sin retorno» y con una interpretación absurda del artículo 187 numeral 11 de la Constitución, plantean una intervención militar de tropas extranjeras, formalmente apoyan la alianza constituida alrededor de Juan Guiadó, pero no pierden oportunidad para diferenciarse, la diferenciación es empleada como un instrumento para perfilar su liderazgo. Mantienen posturas inflexibles, no propician el encuentro con factores distintos y repiten las frases como conceptos inmutables, desprecian y descalifican a quienes no comparten sus planteamientos. El sectarismo y la arrogancia signan su comportamiento político.
En sentido opuesto hay un sector no monolítico que mayoritariamente se aproxima al agrupamiento liderado por la directiva de la Asamblea Nacional, aunque algunas individualidades de las que allí participan intentan disminuir y desconocer el rol del presidente del Parlamento, son partidarios de negociar la participación electoral en lo inmediato, sin ser muy rigurosos en eso de la exigencia de condiciones, invirtiendo lo que denominan el «mantra» formulado.
Exponen con mayor fuerza su argumentación y al igual que el sector extremista, usan a menudo frases lapidarias, posiciones mineralizadas con poca flexibilidad para contemplar otros criterios, también tienen en común el de actuar como dueños de la verdad. A veces incurren en el error que dicen censurar: el de la intolerancia, aunque por el talento de buena parte de sus integrantes no se puede descartar una revisión y modificación de esas conductas.
En anteriores oportunidades me he pronunciado por el afinamiento de los trilogía estratégica planteada, reconociendo los avances y el papel de la actual conducción. El debate político en el espacio de las fuerzas alternativas deberá colocarse a la altura de las circunstancias y encontrar denominadores comunes para despejar la ruta para el cambio político. Abandonar dogmas e incluso dudar de nuestras propias certidumbres puede contribuir a potenciar la fuerza para poder cumplir con los objetivos planteados.