El deporte como escenario de acciones terroristas, por Jesús Elorza
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El terrorismo como forma de violencia política ha sido un elemento recurrentemente utilizado por distintas organizaciones a lo largo de la historia y el deporte reúne un cumulo de atractivos que lo convierte en un escenario deseable sobre el cual desarrollar sus acciones. Los terroristas pueden amenazar o atacar un evento deportivo por el elevado simbolismo del mismo y por lo que representa universalmente.
Uno de los principales escenarios para las acciones terroristas son los megaeventos que pudiéramos definirlos como campeonatos o juegos únicos de escala internacional, con una duración fija, que producen niveles extremadamente altos de cobertura mediática, atraen a una gran cantidad de visitantes, implican grandes costos y tienen un fuerte impacto en la comunidad anfitriona (población, infraestructura, medio ambiente, etc.). Suelen ir acompañados de actividades paralelas, como festivales o eventos culturales. Los megaeventos deportivos por excelencia son los Juegos Olímpicos y las Copas Mundiales de Futbol.
A partir de los Juegos Olímpicos de Múnich 1972, en donde once atletas, entrenadores y oficiales israelíes fueron secuestrados y asesinados por integrantes de la organización palestina Septiembre Negro los megaeventos deportivos se convirtieron en un blanco muy tentador. Este incidente fue la primera vez que un ataque terrorista se convirtió en un evento mediático global que se transmitió por televisión a todo el mundo. La audiencia estimada: 900 millones de personas en más de 100 países. Hasta ese momento, ningún evento transmitido por televisión a escala internacional había alcanzado esos niveles de audiencia. los Juegos Olímpicos y las Copas Mundiales de Futbol reúnen una serie de características que ningún otro evento reúne:
Atraen una inmensa atención internacional, por lo que se registra una altísima asistencia de representantes de medios de comunicación, acreditados y no acreditados, que provienen de todo el mundo y que se encuentran concentrados en un solo lugar por bastantes días consecutivos.
Estos eventos, pues, brindan una plataforma mediática única y sumamente atractiva para los terroristas: llevar a cabo un ataque transmitido a escala global les proporcionaría una publicidad de gran alcance que difícilmente alcanzarían de otro modo, garantizándoles la máxima cobertura y audiencia posibles para proclamar su mensaje. Por solo citar un par de ejemplos, los Juegos Olímpicos de Beijing en 2008 tuvieron una audiencia total de televidentes de 3.510 y la Copa Mundial de Fútbol en Brasil 2014 tuvo una audiencia de 3.200 millones.
Como vimos en las repercusiones de Múnich 1972, el impacto del terrorismo va más allá del ataque en sí o de las víctimas inmediatas, y tiene implicaciones de largo alcance a nivel político, económico, social y psicológico. Durante los megaeventos, el prestigio de los países anfitriones está en juego bajo el escrutinio mediático global, así que un atentado terrorista pondría en jaque al gobierno del país sede ante los ojos de todo el mundo.
Desde Múnich 1972, decenas de ataques se han producido durante el transcurso de competiciones de interés mundial, convirtiendo el deporte en un rehén más del terrorismo. Atlanta’96, la Eurocopa de Fútbol de Inglaterra, la semifinal de la Champions League de 2002, la maratón de Boston en 2013… son solo algunos de los blancos y escenarios que han sido objetivo de atentados terroristas durante el último medio siglo.
También, con el tiempo las acciones de grupos terroristas emplean formas diversas para sus acciones. Carlos Igualada, director del Observatorio Internacional de Estudios sobre Terrorismo, que ha escrito el libro Terrorismo y Deporte nos señala que, la relación entre terrorismo y deporte es mucho mayor de la que nos podríamos imaginar, el vínculo es muy estrecho, pero no solo en forma de atentados, como los vividos en Múnich, Atlanta o Francia en 2017, si no por la financiación de estos movimientos que hacen algunos estados gracias al deporte como es el caso de países como Qatar. Pudiera decirse, que el terrorismo se viste ahora de palto y corbata para llevar a cabo sus acciones. Aquí es donde más se evidencia el caso Qatar. A través de Qatarí Sport Investments son dueños de instituciones como el PSG, y han usado esta presencia en el deporte para financiar actos terroristas, según confirman países como Estados Unidos o la propia ONU.
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Los ejemplos más claros son Arabia Saudí o Qatar, donde derechos tan básicos como los de las mujeres se ven dilapidados o el financiamiento del grupo Al Qaeda y aun así la comunidad Internacional guarda silencio, porque estos países invierten muy fuerte económicamente en eventos que interesan al resto de países, no solo en fútbol, sino también en política. Los países occidentales se benefician de dinero que entra gracias al deporte y giran la cabeza respecto a otros temas.
A manera de conclusión pudiera señalarse que, los escenarios deportivos son susceptibles de amenazas o ataques por su alta exposición mediática, alta visibilidad pública, alta representación simbólica y alta vulnerabilidad física. Algunos de esos grupos terroristas gozan del financiamiento que reinados dictatoriales que pretenden ocultar o lavar su imagen y la represión a sus pueblos a través del deporte.
Jesús Elorza es Licenciado en Educación, profesor en la UPEL