El desafío de la izquierda democrática, por Luis Manuel Esculpi
Recientemente participé en el acto de presentación un ensayo de Rodrigo Cabezas, donde el orador principal fue el padre Luis Ugalde. El trabajo de Rodrigo titulado: La izquierda rehén de su negación, propone una reflexión crítica sobre el devenir de un proceso que vislumbró promisor, pensando en la etapa que anunciaba un cambio de época, la del llamado «socialismo del siglo XXI» y la frustración con la cual pareciera cerrar el ciclo.
La cúpula del régimen al identificarse como de izquierda, le hace un daño catastrófico a todo lo identificado como tal, más allá del debate sobre la pertinencia del empleo contemporáneo de las denominaciones originadas por el lugar donde se sentaban las bancadas de la revolución francesa; lo cierto es que tales apelativos continúan identificando a corrientes políticas existentes en este tiempo.
En las breves palabras que pronuncié en el acto, hablando coloquialmente manifesté la impresión percibida por una importante porción de los venezolanos, en el sentido que identificarse con la izquierda es considerada «una raya», por las nefastas ejecutorias de un régimen que se ha autodenominado de esa manera. Es así como asumir la condición de pertenecer a la izquierda en nuestro país, requiere incluso para la élite, abundar en explicaciones, diferenciándose de la cúpula del régimen perteneciente al sector trasnochado y atrasado a la que Teodoro Petkoff catalogó como borbónica, por aquello de que «ni olvida, ni aprende».
Los militares que se dicen socialistas, lo hacen por razones de expresar respaldo al régimen y por simple y puro oportunismo, la mayoría de quienes lo hacen nunca antes manifestaron esa inclinación, no tienen la formación, ni la más mínima idea de las implicaciones del mal llamado «socialismo real», modelo fracasado en todos los lugares donde se pretendió imponer.
La existencia de varias izquierdas en el mundo actual no resulta de fácil comprensión, más cuando se tiende a generalizar, la vertiente más exitosa históricamente ha sido, la que considera un elemento sustancial la lucha por la democracia y la libertad indisoluble a la aspiración de la justicia social y la igualdad de oportunidades. Es la izquierda democrática y moderna, íntimamente asociada al pensamiento socialdemócrata.
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La oposición al régimen en amplios sectores de la sociedad, existe una especie de dinámica polarizada y pendular produce reacciones elementales –especialmente en las redes sociales– tendientes a rechazar toda manifestación que se aproxime a la denominación de izquierda o progresista, hasta llegar al colmo del absurdo calificando de comunista a la mayoría de las organizaciones políticas venezolanas.
Los sectores de la izquierda democrática, incluyendo a variantes de la disidencia chavista, entre quienes se encuentra Rodrigo Cabezas, han comprendido que el esfuerzo unitario, imprescindible para lograr el cambio político, en esta etapa de la lucha no supone la convergencia en torno a planteamientos ideológicos o doctrinarios, la exigencia a la orden del día es la unidad lo más amplia posible de todo el espectro político, para enfrentar con éxito al régimen.
Ya habrá tiempo al reconquistar la democracia y reinstitucionalizar el país de replantear nuevas definiciones, de asumir el desafío de repensar a la izquierda democrática, aunque ello signifique nadar contra la corriente, en fin de cuentas esa misión no le ha sido ajena a los pioneros de la lucha por la libertad y la justicia social.
En el campo de la socialdemocracia internacional existen visiones –afortunadamente minoritarias– que tienen una valoración errada, de las fuerzas de la alternancia, al juzgarlas como un «frente de derecha»; lo hacen desconociendo la historia política y la tradición de lucha de las organizaciones venezolanas. En la elaboración del Plan País y el desarrollo de la acción política en la lucha por el cambio, permitirá despejar algunas de esas apreciaciones.
La convicción, firmeza y serenidad en el proceso impedirá desviar la atención del objetivo principal, conformando una amplia alianza desechando las «gríngolas ideológicas» para alcanzar elecciones libres y producir el cambio.