El destino de Venezuela está en manos de los venezolanos, por Griselda Reyes
La semana pasada se anunció que una delegación oficial de Noruega llegaría a Venezuela para conocer la situación del país desde el punto de vista político y humanitario, y explorar si existe la posibilidad de entablar conversaciones entre el gobierno de Nicolás Maduro y la oposición representada por el presidente del parlamento Juan Guaidó, para superar la crisis. Oslo viene auspiciando desde hace un par de años, un proceso de negociaciones a través de una mesa, de la cual se retiró el oficialismo el año pasado.
Desde el mismo momento en que se conoció la iniciativa, hubo sectores que desestimaron este nuevo esfuerzo por buscarle una salida al estancamiento político, pero incluso Estados Unidos –país del cual algunos esperan una intervención militar para sacar a Nicolás Maduro y otros altos cargos del gobierno–, considera “razonable” que Noruega facilite una negociación en Venezuela.
La pandemia de coronavirus ha obligado a la humanidad a replantearse como un todo. Y Venezuela no es la excepción. Lo primero que hay que insistir es en el hecho de que el Covid19 permanecerá entre nosotros durante mucho tiempo y eso nos llevará a cambiar muchos hábitos para adaptarnos –que no es lo mismo que resignarnos–, a esa realidad.
Así como lo económico, lo laboral, lo gremial, lo educacional y lo sanitario se están transformando, lo político también deberá hacerlo. En Venezuela no habrá cambio sin transición y esa transición no se logrará hasta tanto agotemos las herramientas que nos da la propia Constitución para dirimir los conflictos: elecciones, diálogo, negociación y acuerdos.
Negarse al diálogo es negarse a la posibilidad de que Venezuela transite de nuevo hacia la ruta de la democracia, ruta que perdimos hace algunos años atrás, pero que estamos obligados a recuperar.
Y aquí quiero hacer énfasis: el rol de nosotros los ciudadanos es fundamental para exigir de esos líderes políticos compromiso real con el país, porque ningún escenario de los arriba planteados (elecciones, diálogo, negociación y acuerdos) surtirá efecto mientras no nos involucremos en ellos y le demos la fuerza. Aquí nadie tiene patente de corso para negar opciones reales.
¿Qué tal si nos atrevemos a dejar la zona de confort y participamos todos para empezar a allanar el camino hacia esa transición? ¿Qué tal si dejamos de invocar el TIAR (Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca) o de esperar a que los estadounidenses vengan a hacer el trabajo?
El camino electoral está minado de obstáculos, pero nos corresponde transitarlo poco a poco y convertirnos en la piedra en el zapato del oficialismo, al que vamos a sacar de su zona de confort para movilizarse en torno a unas elecciones legislativas que, en teoría, están convocadas para el 6 de diciembre, pero cuya fecha pudiera estar sujeta a cambio por el comportamiento del coronavirus.
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A quienes insisten en no participar y en no dialogar, los invitamos a luchar ante el CNE por condiciones justas, porque en política los espacios no se entregan, no se regalan, se pelean; los invitamos a organizarse para convertirse en testigos del proceso y evitar el fraude que pudieran cometer los actores acreditados del oficialismo en las mesas de votación; a exigir que sea aprobada la veeduría internacional en todo el proceso; a darle incluso el beneficio de la duda a la delegación noruega que vendrá a ver si el proceso de negociación es rescatable.
En cada fase de esta elección y de todas las que se convoquen en adelante, la participación ciudadana es fundamental. No se trata solamente de ir a emitir un voto, se trata de involucrarnos en los asuntos públicos del país, en aprender a jugar en los tableros de la política interna, en presionar a nuestros dirigentes para que hagan lo correcto. El destino de Venezuela está en manos de los venezolanos. Si no hay cambio político no habrá cambio en el país.