El dilema de la confianza en el voto y el CNE, por Vladimiro Mujica
Twitter: @MujicaVladimiro
Restaurar la confianza en el voto como mecanismo para inducir cambios en la crítica situación venezolana, y avanzar en la restauración de la libertad y la democracia, es un tema de vital importancia para la resistencia democrática al régimen. El asunto ha cobrado una relevancia singular en medio del debate acerca de la participación del CNE en La Primaria, tanto en Venezuela como en la diáspora, y como este evento puede influir en las elecciones presidenciales de 2024.
Es importante recapitular cómo el deterioro de la confianza ciudadana en el voto está conectado tanto con los claros intentos del régimen, a través de la manipulación del Poder Electoral, por controlar las elecciones y presentar ante el mundo una imagen de respaldo popular, como con errores estratégicos muy graves de la oposición.
Es imposible olvidar la Lista Tascón como herramienta de intimidación y control político y social o el fraude asociado a la elección de Maduro, así como el desconocimiento a la voluntad popular que en 2015 eligió a una AN con mayoría opositora, lo que condujo a la decisión arbitraria de usurpar la soberanía del pueblo con el nombramiento de una fraudulenta Asamblea Nacional Constituyente. Pero tampoco debe olvidarse que la oposición decidió no participar en importantes eventos electorales y que se abandonó parcialmente la presencia de testigos en las mesas, abriendo así la puerta para uno de los delitos electorales más conspicuos como es la usurpación de identidad luego del cierre de las mesas, lo que probablemente constituye una fuente de fraude aún más importante que la manipulación del REP.
De la misma manera, se abandonaron espacios de defensa del voto en el referendo revocatorio contra Chávez y en la elección presidencial donde resultó electo Maduro, aun habiendo ciertas evidencias de que Capriles fue el ganador. A todo esto se le suma toda una narrativa acerca del fraude electrónico y digital, que supone el uso de herramientas tecnológicas sofisticadas que habrían sido utilizadas para modificar «en vuelo» los resultados electorales y que, cuando se debió haber solicitado una auditoría de los cuadernos para descartar el fraude de la usurpación de identidad en la elección Maduro vs Capriles, se exigió solamente una auditoría convencional de las actas. Una auditoría que fue concedida casi de inmediato y que arrojó resultados que parecían validar el resultado ofrecido por el CNE.
Toda esta confusión nos dejó mal parados frente a la comunidad internacional, que se quedó con la idea de que a pesar de que parecían haber ocurrido hechos fraudulentos en las elecciones venezolanas, el chavismo contaba con un sólido respaldo popular.
Debemos aprender de nuestros errores en el tema del voto y también debemos estar convencidos de que la participación en procesos electorales en regímenes no democráticos, como el venezolano, no involucra necesariamente un acto de confianza en el organismo electoral.
El ejercicio del voto se basa en su poder disruptivo de las bases del autoritarismo chavista y en abrir espacios reales para la restauración de la democracia y la reconciliación de los venezolanos por la vía pacífica. Eso significa que no puede haber actos de ingenuidad en la participación en elecciones, pero también implica que pretender condiciones de participación que no involucren ventajismo alguno es, por decir lo menos, una expectativa altamente improbable en la circunstancia venezolana.
El régimen se juega nada más y nada menos que el poder si llega a perder una elección nacional, y por ello hará todo lo que sea necesario para manipular las elecciones a su favor. Pero el caso de Barinas —y no es el único— nos enseña que a pesar de todas las arbitrariedades es posible ganar si se participa masivamente y con unidad.
Y, más allá de nuestras fronteras, casos como el de Bolivia, Perú y Serbia nos enseñan que se puede ganar una elección aun perdiéndola por trampas del poder, siempre y cuando el fraude se pueda poner en evidencia nacional e internacionalmente, y que la elección sirva para movilizar la rebeldía social, un acto cuyos alcances son impredecibles.
Me he tomado el trabajo de escribir todo lo anterior para precisar que soy un convencido del poder transformador y disruptivo del voto, más allá de su importancia en una elección específica y aun enfrentando trampas. Pero todavía ello exige como condición indispensable que exista un liderazgo de oposición unificado y con una estrategia clara de respuesta al fraude, que sea capaz de construir una narrativa realista de su conducta, que no espere a que se conozcan los resultados adversos para lamentar el fraude, sino que esté presto a saltar a la dinámica de la resistencia ciudadana. Parece que estoy enunciando una utopía, dado el lamentable estado de división de nuestra oposición, pero es necesario que entendamos con precisión donde estamos parados.
En cuanto a La Primaria, este es un evento conceptual y políticamente distinto a la elección presidencial de 2024, en el cual la dirigencia opositora y de la sociedad civil están obligadas a hacer todo lo que sea necesario para permitir la participación de los venezolanos en Venezuela y en la diáspora.
El argumento de que La Primaria se debe hacer con el CNE porque no se deben alimentar mitos y fantasías, dado que las elecciones presidenciales serán obligatoriamente controladas por la autoridad electoral oficial, tiene debilidades conceptuales y políticas importantes, especialmente sobre el tema de la participación de la diáspora y la actualización del REP.
En primer lugar, ningún individuo u organización puede arrogarse la potestad de decidir sobre la participación de la diáspora. Ello no tiene justificación legal, ética ni constitucional, y debemos tomarnos con mucha seriedad cualquier intento de despachar como una ilusión los esfuerzos de los venezolanos en el mundo por participar en la gobernanza de su nación en los términos establecidos en la Constitución y la Declaración de la ONU sobre DDHH.
En segundo lugar, y ya en el terreno político, una de las mayores contribuciones a demostrar fortaleza en La Primaria, sería la participación de la diáspora en un proceso autogestionado que corrija el hecho de que el CNE no tiene ningún mecanismo —y tampoco pretende establecerlo— para atender a los venezolanos en el exterior.
En tercera instancia, construir un registro ciudadano que corrija las inaceptables carencias del REP y lo demuestre frente a los venezolanos y la comunidad internacional, puede ser una de nuestras armas más importantes para exigir cambios en el REP para garantizar elecciones libres y transparentes en 2024.
En resumen, lejos de debilitar la confianza en el voto por exigir una Primaria sin CNE, al hacerlo se estaría navegando en un espacio precioso para construir fuerza ciudadana para votar en 2024 en condiciones razonablemente transparentes y para exigir que el voto sea respetado. Muy lejos de nuestra motivación como Movimiento Ciudadano de los Venezolanos en el Mundo, organización a la que pertenezco, está el imponer el interés o la voluntad de la diáspora sobre el proceso venezolano. Queremos, sí, conceptuarnos como parte de un mismo pueblo y contribuir a argumentar la idea de que una Primaria sin CNE no pretende desvirtuar el rol del ente electoral, más allá de lo que el propio régimen ha logrado en esta materia, sino exigir que cumpla con su función constitucional desde una posición de fuerza, visibilidad internacional y movilización ciudadana.
Ignorar que aceptar el paquete de asistencia a la Primaria ofrecido por el CNE puede contribuir a transformar este evento en el acto de selección del candidato ideal para Maduro —al que pueda derrotar con facilidad en medio de la división previsible de la oposición y de la desconfianza de la gente, y que conduzca a su legitimación frente a la comunidad internacional— puede ser un acto importante de ingenuidad y no de realismo político, como se pretende argumentar. Por ahora, la última palabra en esta delicada materia la tiene el árbitro en el que todos hemos elegido confiar: la Comisión Nacional de Primaria.
Vladimiro Mujica es Doctor en Química. Profesor emérito de la UCV y actualmente en Arizona State University. Activista en ONG.
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