El dilema de las sanciones internacionales, por Ana Milagros Parra
Twitter: @amilagrosparra
Cada vez que se anuncia una nueva batería de sanciones contra el régimen de Nicolás Maduro, resurge el debate sobre su efectividad en la crisis venezolana, el cual se enmarca en dos posiciones: a) son nocivas, hay que levantarlas porque afectan directamente a la población y obstaculizan el proceso de transición, y b) el único culpable de la crisis del país es el chavismo, por lo que hay que seguir abogando por su aplicación sin ninguna crítica.
Puedo estar más de acuerdo con una posición que de otra, pero encontrar el terreno gris entre la polarización de opiniones es importante. Las posiciones extremistas no permiten ver adecuadamente el panorama, por lo que una comprensión más amplia sobre las sanciones internacionales, los comentarios sobre su papel en la crisis del país irán más allá de la discusión dicotómica de siempre.
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Las sanciones no son la causa de la crisis, sus efectos colaterales en la población son innegables, y no se supone que “tumben” a Maduro, porque no están diseñadas para eso.
Reemplazar un régimen político por otro no es su objetivo y no está dentro de sus capacidades. Son herramientas diplomáticas o económicas de política exterior para presionar, por lo que no representan un fin por si solas.
El objetivo de este artículo es proporcionar herramientas que ayuden al entendimiento de las sanciones internacionales por lo que realmente son, y que cada lector pueda tener una opinión más informada al respecto. Resalto algunos puntos que considero más relevantes:
- Son una herramienta (económica) con fines políticos: Porque sus fines son políticos, se debe juzgar su aplicación por las acciones (estrategias) políticas que las rodean, no por sus objetivos económicos. ¿La política exterior que las enmarca es la correcta? ¿Es la presión económica internacional suficiente? ¿Qué otros factores son necesarios para que sean más efectivas?
- Son creadas con base en los intereses del Estado que las aplica: Para comprender el incentivo de las sanciones, hay que evaluarlas desde la posición del país que las aplica (sender), no desde el punto de vista del sancionado (target). La política exterior responde a intereses domésticos. Sin dejar a un lado el enfoque desde la perspectiva de los venezolanos, estando alertas de sus verdaderas consecuencias y no caer en el discurso propagandístico de que “la crisis es culpa de las sanciones de Estados Unidos”.
- Distintos objetivos: Siguiendo el punto anterior, los objetivos de las sanciones internacionales se resumen en tres, siendo los primeros los más difíciles de cumplir, porque dependen directamente de factores no económicos.
- Primarios: Modificación de la conducta del país sancionado a favor de los intereses del que sanciona.
- Herramienta de posicionamiento frente a grupos de interés doméstico, se demuestra que están dispuestos a actuar y a ir más allá de la mera narrativa.
- Marcar precedente en el sistema internacional, desalentando a terceros de replicar el comportamiento del sancionado.
- Efectividad: Como mencioné, la efectividad de las sanciones depende de factores no económicos, algunos que pueden aumentar su posibilidad de éxito:
- Una oposición fuerte y cohesionada es determinante, porque es la que controla la presión interna, ya que un cambio doméstico no puede basarse en estrategias de política exterior de otro Estado, por lo que el accionar dentro del país debe enmarcarse en el entendimiento de que la presión internacional es complementaria.
- Multilateralidad: Mientras más Estados las impongan, menos es la posibilidad de evasión mediante terceros, además que aumenta la legitimidad.
- Credibilidad y flexibilidad: Saber que serán aumentadas si no modifica su conducta, pero también que serán levantadas si lo hace.
- Tiempo: Las economías se adaptan, y la evasión por terceros es una de las formas más comunes de sobrevivir bajo sanciones. Los dos primeros años de implementación suelen ser más efectivas, después, lo usual es que se creen lazos y alianzas comerciales nuevas con otros países, que buscan beneficiarse de la economía del país sancionado.
- Sí pueden tener un efecto cohesionador en la coalición de poder, también pueden ser utilizadas como pretexto de la crisis interna: Al mismo tiempo, esa “cohesión” se puede traducir en “arrinconamiento”, y no necesariamente significa estabilidad. Por otro lado, las excusas de alguna fuerza extranjera no son nuevas, las sanciones es solo el tópico actual. ¿Se puede decir que han fortalecido a Maduro?
- El daño poblacional no es proporcional al infringido por sus líderes, los cuales usualmente aumentan la represión, persecución política y limitan los bienes al grupo de poder. Mientras menos recursos, mayores son las maniobras para mantener los ingresos necesarios para la coalición de poder.
Habiendo dicho esto, cabe preguntarnos: ¿Qué problema poblacional actualmente se le puede adjudicar directamente a las sanciones? ¿Qué otra herramienta de presión está disponible en política exterior para presionar? ¿Sin ellas, significa que la situación venezolana fuese positivamente diferente? ¿Cuál es la alternativa? ¿Se están cumpliendo los factores que aumentan su efectividad?
Un régimen como el de Nicolás Maduro no cederá nunca sin presión, por lo que las sanciones se suman a uno de los tantos elementos requeridos para impulsar una transición. Y recordemos que traer la democracia a Venezuela es responsabilidad doméstica, no de los aliados internacionales.
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