El dilema del poder tecnológico, por Lidis Méndez
En la recta final de las elecciones presidenciales de 2024, Estados Unidos enfrenta un desafío trascendental: asegurar que el próximo presidente tenga la visión y el compromiso necesarios para mantener al país como líder en innovación tecnológica y en defensa estratégica. En un mundo cada vez más competitivo, los votantes estadounidenses eligen a quien dirigirá los esfuerzos nacionales en un escenario donde la tecnología es tanto una herramienta de crecimiento, como un anillo de poder.
La competencia tecnológica entre Estados Unidos, China y la Unión Europea no solo implica grandes presupuestos en investigación y desarrollo (I+D), sino también decisiones estratégicas que impactarán la vida de millones de personas. En 2024, estos actores continúan liderando la inversión en Investigación y Desarrollo a nivel mundial, cada uno con políticas que reflejan sus prioridades estratégicas.
Estados Unidos ha incrementado sus inversiones en sectores como inteligencia artificial, biotecnología y energía limpia, alineándose con la Ley de Ciencia y Chips para mejorar su competitividad en semiconductores y tecnología avanzada. Con este tipo de iniciativas, se espera que la inversión en I+D de Estados Unidos alcance aproximadamente el 3.5% de su PIB para fines de este año. Sin embargo, en el futuro próximo, el verdadero impacto no reside únicamente en estos números, sino en cómo se asignan estos recursos a áreas como inteligencia artificial, ciberseguridad, tecnología espacial, computación cuántica y defensa hipersónica.
Los votantes estadounidenses están frente a un nuevo y complejo dilema en materia de política tecnológica, con Donald Trump apuntando hacia un enfoque de desregulación en tecnología y libertad de expresión en plataformas digitales; mientras Kamala Harris aboga por una supervisión regulada que dé prioridad a la privacidad y seguridad de los usuarios, especialmente en el desarrollo de la inteligencia artificial (IA).
Ambos candidatos presidenciales son conscientes de que, para mantenerse a la vanguardia, el país necesita un entorno donde la innovación se celebre y permita a los emprendedores experimentar y liderar la economía global. Mientras defienden sus candidaturas, el contexto geopolítico es claro: China y Rusia están apostando por tecnologías que desafían la posición de EE.UU. en el mundo.
En estas elecciones, los ciudadanos tienen el poder de definir el rol de Estados Unidos en la arena tecnológica global, el próximo presidente no solo debe optar entre ser estratégico o disruptivo; además, debe integrar ambos enfoques para fortalecer la posición de EE.UU. como líder mundial.
El liderazgo tecnológico exige no solo visión, sino también una profunda comprensión de que la tecnología es hoy el nuevo campo de batalla geopolítico. La oportunidad está en manos de los votantes, quienes con su decisión pueden asegurar un futuro donde Estados Unidos continúe siendo por derecho propio, una potencia tecnológicamente integral y globalmente relevante.
El verdadero reto no es elegir entre estrategia o disrupción, sino en apostar por un liderazgo que sea estratégicamente disruptivo, adaptándose a un mundo que no espera a nadie. En noviembre de 2024, la elección entre Trump y Harris representa dos caminos divergentes en la relación del gobierno con la tecnología, donde la visión de Harris podría beneficiar a los consumidores preocupados por la privacidad y a quienes ven la IA como un área que requiere supervisión gubernamental para prevenir abusos; mientras, las grandes empresas tecnológicas podrían preferir el enfoque de Trump, que ofrece menos restricciones y permite una expansión sin mayores regulaciones.
Para los votantes, este contraste ofrece una elección entre dos modelos tecnológicos: uno enfocado en la protección y la colaboración internacional, y otro que privilegia la libertad de mercado, la innovación independiente y la conquista espacial. Así, las elecciones de 2024 también pueden decidir el papel que Estados Unidos jugará en la regulación global de la tecnología, una responsabilidad que, en medio de una economía digital en rápido crecimiento, podría tener repercusiones duraderas tanto en el ámbito nacional como internacional.
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En conclusión, el próximo noviembre, los estadounidenses enfrentarán una decisión que trasciende la habitual polarización partidista. Más allá de elegir entre demócratas y republicanos, los votantes determinarán el rumbo tecnológico de la nación para las próximas décadas.
La pregunta crucial no es quién ocupará la Casa Blanca, sino qué visión tecnológica guiará a Estados Unidos en un mundo donde la supremacía digital equivale al poder global.
Lidis Méndez es politóloga.
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