El dilema militar, por Teodoro Petkoff
La crisis de gobernabilidad llegó a su etapa terminal la semana pasada cuando el Gobierno perdió el control de la Fuerza Armada. Cuando ésta asumió la deposición de Chávez como salida a la crisis política, sencillamente había dejado de obedecer a su comandante en jefe. El encadenamiento de episodios que condujo a la caída del Presidente comenzó con el pronunciamiento de un grupo de altos oficiales, en la clásica asonada, pero ello, por sí mismo, no habría tumbado el Gobierno de no haber mediado los pronunciamientos, ahora sí institucionales, de los distintos componentes de la FAN, en particular los del Ejército y la Guardia Nacional. Que Lucas Rincón haya sido el vocero de la rendición de Chávez revela hasta qué punto ya su defenestramiento había adquirido carácter «institucional», si es que se puede utilizar esta expresión para explicar hechos, cierta y paradójicamente, poco institucionales.
Sin embargo, no estuvimos ante un cuartelazo tradicional. En un golpe militar nadie se está preocupando por las formas democráticas. Sin duda que los golpistas del 4F, por ejemplo, no pensaron para nada en esas «menudencias». Pero el 11A no fue así. Para los sectores institucionalistas de la FAN, ya comprometida ésta en la salida del Presidente, lo más importante es que ella no tuviera el carácter de un golpe y que fuera preservado el inefable hilo constitucional. De allí que cuando se instala el gobierno provisional y éste se vuela de un solo plumazo todo el entramado institucional del Estado, configurando, ahora sí, ese golpe de Estado que la FAN no quería, la correlación de fuerzas en el seno de ésta cambió inmediatamente. El chavismo militar, que no había disparado un tiro en defensa de su jefe (Baduell simplemente se mantuvo a la expectativa), sumó sus fuerzas al sector institucionalista y el Presidente, cuya carta de renuncia nunca apareció -esta fue otra formalidad democrática decisiva-, volvió a Miraflores. La misma institución que había convalidado la salida del Presidente, al no ver cubiertos los extremos legales y constitucionales de ésta, restableció el statu quo ante. La vida real, en este Macondo venezolano, superó toda la imaginería de lo real maravilloso.
Pero no se pasa impunemente por todos estos avatares. La institución armada entró en una crisis de identidad. En un mismo día quitó y restituyó un presidente. ¿Es su rol poner y quitar gobiernos? Obviamente, no. Pero la politización que Chávez ha inducido en la FAN, el fuero especial que la Constitución le atribuye, está en la raíz de sus problemas actuales y en los de la República.
Reinstitucionalizar la FAN, restablecer su condición no deliberante, despolitizar su vida interna es esencial no sólo para superar su división sino para marcar un viraje verdadero en la conducta del Gobierno. Mientras éste insista en hacer de la FAN un cuerpo políticamente beligerante («La revolución tiene tanques, cañones, fusiles»), la estabilidad de las instituciones estará en peligro. Medio siglo de vida democrática no ha pasado en balde por la FAN, pero la experiencia reciente revela que la tentación del golpe anda suelta por allí. Un gran paso en el sentido de las rectificaciones necesarias por parte de Hugo Chávez sería el de restablecer la función específicamente militar de la FAN.