El doble filo de la abstención
Si de algo ha servido el arma de la abstención ha sido para dejar plasmado el porcentaje de los no votantes sobre el total de los que tienen derecho al voto. En todo proceso electoral esta acción siempre estará presente, pero de allí a convertirla en una estrategia, incluso para oponerse a los regímenes autoritarios, más que una temeridad, pasa a ser un instrumento aliado al enemigo que pretendes golpear, sobre todo si ella implica la no presencia del actor político que la promueve. La no participación en esos procesos deja el espacio libre al contrincante para cometer los fraudes hartos ya conocidos en la historia.
Pudiésemos agotar estas cuartillas explicando los tipos de abstención como fenómeno electoral, pero el asunto que nos mueve es la prédica en factores minoritarios, pero muy activos en las redes y demás medios de comunicación, no solo abogando por la no participación electoral, sino calificando de traidores y negociantes de las luchas emprendidas recientemente a quienes han decidido participar. Los combates contra las pretensiones dictatoriales no pueden ir en línea recta y dura como una viga de acero, los mismos ameritan asumir todas las formas pacíficas y violentas que la coyuntura vaya colocando en el tablero.
En la pelea contra el fraude constituyente los grupos radicales le impusieron al resto de la MUD, la vía del “Boicot Electoral” como forma de evitar el acto fraudulento, y este llamado devino en una simple abstención pasiva, no vigilante para evitar los resultados conocidos. De esa actitud nadie ha entregado cuentas, pero si han regresado a su radicalismo infecundo, para esta vez lanzar toda su caballería, contra quienes hemos tomado la iniciativa de participar en estas elecciones regionales, donde, por cierto, se demostrará que jamás existieron los ocho millones de votos de los cuales se ufana el PSUV.
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