El dolor en el camino del venezolano, por Griselda Reyes
Twitter: @griseldareyesq
Desde hace varios años, el venezolano enfrenta una gran prueba física, psíquica, emocional, espiritual y hasta formativa. No sólo duda de los principios y valores que le fueron inculcados, sino que pareciera estar regresando al estado primario donde todo era válido para lograr su subsistencia, aquello que los expertos denominan darwinismo social.
Las necesidades humanas se desarrollan bajo una amplia gama. Me tomo un par de minutos para desarrollar este punto que me parece fundamental, pero que a mi entender, fue adecuadamente jerarquizado por Abraham Maslow en su obra «Una teoría sobre la motivación humana» y en la que, a través de una pirámide, describe qué impulsa la conducta humana.
Hay necesidades fisiológicas básicas como respirar, hidratarse y alimentarse; dormir y eliminar los desechos corporales; evitar el dolor; mantener la temperatura corporal; y las necesidades sexuales. A ellas se suman las necesidades de protección y seguridad, que surgen cuando están satisfechas las primeras, y se refieren a la seguridad física, de recursos y de vivienda.
Les siguen las necesidades sociales y de aceptación social; y las necesidades de estima y reconocimiento, que muchas veces son más difíciles de identificar, y a las que Maslow le da mucha importancia, porque cuando un individuo tiene la estima alta, su vida tiene sentido y se valora como persona y como profesional.
Para él, esa necesidad de autoestima es vital para lograr el equilibrio en el ser humano, garante del éxito y de la autorrealización.
Hoy vemos cómo la realidad del venezolano se agrava por las fuertes deficiencias –en unos casos–, y la carencia total –en otros–, de los servicios básicos, los servicios sociales y de los demás sistemas de protección social, que no garantizan la calidad de vida ni el respeto a la dignidad humana.
El venezolano parece no recibir, y mucho menos percibir desde el Estado, la garantía de consideración de sus necesidades como ejercicio de sus derechos, pues los «servidores» públicos no desarrollan recursos para satisfacerlas.
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Y el único acompañante del venezolano en este camino de necesidades es su soledad, que asume lo personal, lo familiar y en algunos casos, la del entorno en el cual vive. No sorprende escuchar a alguien en Caracas decir que se quedó completamente solo porque toda su familia está en el extranjero. A esta difícil situación debemos sumarle que muchos de ellos no pueden desplazarse de un sitio a otro, bien sea por temas de asilo o sencillamente por la trágica situación de estar indocumentados.
Dada la compleja situación humanitaria, nuestros habitantes sufren necesidades objetivas, verdaderas y básicas como la carencia de agua, energía eléctrica, alimentos, salud y educación. Pero también tiene necesidades en el espectro individual, muy relacionadas con la cultura en la cual se desenvuelve. Ambos, lo individual y lo colectivo, integran los problemas de desarrollo y bienestar que afrontan los individuos, tal como lo señala Maslow.
En el complejo caso venezolano, actores sociales y políticos han presentado esquemas de solución –ayuda humanitaria– que no logran llegar a todos, y mucho menos instrumentarse como herramientas de superación personal y colectiva. Estamos claros que estos programas se quedan sólo en la satisfacción momentánea de alguna carencia o debilidad personal, sin atacar ni atender lo estructural.
Y entonces aquí es cuando se instala la percepción generalizada del venezolano de que está caminando solo con su dolor.
¿Qué siente el venezolano? Que no hay ningún actor social o político acompañándolo. Que él se encuentra solo, satisfaciendo necesidades básicas, fisiológicas, inmerso en un círculo de privación y pobreza.
¿Están los actores políticos y sociales haciendo lo que corresponde para atender y satisfacer las necesidades básicas? ¿Qué piensan los actores políticos y sociales sobre el venezolano, sobre sus necesidades y los medios para satisfacerlas? Estas son las interrogantes que todos, sin excepción, desde nuestra tribuna debemos responder al país.
Grisela Reyes es empresaria. Miembro verificado de Mujeres Líderes de las Américas.
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