El drama de la derecha en Latinoamérica, por Ángel Monagas
Twitter e Instagram: @AngelMonagas
Cuando analizamos los resultados de los últimos procesos en nuestra parte del continente, podemos llegar a conclusiones erradas y a imprecisiones conceptuales y sociológicas.
El resultado del Perú se acerca mucho a eso.
¿Por qué? ¿Es que la derecha fracasó? ¿Es que el socialismo es mejor o es que el liberalismo no responde a nuestros intereses?
Empecemos por aclarar que en el Perú, como en Argentina, Bolivia y en Chile, no triunfó la izquierda, ni siquiera las ideas de Marx. Es la concertación de un proyecto populista, ideado por Lula da Silva y Fidel Castro en 1990.
No me refiero tan solo al plan del Foro de Sao Paulo ni a la Unión de Repúblicas Socialistas de América (URSA).
No es una película ni un invento del Nuevo Orden ni de los extraterrestres o espíritus.
La derecha o, mejor dicho, el liberalismo como corriente opuesta a la prevaleciente izquierda en Venezuela, aún no ha entendido ni encontrado el puente comunicacional con las grandes mayorías.
En un artículo de prensa, publicado el 9 de diciembre del 2016 en LaRepublica.net, titulado Socialcristianismo. Conclusiones, Emilio Bruce decía:
«Algunos costarricenses perciben el socialcristianismo como extrema derecha por ser antítesis del marxismo y sus derivaciones. En realidad, la oposición contra la doctrina social de la Iglesia católica deriva del hecho de que el socialcristianismo es profundamente democrático y bajo su régimen las elecciones populares son concebidas como un voto para cada ciudadano mayor de edad y se ejerce plenamente en diversidad de partidos y opciones. No es un régimen totalitario de partido único.
»En realidad, el discurso contra el socialcristianismo obedece a que es una herramienta social para lograr cuatro elementos básicos en una sociedad: primero, para colocar la dignidad, libertad y preeminencia del ser humano creado a imagen de Dios antes que cualquier partido, líder iluminado, o del Estado mismo. Segundo, para buscar el bien común estableciendo relaciones de equilibrio, respeto, justicia y bien entre las personas. Tercero, para crear una relación de solidaridad entre las personas sin menoscabo de su libertad, de sus vocaciones o iniciativas libres. Cuarto, para atender las necesidades de los más pobres y de los más necesitados de educación y de trabajo, sin aplastar a quienes tienen, a quienes ya disfrutan del bienestar que se desea dar a toda una colectividad. No es acabando con los exitosos cómo se promueve a los menos favorecidos.
»El socialcristianismo no promueve la creación de pobreza al nivelar para abajo y empobreciendo a todos. El socialcristianismo busca de manera clara que cada individuo despegue sostenidamente en su economía y en su vida familiar. Nunca ha buscado confiscar de unos para dar a otros. Ha buscado y alcanzado relaciones equitativas y justas. Busca claramente repartir riqueza produciendo más, no repartir pobreza repartiendo lo que hay entre todos».
Una de las grandes fallas del socialcristianismo, a pesar de los esfuerzos de muchos, es la carencia de un proyecto, de unas ideas para superar las necesidades materiales, que sí existen y no las negamos, como es el hambre, la pobreza extrema en general.
Maritain, fue un pensador inspirado en la filosofía cristiana. Su aporte es un océano a la causa de la democracia cristiana pero no bastó para enfrentar el verbo, la falsa imagen del comunismo en el mundo.
*Lea también: Despotismo neoliberal con retórica socialista, por José R. López Padrino
El comunismo se disfraza, se permea a otras ideas. Al final resulta lo mismo. La socialdemocracia intenta dejar de ser la «borra» del socialismo. Le costará. Los ejemplos de gobernantes como recientemente Bukele, Fernández, no los ayuda.
Tristemente, todo comenzó con el Lucifer político del siglo XX, Fidel Castro. De allí para acá, ha sido un camino duro. Los gobiernos socialistas han encontrado en la narcoguerrilla un aliado importante. Hoy se habla de planes en los partidos. En Venezuela sobran los ejemplos.
El socialcristianismo puede ser la clave. El equilibrio entre una población que reclama cambios, perseguidos por la injusticia social. La democracia cristiana es su instrumento, debe jugar con más fortaleza hacia el centro.
Los liberales deben entenderlo y abandonar los radicalismos. De lo contrario, seguirán desapareciendo como opción y sería muy triste.
La derecha soluciona, pero no emociona
Imaginen a una jovencita de 15 años. Ella, por regla general, se enamora del muchacho más extrovertido, el más solicitado en la escuela o en el barrio, si baila y canta es peor. Si anda desaliñado, con el pelo largo, tatuajes, no importa, es la moda.
Ella no percibirá a los jóvenes que trabajan duro, que se preparan, que valoran la puntualidad y el orden, por ejemplo. Ese es un nerd (que no sé si hoy en día los llaman así). Lo que deseo significar es que esa jovencita es nuestra Latinoamérica.
El que ofrece ayudas, bonos, premiarte por no trabajar, ese llamará la atención. El que manipula la desigualdad social para convertirla en resentimiento y en lugar de decirte cómo acabar la pobreza, te señala a los «ricos» como los culpables de tu situación, tendrá las mayores oportunidades.
Los sociólogos hablan de un mal heredado, producto de la colonización. Yo creo que no avanzaremos sin entender que el único elemento de crecimiento es el trabajo, la producción.
El pobre prefiere el pescado en lugar de aprender a pescar.
Por eso es necesario un mea culpa de los políticos. Debe renacer el socialcristianismo como nuevo catalizador. La derecha «pura», dogmática del liberalismo no lo lograra.
Debemos despertar simpatías sin perder el norte.
El filósofo oriental Confucio señaló: «El hombre que ha cometido un error y no lo corrige comete otro error mayor». Gracias a Gustavo Ruiz por recordarme estas sabias palabras.
Los políticos de América tienen la palabra.