Mucho peso y poco músculo, por Xabier Coscojuela
Estamos claros que parte de la parálisis gubernamental tiene que ver con las gríngolas ideológicas que carga el Gobierno. Las personas que escogió para encargarse de los más importantes ministerios del área económica confirman lo que decimos, estamos graves
Autor: Xabier Coscojuela
Nicolás Maduro no hace mercado. De eso estamos seguros, y no solo porque es el Presidente de la República y no tiene tiempo para tales menesteres, sino porque tampoco demuestra mayor premura por tomar medidas que puedan ir corrigiendo los entuertos que su «padre» político y él mismo le han generado a la economía nacional. Si tuviera que recorrer diferentes mercados para abastecer su hogar y soportar horas de cola bajo el generoso sol venezolano seguramente otro gallo cantaría.
Si el año pasado no tomó medidas porque venían las elecciones parlamentarias -como ha admitido-, al día de hoy y después de haber transcurrido casi dos meses de esos comicios, el jefe del Estado sigue haciéndose el musiú. Nombra unas comisiones, más burocracia, aumenta el número de motores -en comparación con los que tenía el difunto expresidente Chávez-, pero la economía sigue sin arrancar. Puro aguaje.
Estamos claros que parte de la parálisis gubernamental tiene que ver con las gríngolas ideológicas que cargan. Las personas que escogió para encargarse de los más importantes ministerios del área económica confirman lo que decimos. Anuncian que van a tomar medidas que preserven las «conquistas sociales» de estos años, por lo que cualquier iniciativa que se parezca a las recomendaciones de los economistas de la «derecha» está descartada.
Todos seguimos esperando por las medidas «socialistas», marxistas químicamente puras que acaben con la inflación y llenen los mercados de todo tipo de productos. Pero tampoco llegan. Esa batea ni lava ni deja lavar.
No entendemos por qué ese tipo de disposiciones no han sido puestas en práctica, sobre todo tomando en cuenta el poder político con el que contaban hasta el 5 de enero, pues la anterior Asamblea Nacional obedeció servilmente todo lo que Miraflores ordenó. ¿Será que esas medidas «socialistas» no existen? Por ahí como que va la cosa.
Ahora bien, la situación económica es tan delicada, sus consecuencias sociales son tan evidentes y tan graves que van a terminar derivando en una crisis política de incalculables consecuencias. Las medidas para cambiar de rumbo e ir resolviendo la difícil coyuntura requieren contar con un gran capital político, pues el costo de las mismas va a ser alto.
Carlos Andrés Pérez en su momento lo tuvo y se descapitalizó bastante rápido.
Rafael Caldera tenía mucho menos capital político que su predecesor e incluso no estaba convencido de lo que iba a hacer, pero logró conformar un equipo ministerial que le habló con la verdad al país y alcanzó los consensos necesarios para poner en marcha las reformas, las cuales no llegaron a feliz término por la irrupción de Hugo Chávez.
Hoy es evidente que el capital político de Nicolás Maduro es mínimo. Sabe además que lo que hay que hacer echa por tierra toda la palabrería y las acciones que su predecesor y él mismo han llevado adelante durante todos estos años.
No quiere pagar el costo político que tales decisiones significan. Sería el reconocimiento de que esta «revolución» es un fracaso descomunal. Todo indica que no cuenta con la fuerza necesaria para afrontar tan difícil tarea. Pero el inmovilismo terminará siendo más caro.
Es hora de que el Presidente de la República se comporte como tal y decida pensando más en el país y sus habitantes que en mezquinos cálculos políticos. Lo que está en juego es demasiado importante.
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