El enemigo que combatimos no descansa, por Ángel Monagas
Twitter e Instagram: @Angelmonagas
Se dice fácil, no lo es realmente. Me refiero a esas personas que culpan al pueblo venezolano por no hacer nada ante los abusos de la tiranía.
Muchos desde el año 2000, hemos librado distintas batallas para enfrentar lo que sabíamos era el enemigo mortal de nuestro país, más precisamente de nuestro estilo de vida, que es lo realmente atacado por los regímenes comunistas y criminales que nos gobiernan.
Quizá ante la ausencia de modelaje de auténticos líderes y dirigentes políticos, sencillamente se cansaron, dejaron de creer y de encontrar razones para luchar. Su única motivación es la personal, la de su familia y su entorno inmediato. Carecemos de espacio para analizarlo en profundidad. Sin embargo, ratifico, la culpa no ha sido de los venezolanos que en masa incontables veces respaldaron.
En Venezuela algunos estudiosos han determinado que no tenemos una dictadura, ni un comunismo (aunque a mi juicio sí), ni un totalitarismo o algo parecido.
Hablan de un sistema criminal que nos gobierna.
Coincido con esta conceptualización y le agregó algo más grave: Es un mecanismo de control, de represión, con fines económicos, basados en someter a la gente en una especie de esclavitud, producto del miedo, de la depresión que te va causando, para desanimarte y convencerte de que no hay salida, esto llegó para quedarse. Por eso he dicho: El pueblo venezolano se siente “Atrapado y Sin Salida”.
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Así trabaja este aparato de gobierno. En paralelo, a través de una coexistencia con grupos criminales en cada región o estado.
En Bolívar es la mafia del oro, en Zulia es el contrabando de mercancías, de gasolina, etc.
En todas está presente un elemento delictivo común: el narcotráfico.
Estos grupos se han repartido el poder y se “entienden” políticamente para gobernar. Uno va a Margarita y observa la mafia de árabes, encontrándose curiosos personajes. Igualmente los denominados “Testigueros” (oriundos de las islas de los testigos, muy cerca de Trinidad), que hacen gala de poder, de dinero e infunden temor. Con ellos no te puedes meter.
Eso ocurre repito en todas las regiones.
En Sucre, en las zonas cercanas al Golfo de Paria, gobiernan grupos criminales. Y así sucesivamente.
Los comunistas como es tradición mundial, han hecho alianzas con todas estas organizaciones para someter a la población. Por eso la Unión Soviética prevaleció 80 años y la narcotiranía cubana lleva 60, convirtiéndose en el aeropuerto donde más criminales aterrizan y se aprovisionan.
Para hacernos cortos y sin abundar en muchas profundidades, en 20 años este sistema criminal ha logrado crear una cultura de migración, absolutamente contraria a nuestra tradición cultural ni siquiera en los tiempos de independencia. A ellos les interesa que tu concluyas “hay que irse, no tengo otra opción”. Y con la somalización que vive el país, la gente ha tomado esa salida: Aeropuertos, puertos, alcabalas, cualquier medio que te permita alejarte.
Todos alguna vez y en repetidas ocasiones nos sentimos cansados, agotados, desanimados, lloramos, suspiramos, sufrimos al ver las necesidades, las injusticias. Llegamos a la misma conclusión.
De inmediato recuerdo todos los momentos cuando celebramos hechos, que supuestamente iban a terminar este sistema criminal. Por ejemplo, la elección de Guaidó como Presidente de la AN y su posterior asunción del poder ante la usurpación de Nicolás. La mayoría del pueblo venezolano se alegró. “Ahora sí” decían muchos. Más recientemente lo de la aprobación del TIAR, el diálogo de Noruega y pare usted de contar.
Por lo general después de esas explosiones de felicidad, al corroborar la triste realidad que con el tiempo no cambia, nos sacude una gran depresión.
No se mal interpreten mis palabras. Hoy por hoy, Juan Guaidó, un joven lleno de buenas intenciones, es el único sobreviviente político con alguna posibilidad de cambiar estos escenarios. Hay otros y otras, con menos oportunidades circunstancialmente para hacerlo.
Lo digo, porque yo, que nunca renunciare a ser crítico, “antipoder” por naturaleza, caiga quien caiga, apuesto por su éxito, sin desnaturalizar mi labor comunicacional.
No quiero divagar en las realidades alrededor de la joven figura, quienes tienen más que explicar que ofrecer, lo que quiero resaltar es que los venezolanos, la opinión pública en general, no comprende, que no combatimos a un hombre, a uno que ejerce ilegítimamente el poder como Maduro, con limitaciones mentales y en especial espirituales, sino a todo un entramado de intereses, ajenos al derecho, ubicados estratégicamente en el ala de la ideología socialista, comunista, con fines distintos a los políticos.
El problema es que el poder les ha permitido fortalecer sus consorcios, sus negocios y ellos no se derrotaran en una sola batalla.
Un periodista zuliano esta mañana me mostraba un twitt del actor y director teatral en Caracas, Héctor Manrique, donde señala una verdad más grande que el puente sobre el lago: “Lo de Ecuador deja claro una cosa: Si no haces lo suficiente para salir de Maduro, Maduro hará lo suficiente para salir de ti. Los dictadores funcionan así!”
Lógicamente no comparto lo de “Dictador”, por las razones esgrimidas al principio. Si Maduro fuese dictador, al menos habría seguridad, por mencionar un solo elemento.
Ahora Héctor Manrique tiene toda la razón en lo otro.
Nuestro problema no lo resuelve una marcha, o dos, tres, cuatro, etcétera. Ni una votación en la OEA, ni en la ONU, para graficarlo mejor.
Guaidó está en el deber, nosotros, cada uno también.
Nuestra guerra debe ser de años y es triste que nos disfracen la realidad con una inmediatez inexistente, hasta que primero, todos los componentes opositores se pongan de acuerdo.
Podemos empezar a ganar batallas. Incluso sacar a Nicolás y al chavismo. Pero no confiarnos ante el enemigo y el mejor ejemplo es Argentina, Ecuador y el mismo Brasil.
Si ellos no descansan para acabarte, para destruirte, ¿Por qué tú y en especial los líderes se regodean en pomposas victorias tan efímeras como firmas en el agua?
Ni pido ni doy cuartel.