El espejo del otro, por Adriana Morán
Tantos años escuchando las mismas amenazas, los mismos gritos, la misma mal disimulada intención de dividir y enfrentar, fueron construyendo la réplica. Aferrados al discurso de estar en contra fueron copiando sus modos y sus disonancias hasta construir un lugar que queda al frente pero que se le parece tanto que podrían confundirse.
Lo que al principio fueron ideas y gentes diversas dispuestas a confluir en el objetivo de construir un país distinto basado en principios democráticos y apegados a la Constitución, fueron de a poco dividiéndose guiados por el estratega que desde el poder mueve sus hilos para debilitar al enemigo. Así, seducidos por la altisonancia que congrega a un grupo de incondicionales con un pensamiento idéntico y sin la osadía de la crítica, una parte de lo que fue ese todo opositor se fue convenciendo de la conveniencia de manejar a sus seguidores del mismo modo.
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Sin darse cuenta, o dándose, se fueron convirtiendo en esa imagen duplicada que ya no necesita tanto de valores democráticos o de seguir la letra de la Carta Magna, sino de conseguir la obediencia de muchos que quieran seguirlos porque hablan tan alto y tan recio como el que adversan. Porque pueden imitar sus tácticas divisorias y usarlas contra los propios con la misma eficiencia que aquel las usa contra el adversario. Porque pueden, en fin, después de tanto tiempo, ser como ellos.
No importa que en esa loca carrera para convertirse en el otro y copiar sus formas se haya acabado con una alianza que se sobrepuso a las diferencias para darle un susto electoral al malo y para tener la oportunidad de construir una alternativa del todo distinta a la que ocupa el poder. No importa que de todos los que estuvieron en un momento unidos para enfrentarlo y arrebatarle pedazos de ese poder ya no lo estén. Tampoco importa que esa tribuna que ocupan para imitar al otro la hayan conseguido con esa alianza que supo juntar, no gritos ni amenazas, sino voluntades y votos.
Enfrentados a la posibilidad real de perder la Asamblea Nacional conseguida en aquella ahora distante capacidad de unirnos para derrotar al autoritario, no imitando sus prácticas nefastas, sino enfatizando lo que nos diferencia, muchos nos preguntamos si terminaremos por perderlo todo en nombre de esos dos extremos que se parecen tanto: el que desde el poder no quiere que votemos, y su réplica.