El espejo encantado, por Marcial Fonseca
Generalmente, cuando en esta columna se quiere hablar sobre lenguaje, se publica el artículo en abril por aquello de que es el mes dedicado al idioma o a la literatura o al libro, y ello porque Cervantes y Shakespeare, ambos, murieron exactamente el 23 de abril de 1616; sí, en la misma fecha, mas no el mismo día.
La explicación es sencilla: cuando el papa Gregorio XIII, por allá en 1582, decretó la eliminación de diez días del calendario para corregir unos desajustes estacionales, los países católicos implementaron inmediatamente la reforma, pero los países protestantes tardaron más en hacerlo, entre ellos Inglaterra, lo que significó una diferencia de varios días en los calendarios del mundo católico y el de los otros; y por ello el 23 de abril de 1616 de España no coincidió con el 23 del mismo mes de los ingleses.
Todo lo anterior vino a la mente del autor porque en días pasados se le ocurrió preguntar en su muro de Facebook los errores ortográficos que había en la palabra ‘uebos’. Las respuestas, como era de esperarse, se fueron por la tangente. Unos aconsejaban que debía anteponerse una hache y cambiar la be por la uve; otros aconsejaban cambiarla por la ve y algunos prosaicos por la ve pequeña. Unos pocos, realmente unos «rolo ‘e vivos», filáticos ellos y con diccionario en ristre, pontificaron que teníamos los uebos de enredar el cotarro y que teníamos que ser más cuidadosos en cuestionas del idioma.
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Y ya que estamos en este camino, sigamos con una pregunta que siempre es una trampa: ¿cuáles son los gazapos —si los hubiere— en los siguientes pares de palabras?:
intención/intensión
hubo/hubieron
beneficio/veneficio
lazo/laso
tranzar/transar
vaca/baca
pollo/poyo
Esto me trae a la memoria a un hombre que empezó a estudiar inglés. Cuando ya estaba en los niveles avanzado del aprendizaje, se dio cuenta de que él estaba pronunciando correctamente la combinación inglesa -ths, como en fifths (quintos); esto es, estaba articulando la zeta madrileña y a continuación la letra ese. Combinación difícil para los que tenemos el español como lengua materna; por ello se puso como tarea pronunciar la ‘ese’ en nuestro idioma. Es decir, Caracas sería ‘Caracas’ y no «Caracaj».
Así, empezó a decir, por ejemplo, «a las tres y media de la tarde» y no «a la trejimedia de la tarde»…; o «a las dosimedia» en lugar de «a laj dojimedia». En pocas palabras, no quería hablar como lo hacemos por estos lados del mundo hispanoparlante.
Una vez estaba practicando en el baño de su casa la correcta pronunciación de la desinencia de ‘ir’, primera persona plural del presente, modo indicativo, con pronombre enclítico, y en voz alta decía «vámosnos»; sin darse cuenta de la letra espuria. Esto lo hacía antes de irse al bar «El espejo encantado», a reunirse con sus amigos del barrio. Por supuesto, ensayó «¿cómo están ustedes?», «¿cómo están ustedes?»… para no decir «¿cómo ejtán ujtedej?».
Llegó al sitio de la reunión, saludó a los amigos, se ubicó en la barra y le dijo al barman:
–Un trasgo doble de un whisky cualquiera, pero de 12 años.
Bueno, él realmente dijo ‘güisqui’, como debe ser; aunque no se sabe por qué no dijo ‘trago’.
En el espejo detrás de la barra apareció una cara de color gris púrpura, ojos rasgados, sonrisa sardónica y que lentamente empezó a mirarlo; y sí, era un trasgo; y con un brazo que salió del vidrio apretó al cliente por el cuello, y este se hizo humo al mismo tiempo que el fantasma.
Marcial Fonseca es ingeniero y escritor
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