El espíritu del 28 de julio, por Gregorio Salazar
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Cierre de campaña en Caracas. El candidato presidencial Edmundo González Urrutia y María Corina Machado, quien lo impulsa con todo el capital político de su triunfo en las primarias, avanzan muy lentamente entre la multitud compactada a lo largo de la avenida principal de Las Mercedes, y se detienen cuando la muchedumbre comienza a corear el himno nacional y agita miles de banderas con el tricolor nacional.
Imposible no recordar que himno y bandera, expresiones sagradas de todas nuestras glorias, han acompañado las luchas de los venezolanos a lo largo de más de dos siglos, sus sueños de libertad y progreso, la irrenunciable aspiración de un destino de grandeza para Venezuela y todos sus hijos. Es la lucha que vuelve a tener un recomenzar, un nuevo ciclo histórico lleno de anhelos y esperanzas otras veces frustradas.
El 28 de julio llegarán a su punto culminante las elecciones presidenciales de 2024, precedida de una campaña que difícilmente puedan tener parangón con otros procesos en Venezuela e incluso en el continente. Un derroche milmillonario de los recursos públicos, la utilización sin medida de todo el aparato del Estado, las obstrucciones al accionar de la oposición en todos los campos: el administrativo, el operativo, el judicial y electoral propiamente dicho.
Pese a todo el impúdico ventajismo, el oficialismo y su despropósito de prolongar por otros seis años este último cuarto de siglo de involución en todos los ámbitos, han tenido que retroceder. Y lo han hecho lanzando zarpazos ante la inminencia de un revés.
Durante los últimos días, el Consejo Nacional de Telecomunicaciones (Conatel) bloqueó una docena de portales de medios de comunicación y organizaciones no gubernamentales. Es inconmovible a todas las renuncias y reclamos que se han hecho dentro y fuera de Venezuela. Un organismo fuera de la constitución y la ley que nadie puede poner en cintura.
A la negativa de permitir la debida observación internacional, han agregado los más groseros agravios, incluso contra quienes en el pasado reciente fueron complacientes aliados internacionales. Fue el caso del ex presidente Argentino Alberto Fernández, a quien revocaron la invitación como veedor de los comicios, tan sólo por afirmar en una entrevista radial que «quien gana, gana. Y quien pierde, pierde». Vaya, qué gran herejía.
El portazo dado a Fernández tuvo como efecto dominó la suspensión de las delegaciones de Colombia y Brasil, la de este último país que iba a encabezar nada menos que el ex canciller Celso Amorín, una figura connotada en el campo diplomático de Brasil y del continente. A esos niveles ha llegado la hipersensibilidad del régimen.
Uno de los actos más afrentosos y ofensivos a la población venezolana, aquejada por tantas limitaciones, fue el desborde publicitario en la campaña reeleccionista de Nicolás Maduro en la última semana. Diversos modelos de carteles con la imagen del candidato a la reelección, aparecieron por millares en pueblos y ciudades de todo el país. A veces hasta seis carteles por poste. ¿Era necesario semejante derroche? ¿Cuántos votos adicionales podía conseguirle a Maduro esa dilapidación de última hora? ¿Cómo se justifica ese gasto cuando los venezolanos tienen un salario mínimo y pensiones de 3 dólares? Alguien seguramente se llenó con ese desembolso.
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Chávez y quienes los acompañaron en su proyecto de poder hegemónico tuvieron la mayor oportunidad de transformación de la Venezuela contemporánea: ingentes recursos, control institucional y gran apoyo popular. Todo fue echado por la borda por su obsesión de calcar el modelo cubano de dominación y control de la población a perpetuidad.
El esfuerzo unitario de la oposición y el liderazgo de María Corina Machado ha fructificado en la cruzada nacional de movilización por un cambio en Venezuela. No hay programa posible, como no sea la reconstrucción del país en todos sus órdenes. Como base, la recuperación de nuestra industria petrolera nacional, la que fue tarjeta de presentación del talento, capacidad organizativa y compromiso con nuestro país.
Nada pudo apartar a la oposición de la ruta electoral, ni a Edmundo González Urrutia de su discurso de unidad, reconciliación, respeto y paz para todos los venezolanos alrededor del acuerdo para la democratización de Venezuela, bautizado «El espíritu del 28 de julio».
Ese marco guiará el proceso de recuperación de la libertad, unidad política, trabajo en consenso, civilidad, respeto al Estado de Derecho, reencuentro y sentido de urgencia para atender el país. Con su mirada en ese horizonte está en este momento histórico la inmensa mayoría del pueblo venezolano.
Gregorio Salazar es periodista. Exsecretario general del SNTP.
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