El estornudo del caballo, por Aglaya Kinzbruner
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Después del ex abrupto de la nueva presidenta de México, Claudia Sheinbaum cuyo apellido en alemán significa árbol del resplandor (no se olvide que el alemán era la lingua franca de toda Europa oriental), nos quedamos sumidos en un estado de pasmo total y absoluto. Los reyes, presidentes o, en general, personas en situación de mando ¿no deben tratar de ser diplomáticos? ¿Qué el rey de España pida perdón por algo que sucedió hace unos quinientos años?
Tomando en cuenta que el turismo constituye a grosso modo el 8% de las entradas del norteño país, ¿Quién en su sano juicio querrá visitarlo si es tan xenófobo? ¿Además de ser uno de los más violentos del continente? Cuántos alcaldes se han raspado ya este año? Y ya que le hicieron un feo al rey, ¿por qué no ir de una vez contra Cristóbal Colón? Porque sin él, con toda probabilidad, el país estaría todavía lleno de aztecas tragacorazones. Al fin y al cabo Colón era virrey de todas las Indias.
Cristóbal Colón nace en Génova entre el 26 de agosto y el 31 de octubre de 1451, hijo de Susanna Fontanarossa y Domenico Colombo, quien en su infancia le enseña a leer, escribir y llevar cuentas. Podemos afirmar sin miedo a equivocarnos que no fue buen contable y un cartógrafo mediocre, dependiendo siempre de cartógrafos amigos como Toscanelli, autor del famoso Informe Toscanelli, pero sí un marinero muy destacado. Sabía seis idiomas, a ver, el lígur o dialecto genovés, el italiano, el portugués, el catalán, el castellano y el latín.
Lo que vale decir es que si en alta mar tenía que reprender a algún marino, el dialecto genovés, el portugués y el castellano se hacían una sopa de letras ininteligible que sólo encontraban ayuda en un intenso gesticular de manos y brazos. Teniendo un físico envidiable, alto 1,80, cabellera de un rubio cobrizo de ojos grises y lleno de pecas no había sido bendecido con el mejor carácter del mundo.
Estudió Letras en la Universidad de Pavía según su hijo Hernando y Bartolomé de Las Casas. Y en Pavía descansan algunos de sus restos, huesos y cenizas en una urna contenida en un monumento dedicado a él. Sus restos fueron divididos en varias partes, una terminó en Sevilla después de pasar una temporada en República Dominicana y La Habana, la otra en Pavía. En su testamento fechado el 22 de febrero de 1498 deja todo, como era costumbre, a su primer hijo Diego donde le recomienda hacer todo lo posible para el bien, el honor y el crecimiento de la ciudad de Génova donde, añade «trassi origine e nacqui». Este testamento fue expuesto en el Palacio Ducal de Génova en el 2017.
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Sería interesante remarcar que aquellas enfermedades que diezmaron a la población indígena y se pensó que fue por contagio de los marineros españoles, se debió más bien a los bienes que trajeron en forma de burros y caballos.
Porque los caballos sí estornudan cuando tienen gripe y así esparcen caudales de virus. Los indígenas nunca habían tenido gripe antes y fue realmente terrible, muriendo muchos, pero ahora tenían burros y caballos sin los cuales no se habría desarrollado tanto este vasto continente.
Hay un pequeño detalle, en los detalles está siempre lo mejor, Fernando de Aragón, ya enviudado de Isabel, mandó a hacer un escudo de armas póstumo hermoso con la siguiente leyenda A CASTILLA Y LEÓN DIO NUEVO MUNDO COLÓN.
Fuentes: Enciclopedia Treccani
Aglaya Kinzbruner es narradora y cronista venezolana.
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