El federalismo argentino frente a un presidente disruptivo, por Latinoamérica 21
Autores: Ximena Simpson y Iván Jacobsohn
A 100 días del gobierno de Milei, la reconfiguración de las relaciones entre los gobernadores de las provincias y el jefe del Ejecutivo nacional indica la emergencia de un “nuevo contrato federal” y de nuevos lazos de solidaridad entre gobernadores de diferente perfil político.
La asunción de Javier Milei a la presidencia de la Nación significó un cambio drástico en la política argentina. El flamante presidente no solo se diferencia por la manera en cómo se comunica con su electorado y en cómo ejerce el poder, sino también, y más importante, en su relación con los gobernadores.
La fallida sanción de la Ley Bases, ley propuesta por el gobierno para modificar estructuralmente las relaciones sociales y reformar sustancialmente al Estado, y la posterior “rebelión” del gobernador recién electo de la provincia de Chubut, Ignacio Torres —de Juntos por el Cambio, partido del ex-presidente Macri e integrante de la base de apoyo a Milei— pusieron en evidencia un proceso de reconfiguración del mapa político argentino. El uso del término “mapa” no es azaroso, sino que tiene la intención de destacar la importancia de la geografía política de un país federal para pensar la relación entre los presidentes y gobernadores y, en este caso específico, de los gobernadores de las provincias argentinas con el presidente Milei.
La dinámica política del federalismo argentino de las últimas dos décadas ha mostrado una progresiva disociación entre lo que llamamos “la Nación” y “las provincias”. La elección que ungió a Milei como presidente, por un lado, y el timing y resultado de las variadas elecciones de los ejecutivos provinciales, por otro lado, fueron claros ejemplos de ese diagnóstico.
Frente a una contienda nacional que se mostraba polarizada y reñida, la mayoría de los gobernadores buscó resguardar su capital político territorial usando como estrategia la modificación del calendario electoral subnacional y despegar, así, la elección en su provincia de la disputa nacional.
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De las 23 provincias más la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA), solo en cuatro de ellas las elecciones provinciales coincidieron con las nacionales (CABA, provincia de Buenos Aires, Catamarca y Entre Ríos). El resto de las 18 provincias estableció su propio cronograma.
En Argentina, el federalismo electoral se encuentra descentralizado, lo que quiere decir que cada gobierno provincial tiene la potestad (autonomía) para definir las fechas de las elecciones provinciales, así como sus reglas. En cambio, en Brasil o en México, por ejemplo, tanto las reglas electorales como las fechas de los comicios se encuentran fijadas por la Constitución Federal y son las mismas para todos los niveles de gobierno. Esta particularidad del federalismo argentino permite identificar con mayor claridad cómo se organizan regionalmente los intereses político-partidarios y las dimensiones de los conflictos entre dos órdenes de gobierno: nación-provincias.
En ese contexto, la derrota de los candidatos a gobernador por el partido del actual presidente (La Libertad Avanza) contrastó con la contundente victoria del propio Javier Milei en la contienda nacional. Un dato no menor es que Milei obtuvo márgenes significativos de votos, tanto en aquellas provincias en donde presentó candidato a gobernador, como en las que no, como La Pampa, Misiones, Salta, San Luis y Santa Cruz. Con ese escenario, proponemos adjetivar al nuevo jefe del ejecutivo nacional como un presidente disruptivo.
Pero, ¿qué significa un presidente disruptivo y cuáles son sus consecuencias? El concepto apunta a dos hechos: en primer lugar, nos aventuramos a decir que Milei resquebrajó el sistema partidario tradicional, al paso que los gobernadores ganaron un nuevo rol en la dinámica política nacional.
En estos casi 6 meses de gobierno, este nuevo escenario queda evidenciado en los —cada vez más frecuentes— choques entre los gobernadores y el presidente. En segundo lugar, es la primera vez que el enfrentamiento intergubernamental es tan directo, consensuado y partidariamente transversal entre casi la mayoría de los gobernadores —inclusive aquellos electos recientemente— y el presidente.
El disparador de este escenario no fue, sin embargo, un clivaje nuevo, sino que tiene lugar en el ámbito de la disputa entre recursos fiscales discrecionales y la aprobación de la agenda presidencial. El no envío de fondos a una provincia deudora, en represalia por la falta de apoyo del gobernador a la agenda legislativa del presidente, desató la reacción colectiva de la mayoría de los gobernadores, preocupados por la posibilidad de futuros cortes en sus arcas por parte del presidente Milei.
Los gobernadores —inclusive aquellos alineados con el gobierno nacional— salieron coordinados a defender sus intereses. Esta acción colectiva, incentivada por un interés común y para nada irrelevante, fortaleció los lazos de solidaridad entre los gobiernos subnacionales e impulsó una mayor regionalización del mapa político nacional.
Con regionalización queremos hacer hincapié en el carácter colectivo y coordinado de la reacción de los gobiernos provinciales, en contraposición a la idea de provincialización, más cercana a una postura individualista y de efectos atomizantes.
Fue así como la Liga de los Gobernadores Patagónicos recobró fuerza y visibilidad nacional. Los gobernadores de Neuquén, Río Negro, Tierra del Fuego, Chubut, Santa Cruz y La Pampa, levantaron la bandera regional y defendieron una agenda común, principalmente en torno a sus sectores productivos como la pesca, el petróleo, el gas y otros hidrocarburos. Es importante mencionar que La Liga de los Gobernadores Patagónicos está compuesta por gobernadores de diferentes partidos: PJ, Juntos por el Cambio y partidos provinciales.
Además, el envío de fuerzas de seguridad desde la provincia de Buenos Aires hacia la provincia de Santa Fe, gobiernos con signos políticos opuestos, así como la respuesta del gobernador de Chubut, Ignacio Torres, apoyando el reclamo de la provincia de Buenos Aires por el —también— recorte de recursos fiscales por parte del gobierno nacional, son dos ejemplos más de la reacción cooperativa entre gobiernos subnacionales.
Como en épocas de crisis suelen surgir oportunidades de cambio, quizás el carácter disruptivo de Javier Milei sea el elemento disparador necesario para la emergencia de un nuevo contrato federal originado a partir de la construcción de consensos horizontales. Es decir, puede representar una oportunidad para la refundación del federalismo argentino, desde abajo, y a partir del fortalecimiento de los lazos de solidaridad entre las provincias.
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