El fuego realmente destruye, por Marcial Fonseca

Twitter: @marcialfonseca
Ser inmortal es baladí, menos el hombre,
todas las criaturas lo son, pues ignoran la muerte.
Jorge Luis Borges
Yo creí, hablaba para sí mismo, que cuando muriera, iba a ser más desgarrador y ni siquiera fue doloroso; allá veo a mi familia; ya no estoy con ellos y no estoy triste. Bienvenido, lo interrumpió una voz. Gracias, contestó, a la vez que trataba de ubicar de dónde provenía el saludo, ¿dónde está usted? No se preocupe, dijo otra voz, estamos a su lado, pero no nos verá hasta que se cumpla el rito de los gusanos, ¡gusanos! Sí; veo que le extraña, me parece que no es lo sublime para ser un rito; ¿por qué veo a mi familia y no a ustedes?, porque todavía no ha llegado del todo aquí, ¿Quiénes son ustedes? Por ahora, solo voces; ¿cómo se siente?, raro, siempre creí que uno desaparecía como los árboles o los animales; ahora esto existe y con un rito…, que es una reafirmación de la vida signada por los contrastes. ¿Qué pasa si no hay ceremonia?, no seguirá aquí.
Se distrajeron con lo que estaban haciendo los amigos y familiares alrededor de la urna. Apenas habían transcurrido diez horas desde que le dio el paro respiratorio y ya la normalidad los estaba serenando.
—Fue atrevido lo que pidió antes de irse —dijo una hermana— es muy moderno para nosotros, ¿y se hará tal como dijo?
—Claro —contestó la viuda—, no quiero que ande como alma en pena; no quiero ese remordimiento en mi conciencia, él no creía en eso, yo sí.
Los familiares y amigos siguieron conversando. A él, las voces lo habían dejado solo; vinieron otras, como no hablaban, no estaba consciente de que las tenía a su alrededor.
¿Cuánto tiempo tiene aquí? Pensé que se habían ido, llegué hace doce horas. Somos otros, pronto nos podrá ver, después del rito, claro. ¿Qué pasa si el fuego se interviene? Desaparece.
Estas palabras se quedaron en su mente. Existía porque hablaba con los entes. En verdad que la muerte era complicada. Se daba cuenta de que había tomado una mala decisión.
¿Está alguien aquí? Sí, aquí estoy, contestó la voz anterior, mire ¿qué pasa si por alguna razón la ceremonia no se lleva a cabo? Regresa a un sitio que no alcanzamos a imaginar; acá la muerte transcurre como un hilo de agua sin prisa e interminable. ¿Tiene alguna preocupación?, como no creía en este mundo y ser comido por los gusanos es repugnante, le pedí a mi esposa que cremaran mis restos, ¿qué puedo hacer?, esperar que ella no le haga caso.
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Allá en la tierra, a la hora prevista, un hombre vestido de negro se dirigió a la viuda. Iban a comenzar el servicio terrenal.
—Señora, ¿podemos comenzar?
—Sí, por favor.
¿Qué me sucederá cuando sea cremado?, su estela desaparece y si está hablando en ese momento, su voz se irá atenuando.
—Era un buen amigo, un mejor esposo y un gran padre. Todos somos testigos de que pasó por la vida dejando su impronta en nosotros. Este era su último deseo: que sus cenizas se unan al polvo madre, la tierra…
—Señora, por favor, venga conmigo. Al pulsar este botón, diez minutos después la ceremonia habrá concluido; mañana, a partir de las tres de la tarde, puede venir por el cofre para que lo deposite en el columbario.
—Gracias —y pulsó el botón.
El féretro empezó a moverse hacia unas cortinas que cubrían la entrada del horno, se tomó diez minutos en traspasarlas.
Mire, no me está pasando nada y mi voz no se me está atenuando. Todavía no nos ve, solo nos oye, es verdad, dijo otra voz, debe haber otra razón, vean hacia allá, interrumpió otro, retiraron las cortinas, pero sigo aquí, no he desaparecido, ¿me oyen, me ven?, ¿o estoy en otro lado? No, está con nosotros, lo vemos y lo oímos; no sé qué pasó, pareciera que la cremación no surtió efecto, no desapareció, no nos ve; ubicaré a alguien que tenga más vivencias.
Así transcurrieron unas doce horas. Él, sin poder ver las voces, pero sí oírlas. Ya la compañía tenía el tedio de la inmortalidad. Regresó una voz.
Aquí estoy, traje a alguien que aclarará lo que está pasando, es simple, el ritual no tiene que ser completo; puede suceder que se inicie y que sea paralizado por el fuego y por ello una mínima parte sea transformada por los gusanos, en este caso se da por cumplido el rito, pero mi cuerpo desapareció por completo, no, aunque no entiendo por qué no cremaron sus vísceras junto con su cuerpo. Yo sé por qué, fallecí en Caracas y me cremaron en Barquisimeto, eso lo explica, la segunda funeraria no tenía su vísceras, entonces usted vendrá a este lado cuando esa porción sufra el proceso de putrefacción; veamos la primera funeraria, vean, las vísceras están en una cava refrigerada, habrá que esperar.
Pasaron varios días.
Vean, un empleado está retirando sus vísceras, pero se dirigen a un horno, sí, se ven que las van a quemar, dijo sin emoción; están descargando la cava, están quemando las vísceras, ahí están las mías, siento que me voy…, desapareció, dijo una voz cualquiera; los vivos no saben que el fuego realmente destruye.
Marcial Fonseca es ingeniero y escritor.
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