El G20 y la geopolítica, por Félix Arellano
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El grupo de los veinte (G20), en este año bajo la presidencia del gobierno de Brasil, acaba de efectuar una reunión de ministros de relaciones exteriores, en la ciudad de Rio Janeiro (21-22 febrero 2024), en el marco de un intenso programa de trabajo que se ha planteado la presidencia, que contempla más de cien encuentros técnicos, en su mayoría electrónicos, con el ánimo de fortalecer la institución que pareciera estar enfrentando las consecuencias de la geopolitización de las instituciones internacionales, proceso que tiende a polarizarlas y paralizarlas.
El G20 conformado en 1999, que representa dos tercios de la población mundial y el 90% del PIB global, constituye una de las instituciones internacionales informales, novedosa, conveniente y necesaria para la construcción de gobernabilidad, en un mundo interconectado con profundas asimetrías. Institución que en sus primeros años generaba optimismo; empero, con los cambios en la dinámica internacional y con el orden liberal, que es su fundamento, duramente cuestionado; las posibilidades de hacer efectivo y viable el diálogo, la negociación y la cooperación se presentan seriamente limitadas.
La economía global basada en la apertura de los mercados al comercio de bienes, servicios e inversiones; con reglas en construcción en el marco de la Organización Mundial de Comercio (OMC) (1995); constituyen la base y esencia del G20. Mecanismo diseñado para facilitar el proceso de globalización de la economía mundial, en particular, en lo relativo a las inversiones y las finanzas mundiales.
Enfrentar las disfuncionalidades de la globalización, constituye uno de sus objetivos fundamentales; así, el G20, donde las principales economías del mundo se reúnen sin mayores formalidades y sin el veto, que ha paralizado el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, representa un espacio para reflexionar de forma exhaustiva sobre los problemas y explorar soluciones potencialmente efectivas que permitan fortalecer la estabilidad del proceso global.
Pero, la visión geopolítica que se va imponiendo, privilegiando el enfrentamiento, en detrimento del diálogo y la negociación y el G20 no está logrando enfrentar la amenaza geopolítica, por el contrario, parece sucumbir y va perdiendo sentido. Ahora bien, debemos tener presente que el G20 ha demostrado sus fortalezas, entre otras, la efectiva coordinación que logró revolver la crisis financiera del 2008, evitando un potencial crack de la economía mundial.
La geopolítica en pleno desarrollo conlleva un creciente enfrentamiento entre las potencias por el control y la dominación, lo que desplaza el objetivo de la estabilidad, que, si bien conviene a todos, en particular, al proyecto económico expansionista chino, los radicales asumen que beneficia fundamentalmente a occidente y, en consecuencia, adoptan la estrategia del caos destructivo, limitando la capacidad de acción de las organizaciones internacionales, en particular del G20.
La geopolitización del mundo global avanza. La confrontación entre los Estados Unidos y China crece en diversos sectores incluyendo el ámbito militar y, si bien no podemos asumir que constituye un conflicto existencial, que genere una nueva Guerra Fría, es evidente que ambas partes están desarrollando estrategias de expansión y control, que tienden a paralizar las labores del G20.
La situación se ha agravado con la política expansionista y terrofaga del presidente Vladimir Putin en Rusia, orientada directamente contra occidente y, en particular, contra la OTAN. Estrategia que ha alcanzado su máxima expresión con la invasión a Ucrania y la amenaza que representa para el resto de sus vecinos, que se ven obligados a revisar sus políticas de seguridad y, en algunos casos, a promover el nacionalismo, el proteccionismo comercial y la xenofobia.
La expansión rusa no es exclusivamente territorial, en la búsqueda de un papel hegemónico a escala mundial, está desarrollando una guerra hibrida contra occidente que, entre otros, contempla una campaña con diversos instrumentos contra las instituciones democráticas y los derechos humanos. Una estrategia de penetración en los países en desarrollo, particularmente en el África, con un alto componente militar; pero, también está actuando con creciente rigor en nuestra región.
Al proyecto chino, bajo la conducción del presidente Xi Jinping, le conviene un mercado abierto y estable a escala global, que le permite avanzar en sus inversiones y en la aplicación de la ambiciosa iniciativa de la Ruta de la Seda; empero, desde la perspectiva del conflicto geopolítico, privilegia el enfrentamiento con los Estados Unidos, en consecuencia, respalda claramente o hace silencio ante las acciones agresivas de sus socios políticos mas importantes como Corea del Norte con su programa nuclear o la Rusia expansiva de Putin.
El mar de fondo cargado de enfrentamientos geopolíticos de expansión, control y dominación; reducen las perspectivas del G20. Situación en la que debemos sumar el desprecio por las instituciones multilaterales y por la construcción de gobernabilidad internacional de los proyectos populistas y radicales que están creciendo en el marco de las democracias occidentales.
El trasfondo geopolítico ha sido una de las razones que explican las ausencias de los presidentes de China y Rusia en la cumbre de Jefes de Estado del pasado año (2023) que se celebró en la India, debilitando los resultados de la reunión. Pero también está paralizando en avance de compromisos adquiridos, como son los casos del impuesto mínimo global o los acuerdos sobre el cambio climático, en particular la eliminación del carbón, que se han archivado. En ese contexto nos encontramos con declaraciones exitosas, con resultados decepcionantes, o declaraciones inocuas que condenan la guerra, pero no condenan a los invasores.
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Las perspectivas de la cumbre de Jefes de Estado del presente año no se presentan promisorias, entre otros, la actuación internacional del presidente Lula está resultando contradictoria e ineficiente; la dinámica geopolítica se está fortaleciendo con el eje Rusia, Irán y China y las democracias occidentales también enfrentan los desafíos de los proyectos populistas, radicales e iliberales, que menosprecian la institucionalidad internacional. Lamentable contexto, toda vez que el G20 ofrece condiciones favorables para exploración y construcción de las soluciones globales que exigen los grandes problemas que enfrenta la humanidad.
Félix Arellano es internacionalista y Doctor en Ciencias Políticas-UCV.