El gobierno de La Tumba, por Américo Martín
@AmericoMartin
Si todo sigue la ruta trazada por los factores del cambio democrático que gravitan con más fuerza en Venezuela, el día 10 de enero del nuevo año solo uno de los dos poderes públicos por elección conservará legalidad constitucional y reconocimiento internacional. Me refiero, claro está, a la Asamblea Nacional o Poder Legislativo. El Ejecutivo caerá jurídicamente en un limbo a menos que asuma una negociación seria y con agenda pertinente.
Vigente la Doctrina Betancourt en el sistema interamericano, Estado de la OEA que sea desconocido por la comunidad internacional perderá su membresía, sin dejar de ser pasible de sus decisiones. Ni aun con la gravísima situación que padece Venezuela, puede asegurarse que semejante despido equivalga a fin del madurismo.
Si tuviéramos al frente de la lucha por el cambio democrático el más sabio, sereno, reflexivo y firme de los liderazgos deberíamos esperar un desenlace próximo, seguramente negociado de la diabólica trama. Se han formado y fogueado muchos líderes opositores emergentes, cada vez menos dispuestos a sucumbir a emociones no reguladas por el pensamiento. En cambio solo gradualmente aparecen estructuras unitarias decididas a afrontar con mucha seriedad sus responsabilidades. Son grupos y partidos de desigual fuerza que suman conocimiento, experiencia y tenacidad.
No obstante despuntan dos referencias: la que nos proporciona la Constitución, la Asamblea Nacional, de mayoritaria composición opositora; y el Frente Amplio, leal y heterogéneo aliado de la AN. Diríase: el Poder Constitucional que podría ser el único reconocido por el universo y con un potencial de eje de la transición pacífica hacia la prosperidad democrática; y el Poder Político que debería reunir el potencial suficiente para alcanzar aquel supremo objetivo en condiciones de paz, convivencia y respeto a la opinión distinta.
Todo se pondrá a prueba el 5 y el 10 de enero. Se venció un primer obstáculo: habrá renovación de la directiva de la AN contra soterrados rumores que hablaban de ocultas conspiraciones dirigidas a impedirlo. La comunidad internacional seguramente hablará con su presencia. Subraya la negociación en serio y con agenda, como es natural y conviene al país. Y el día 10, ¿qué sucederá el 10 de enero? No está claro, por supuesto; lo que sí debe estarlo es que la AN debería ser rodeada de afecto y respeto porque siendo tan notable su importancia, está bajo asedios que pueden inducirla a error.
La emplazan honestamente a deslizarse por el tobogán maximalista de pedirlo todo de una vez y con un discurso plagado de frases para el bronce. Sería fácil seguirlo si se estuviera seguro de contar con la fuerza necesaria para que sus decisiones se abran paso.
Pero quizá al momento de los retos se carezca de esa fuerza, en cuyo caso las presiones contra la AN –de buena fe, no lo discuto- se volverán contra democracia, paz y libertad, porque sus actos serán burlados por quien suele hacerlo, de modo que el flamante presidente democrático y su equipo, todos de valor irreprochable, terminarían gobernando en esa parodia de la amable ínsula de Barataria, bautizada con el más sombrío de los nombres: La Tumba.