El Gobierno en pelotas, por Teodoro Petkoff
Una encuesta publicada hoy revela que la credibilidad del Presidente está fuertemente erosionada. Apenas un tercio de la gente le cree a Chávez, contra dos tercios que le creen a los periodistas. Esto no tiene por qué extrañar a nadie. Chávez se ha encargado de destruir su propia reputación como persona confiable. La última demostración, el cambio del itinerario de su viaje, es la prueba más elocuente. Chávez justifica su capricho con la defensa de los precios el petróleo. Es una mentira. Los precios ya venían bajando antes de que Chávez emprendiera su periplo. No ha sido en medio de la gira que los precios tuvieron ese bajonazo. El mismo día que Chávez se fumó la lumpia, el viernes anterior a su viaje, la cesta venezolana había caído a 16,99 dólares. ¿Por qué no dijo, entonces, en su solicitud de autorización de la Asamblea Nacional, que era necesario hablar personalmente con jefes de Estado de países petroleros y que añadiría toques en varios de ellos en su campaña de defensa de los precios del petróleo? ¿Por qué habló sólo de Argelia? Miquilena revela ahora, enredándose en las mentiras, que ya en el gabinete habían contemplado la posibilidad de cambiar el itinerario. Quiere decir, pues, que el Presidente engañó deliberadamente tanto a la Asamblea Nacional como a la opinión pública. Esta jugarreta fue hecha con premeditación y alevosía. El pretexto para el cambio de agenda ya estaba presente antes del viaje. ¿Por qué no habló claro entonces? ¿Qué costaba decir que en vista de la fuerte caída de los precios el viaje se extendería a tales y cuales otros países? Eso hubiera sido mucho más aceptable para la opinión nacional que esta artimaña indigna de un jefe de Estado y de Gobierno. En fin de cuentas, el país sabe bien que el petróleo es un asunto vital para nosotros y que es deber de todo dirigente venezolano actuar en el sentido de impedir que sus precios se envilezcan. Ahora, en momentos en que todo el mundo pide transparencia en la política, en cambio, se ha creado la duda acerca de cuáles son en verdad los motivos de este brusco cambio de agenda.
El Gobierno está, pues, en pelotas. El rey y su corte están desnudos y el pueblo comienza a darse cuenta de ello. Todas estas estupideces acerca de si «Carlos» es un terrorista o no, todas esas disquisiciones exquisitas acerca de que esa calificación depende del sitio donde haya cometido los delitos, que inicialmente creímos sólo del novato viceministro de Relaciones Exteriores, resultaron también del ministro de la Defensa. Guzmán Blanco alguna vez exclamó, frente a un caso semejante: «¡Qué brutos son los hombres de talento!» De verdad, qué brutos pueden ser.
Este Gobierno, que casi no tiene logros materiales que mostrar para defender su obra ante el pueblo, ha dependido más que todo del fuerte vínculo emocional que el Presidente ha creado con los sectores más humildes de la población. Estos no le ven el queso a la tostada pero han confiado en el gran vendedor de esperanza. Han confiado en su palabra. Le han creído. El punto es que, como dijera alguien que Chávez gusta citar, Abraham Lincoln: «Puedes engañar a todos por un tiempo, o a algunos todo el tiempo; lo que no puedes es engañar a todos, todo el tiempo». Dicho de otro modo, la mentira tiene patas muy cortas