El gran desastre electoral, por José R. López Padrino
Twitter: @jrlopezpadrino
El próximo 21 de noviembre se disputarán 3082 cargos entre ellos 23 gobernaciones y 335 alcaldías, así como los cuerpos legislativos municipales y regionales.
Una eventual participación unitaria de la oposición en las regionales permitiría desplazar al proyecto gansteril del control de la mayoría de las gobernaciones y alcaldías. Es indiscutible que la intención del voto a favor de la oposición es mayoritaria entre los venezolanos. Lamentablemente, la oposición llega a estos comicios de noviembre dispersa, dividida, y sumida en su propio laberinto.
A escasos días del evento comicial la campaña luce fría y sin entusiasmo. No resulta fácil motivar al elector a participar en unas elecciones después de haber sido satanizado y desnaturalizado el voto como instrumento de lucha y pregonado falsas e inviables salidas cortoplacistas.
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Igualmente, es confuso ver a quienes destrozaron la voluntad del voto dirigiendo la campaña electoral. Son los mismos personeros que entregaron las gobernaciones, alcaldías y la Asamblea Nacional al oficialismo bajo la falsa premisa de que votar era “legitimar a la dictadura” y “convalidar al régimen. Su sorpresivo retorno a la ruta electoral luce insincera. Sin autocritica no hay rectificación.
La falta de coraje y honestidad para asumir los errores del pasado nos lleva a preguntarnos ¿Estamos ante una verdadera rectificación de la cúpula del G4 o simplemente es un reacomodo coyuntural?
Además, esta campaña ha estado signada por la carencia de candidatos unitarios (múltiples candidaturas optando por el mismo cargo), la ausencia de compromisos programáticos, la estigmatización de candidatos opositores no afines a la denominada plataforma unitaria (PU), y por la imposición sectaria de candidatos sin mayores opciones de triunfo por parte de la PU, los cuales dividen al voto opositor frente a los candidatos del oficialismo (casos de la Alcaldía Libertador, y de los estados Lara, Bolívar, Sucre y Táchira entre otros).
Igualmente han sido muy negativos los llamados a no participar por parte de un interinato agotado, sin ideas y sin gente que lejos de motivar e incentivar el voto ciudadano sigue empecinado en llamar a la abstención y promover su Acuerdo de Salvación Nacional; adefesio fantasioso e ineficaz en la lucha por derrotar al hegemón de Miraflores.
Contrariamente, los fachos-bolivarianos llegan a este evento electoral con candidatos únicos (muchos de ellos impuestos), nucleados en torno a su tradicional discurso maniqueo, afectivo e irracional. Utilizan un metalenguaje patriotero, tramposo y embaucador destinado al aprovechamiento del sentimiento de frustración que existe en las grandes mayorías a fin de consolidar su proyecto autoritario.
Parten de la premisa Goebbeliana de que la capacidad receptiva de las masas es limitada y su comprensión escasa.
El gran responsable histórico de este anunciado fracaso electoral será el G4 quien con su actitud anti-unitaria, estigmatizadora y arrogante facilitará el triunfo de la minoría facho-chaveco-madurista y por ende la consolidación del modelo de sociedad excluyente tutelada por la pestilente bota militar.
El gran desastre electoral se avecina –ojalá esté equivocado–. Las aventuras y falsas salidas patrocinadas por estos fracasados mariscales de campo no solo han generado muerte y dolor, sino aniquilado nuestras esperanzas.
José Rafael López Padrino es Médico cirujano en la UNAM. Doctorado de la Clínica Mayo-Minnesota University.
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