El Grupo Internacional de Contacto marca el paso, Gregorio Salazar
La semana está cerrando con la peor crisis de desabastecimiento de gasolina de todos estos años apartando los días del paro petrolero. Las redes sociales están llenas de videos con interminables colas de vehículos cuyos conductores sufren maratónicas esperas durante las cuales también les puede ocurrir que el hampa los despoje de la más mínima pertenencia, que la espera transcurra en vano o que terminen liándose a golpes con algún vecino.
Para apuntar sólo uno de esos datos que hace incomprensible para los de afuera la trágica realidad venezolana puede decirse que esto ocurre en un país de más de un siglo de explotación petrolera, que se jacta de contar con las reservas probadas de crudo más grande del mundo y con seis refinerías cuya capacidad instalada daban holgadamente para la exportación. Al deterioro de las instalaciones se ha sumado la falta de aditivos por las sanciones de EEUU.
La hiperinflación sigue su rumbo sideral. La harina de maíz precocida que había reaparecido en los anaqueles a Bs. 7.500 ya pasó los Bs. 11.000 y son varios los rubros que la imitan. Allí están, pero pocos pueden comprarlos. La economía se ha ido dolarizando paulatinamente y sin declaración expresa, el comercio ya se da el lujo de rechazar los billetes de $ 1 como si perteneciera al cono monetario nacional y sin embargo los precios no pisan el freno.
Se introduce una flexibilización del control de cambio a través de mesas en las banca privada, con lo cual el gobierno, con la lengua afuera, ha terminado por ir implementando una medida que le fue presentada hace varios años por lo menos en tres planes económicos que rechazó: el de Merentes, el de Rafael Ramírez y el de Unasur. La toma desarticuladamente por lo que los beneficios serán exiguos.
El resto del decorado reproduce el caos social y económico conocido pero con un pico en la acción represiva desatada ahora contra los diputados de la Asamblea Nacional tras el episodio cívico-militar fallido, y todavía lleno de lagunas, del pasado 30 de abril y con la participación popular menguando su presencia en los últimos llamados de calle.
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En medio de este escenario surgen las informaciones sobre reuniones entre representantes del régimen y de una parte del sector opositor. Ha sido Noruega la nación que, se dice, ha ofrecido su espacio y su experticia en materia de negociaciones para estos acercamientos, cuya agenda se desconoce, pero podemos presuponer como eventual punto final de convergencia un proceso electoral, esa salida pacífica a la que el régimen teme como a una filosa guillotina tras su derrota en las legislativas del 2015 y la que ha obstruido con todo su poder y ventajismo.
Para las huestes del oficialismo los anuncios de negociación no levantan ninguna tormenta. Simplemente la aceptan como todo lo que venga de la vanguardia iluminada que, por lo demás, siempre ha salido airosa de esas mesas de negociación de las que se ha burlado cínica e inescrupulosamente. Y que lo diga Francisco Bergoglio.
En cambio la oposición, a la que en varias ocasiones se le ha citado con el capote de una salida siempre express, el anuncio del diálogo produce un efecto como el de la tacada abridora en una mesa de pool: las bolas se desperdigan instantáneamente sobre la mesa del billar y hasta brincan fuera de ella y casi ninguna entra en la tronera
Ambas partes, que están en desesperada búsqueda de oxígeno en sus posiciones, no andan por la libre. A medida que el conflicto se prolongó sin soluciones ha ido cobrando mayor peso el Grupo Internacional de Contacto, que en su reunión del 28 de marzo en Quito, ya dijo cómo es la solución en la que cree: “política, pacífica, democrática y entre venezolanos, excluyendo el uso de la fuerza, a través de la celebración de elecciones presidenciales libres, transparentes y creíbles tan pronto como sea posible”.
Ha dicho más. Configura cómo es el cuadro para la celebración de esas elecciones: reinstitucionalización de organismos clave del Estado, como CNE y TSJ; garantías para todos los posibles candidatos y partidos; actualización completa del REP; efectiva observación electoral.
Con prudencia, Guaidó ha hablado de un proceso de mediación y ha ratificado su ruta para salir de la dictadura. Su liderazgo está a prueba, pero también la determinación del pueblo que lo ha respaldado hasta ahora y que constituye una abierta mayoría que clama por libertad, paz, justicia y oportunidades para la plena reconstrucción de su patria en todos los órdenes. El reto para ambos es mantenerse unidos si prevaleciera esta nueva ruta.