El hundimiento de nuestro Titanic, por Alexander Cambero

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Un viejo lobo de mar fumaba una pipa mientras observaba al majestuoso Titanic. Ni en los mejores sueños habría imaginado que semejante portento fuera una realidad. Le fascinaba ese espíritu desafiante que exteriorizaba, el ser una huella entre las procelosas aguas del océano, un formidable prototipo naviero del cual alardeaban todos.
Semanas después, concretamente el 14 de abril de 1912, chocaba con un iceberg hundiéndose en el Océano Atlántico a setecientos kilómetros de la isla de San John. La soberbia de su creador se volvió añicos cuando un collado blanco se atravesó en su viaje. El gigante de aires principescos hizo obligada parada en el fondo del mar.
Venezuela mantenía una gran puerta al futuro antes que la revolución se nos atragantara en el paladar. Una noche en donde un grupo extremista se alzó en contra de la libertad. Un discurso embaucador sedujo a las mayorías para transformar la posibilidad de crecimiento social por una vil mentira. Pocas naciones gozaban de ventajas comparativas.
En cierta oportunidad el izquierdista presidente de Francia, François Mitterrand, habló del enorme potencial de Venezuela, creyéndola como un fortín para el desarrollo. Todo parecía Marchar con paso firme hasta que una aventura del odio nos trajo estos lodos.
El socialismo descuartizó el futuro de la nación hasta convertirla en un espejismo. La venganza que generaron se tradujo en un vulgar saqueo. Fomentando la cultura del robo. Desde la más pequeña estructura hasta las cumbres gubernamentales, todo es amparado por el pillaje. La delincuencia tiene aquí su asidero.
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El hundimiento venezolano es absoluta responsabilidad del combo Chávez- Maduro. Es increíble como la riqueza nacional fue pulverizada. Nos hundimos hasta lo más profundo del abismo. Hoy tenemos los peores números en cualquier estadística negativa. La destrucción venezolana es una avería que se mantendrá de no cambiar las cosas.
Tristemente, el gran futuro venezolano está severamente comprometido. Demasiada dosis de revolución ha envenenado el brebaje republicano. No solo es la contaminación económica, es la ruina moral que está a la vista de todos. Este régimen simboliza la depredación. Estamos hablando de la más desgraciada de nuestras épocas. Un gobierno corrompido hasta los huesos. Un verdadero ejemplar de las peores aberraciones humanas.
Tal como el Titanic exhibido como la gran expresión de una transformación naviega. Nuestro barco estaba llamado a surcar los océanos del progreso. Desgraciadamente, un iceberg revolucionario se atravesó una noche para hundirnos con su jerga revolucionaria.
Alexander Cambero es periodista, locutor, presentador, poeta y escritor.
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