El informe político, por Simón García
Twitter: @garciasim
En los años ya distantes de militancia toda reunión comenzaba con su Informe Político. Allí se presentaba un análisis de los principales hechos de la semana, antes de pasar a tareas y varios.
Esa rutina se complementaba con la costumbre de las Direcciones Nacionales de los partidos, con audiencias para hacerlo, de ofrecer una rueda de prensa los lunes para informar al país sobre sus puntos de vista.
Estos dos hábitos constituían una práctica que ahora anda en mengua. Precariedad que nos afecta a todos porque la información accesible es una de las bases de la toma de decisiones. Sin información de calidad no hay democracia de calidad.
Pese al silencio partidista, los flujos informativos circulan a través de las redes, los medios tradicionales de comunicación de masas y la apabullante capacidad del Estado para transmitir, de distintas maneras, la verdad oficial. Pero, los avances de las tecnologías de la comunicación también generan sobreinformación, desinformación y control sobre la opinión pública.
Una parte de la población receptora se activa, por inducción refleja, para reproducir antipolítica, valores no democráticos y desorientación cívica. Los espacios antiguamente cubiertos por medios con libertad de expresión y por organizaciones e instituciones con influencia social son ocupados por el circuito comunicacional que impone el aparato autocrático. Los partidos no abandonaron esos espacios fueron forzados a salir de ellos.
Ese contexto autoritario bloquea la dinámica democrática y estimula la deserción electoral. La disminución del interés en los asuntos del país no es sólo consecuencia de la pérdida de la utilidad social de los partidos o del rechazo a sus errores, es un elemento necesario para consolidar una sociedad cerrada dirigida por un poder sin ley y sin ciudadanos.
El desafío, difícil de cumplir por partidos descalabrados, es no reproducir las lógicas del poder y sus controles centralistas, autoritarios y represivos. La sociedad no requiere caudillos que decidan por todos. Política sin debate es nuevamente una falsa salida.
Ser oposición es ser una fuerza apta para luchar por la democracia en condiciones no democráticas y tener en el centro de sus propósitos una política de transición que interese a la población estacionada fuera de la política y a sectores del poder dominante que pueden alcanzar una posición reformadora.
No es cosa por saber que el gobierno se resiste a salir por los votos y que pondrá todo su ventajismo de Estado para lograr dos objetivos: 1. Contener la participación electoral en un techo de 40% y 2. Dividir a la oposición a toda costa, logrando que ella misma excluya sectores; agrediendo para impedir que los candidatos tengan relación directa con la gente; estimulando el uso del lenguaje y las posiciones extremistas.
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Hay que enfrentarse a los atajos; propiciar los lugares para debatir sobre la estrategia y sobre la transición; vincular la campaña a la moralización de la población y a la reconducción del descontento; ayudar a elaborar un discurso alternativo que se coloque más allá de la agitación del corto plazo y sobre todo empeñarse en jugar esta mano con madurez, amplitud y pasión de triunfo .
La oposición está en el deber de empujar los cambios como un actor de estabilidad. Ayudar a convertir a la política en una forma de luchar bien para vivir y convivir mejor.
Todo parece indicar que después de la primaria habrá que construir consensos. La tarea para salir de la fosa no concluye escogiendo un candidato presidencial. El país de hoy exige más que un informe político.
Simón García es analista político. Cofundador del MAS.
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