El Ipasme ya no asiste a nadie (III)
Los educadores que están adscritos al Ministerio de Educación reflejan su descontento pues aunque son ellos quienes cotizan el servicio médicos del Ipasme, los escasos insumos que llegan a los centros que deberían atenderlos son asignados a público general
Fue un servicio modelo. El Instituto de Previsión y Asistencia Social del Ministerio de Educación (Ipasme) dice que su objetivo es ser un organismo eficiente en la prestación de servicios de alta calidad para el personal docente y administrativo del Ministerio de Educación, así como de otros entes educativos afiliados a la institución.
Pero su meta se aleja mucho de la realidad: la entidad a la que muchos querían pertenecer en el pasado ha quedado en ruinas que se hacen evidentes para quienes trabajan allí y para los que necesitan sus servicios.
María trabaja en una escuela de los Valles del Tuy, y de su precario sueldo le descuentan 6% por atención Ipasme. Al igual que miles de sus colegas, se queja porque el servicio deja mucho que desear. «Prácticamente no uso los servicios médicos porque nunca tienen nada o las citas están muy lejos. Mi mamá está en la Misión Milagro y le mandaron un poco de exámenes; pero no había reactivos en la unidad. Me tocó hacérselos por privado”, afirma.
La afiliada señala que “si bien todo el mundo tiene derecho a la salud, los maestros pertenecientes al Ipasme deberíamos tener algún tipo de prioridad, debería existir algún equilibrio”. De hecho, en el centro de salud donde suele ir María atienden a más personas por cortesía (personas no pertenecientes al sector educativo) que a afiliados.
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Otra de las preocupaciones es la distancia de fechas que hay entre una cita y otra. “Mi mamá tenía una cita en enero y la próxima era en mayo. Yo le dije que le iba a pagar la consulta por un privado porque no valía la pena que la atendieran tan lejos”, acota la educadora, quien agrega que la falta de especialistas ocasiona que las consultas sean muy alejadas: “uno solo para cada área no alcanza para la cantidad de personas que atienden”.
Los pacientes también se quejan porque dicen que muchos empleados maltratan verbalmente a los pacientes, “si no les gusta trabajar con público deberían ir a otro lado”, detalla la mujer.
Otra cara de la moneda
En el Centro Nacional de Especialidades Diagnosticas Julio de Armas, ubicado en Parque Carabobo, Caracas, los funcionarios reclaman que “se vive de apariencias” debido a que se les exige que cumplan sus horas completas de trabajo “a cambio de una miseria” de sueldo. “La directora se molesta si uno no está aquí puntual y no se va a la hora que corresponde, pero ¿a cambio de qué?”, se pregunta una de las trabajadoras, quien al igual que sus compañeros se queja por los bajos sueldos. «Bs. 65.000 no incentivan a nadie, ni seguro tenemos”, dice, el alusión al seguro privado que, además del servicio del Ipasme, disfrutaban por contrato colectivo y que se perdió en el tiempo.
Las denuncias contra la jefatura no son pocas. “Hasta guardan las listas de asistencia dentro de la dirección para ver quien llega, quién no y así. Deberían más bien poner a valer el centro, como antes”, critica una trabajadora que a su vez recuerda cuando al Julio de Armas sí le hacía justicia ser llamado un centro de especialidades médicas. “Aquí había de todo”
En otro centro de salud del Ipasme ubicado en Caracas, una empleada que tampoco quiso revelar su nombre y ubicación por temor a represalias, cuenta que el laboratorio no es ni la sombra de lo que era. “Antes aquí había, bacteriología, PSA tiroideo, perfil preoperatorio y hasta pruebas hormonales”. Ahora apenas y hay hematología completa y algunos elementos de la química sanguínea.
“En vez de andarse quejando de que uno cumpla o no horario deberían traer material para trabajar, lo que quieren es que uno esté aquí para que lo vean y ya”, cuenta la trabajadora, resguardando su identidad. Según quienes allí laboran, en el pasado se atendían hasta 200 pacientes en la mañana; ahora apenas y se atienden 30, o menos.
“Nos hemos convertido en el laboratorio del no hay; a veces hasta nos preguntan que si nos pagan por responder eso”, indica una recepcionista del área de bioanálisis.
Falta de todo
La falta de especialistas, insumos de laboratorio, buenos equipos e insalubridad se volvió el pan de cada día en todas las 68 dependencias del Ipasme a escala nacional. Las quejas principales van desde los aires acondicionados dañados, o sin mantenimiento, falta de papelería, computadoras dañadas, equipos médicos y falta de personal administrativo o asistencial. Y las quejas no llegan a ninguna parte.
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Los empleados del laboratorio de una de las sedes de la ciudad capital se han enfermado por la suciedad de los aires acondicionados y las mujeres de distintas infecciones urinarias por el poco aseo de los baños. “Nosotras no nos sentamos, pero igual eso está lleno de bacterias, aquí todas nos hemos enfermado, unas más que otras, pero todas”, expone una de ellas. “Lo peor es que si por lo menos nos dieran los medicamentos cuando nos enfermamos, pero ni nos quieren atender”, añadió.
Una de las encargadas del mantenimiento de esa área dice que “no es culpa de los que limpian, muchas veces no nos dan nada. Ahorita tengo una botella de esas pequeñas de agua llena de desinfectante, y con eso hay que limpiar todo, hay que estirarlo”
A pesar de contar con espacio, algunos consultorios se mantienen vacíos, otros han sido habilitados pero no tienen aire acondicionado, por lo que los médicos atienden pocos pacientes. “Yo pido cinco por día, porque estar aquí dentro es insoportable y más cuando pega el sol”, señala una de las doctoras del centro Julio de Armas. Las salas de espera sin aire acondicionado y los consultorios sin entrada alguna de aire convierten a los centros en un caldo de cultivo para distintas enfermedades.
La respuesta
Cuando las distintas quejas llegan a la sede principal del Ipasme, situada en la avenida Lecuna en Caracas, quedan ahí, archivadas, sin ningún tipo de solución, denuncian los empleados. La alternativa que se ofrece es pedir a los distintos directores de cada unidad que intercambien favores con otros hospitales y que estos les den algunos insumos o que simplemente “resuelvan por ellos mismos”.
Las unidades a las que más se les presta atención son las de Caracas. A nosotros nos dicen que no hay presupuesto, entonces no podemos hacer nada”, señala la directora de una unidad del interior del país que pide anonimato
Cuestiona que esa sea la respuesta para quienes trabajan en la provincia, y detalla que “cuando quieren que uno vaya a las reuniones o convocatorias que hay en Caracas también dicen que uno debe buscar cómo resolver para llegar, no nos habilitan un transporte ni nada”. Es decir, deben costear sus gastos.
Alegría de tísico
Desde el 2018, el Ipasme anunció la entrega a sus afiliados y familiares medicinas en caso de tener enfermedades o patologías crónicas como diabetes, hipertensión o asma. Estos fármacos serían entregados periódicamente bajo una evaluación médica. El paciente debía registrarse a través de la web del Ministerio de Educación.
Cuando se anunció el programa, funcionó por un corto tiempo. Luego las quejas comenzaron a llegar. Una maestra jubilada ha acudido tres veces en el último mes a la sede Simón Rodríguez de Caracas -mejor conocida como Corazón de Jesús, por la iglesia cercana-, a buscar sus medicinas y no han llegado, “me toca comprarlas por mi cuenta, pero son muy costosas”.
Una de los reclamos más comunes es que si un paciente tiene un récipe de su médico tratante, de todos modos debe avalar la entrega de las medicinas con algún especialista del Ipasme. ¿El problema? Que el médico en cuestión no existe o las citas están muy lejos.
Soy hipertensa, entonces me dicen que tengo que pedir cita con el internista para que me puedan dar las pastillas. Cuando busqué la cita me la daban para dentro de tres meses, ya de aquí a esa fecha me dará el infarto y no las voy a necesitar”, relata Ana, profesora afiliada
Los beneficiados con este servicio son asignados a un centro determinado para recibir la medicina, pero si en éste no disponen del fármaco requerido, es imposible dirigirse a otro que sí lo tenga. El suministro, claro, no está asegurado. «Yo tengo dos meses viniendo para acá y todavía no hay el medicamento que necesito. Tengo problemas en la cadera y tengo que venir hasta acá para que me digan que no hay, que pase dentro de 15 días», expone Eugenia, una maestra asignada al Ipasme Julio de Armas.
«Del Ipas se olvidaron, como no les pueden sacar dinero no les sirve», dice con resignación una afiliada que se pregunta «¿donde están los reales que dicen en cadena nacional que destinaron a todas las unidades?».