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El jazz, un ave fénix. Primer renacimiento, por Simón Balliache



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Opinión TalCual | agosto 13, 2022

Twiter: @tiemposdejazz


A lo largo de la historia del jazz, cada cierto tiempo cuando se produce su evolución natural, voces agoreras han predicho su muerte. Los primeros estilos: New Orleans, Dixieland y Chicago, tenían una alineación integrada por piano, trompeta, clarinete, trombón, banjo o guitarra, tuba o contrabajo y percusión que podía ser cualquier combinación de tambores y de otros instrumentos improvisados como las tablas para lavar ropa, peines y baterías sencillas; eran grupos de seis, siete u ocho personas.

Los músicos en su mayoría eran autodidactas, con un talento natural, sin estudios académicos, incluso se llegó a colocar anuncios solicitándolos, pero con la condición de que no supieran leer música. Se tenía el prejuicio de que los que leían, los que conocían la teoría y el solfeo no podían tocar jazz porque estaban sometidos a una serie de normas que les quitaban la espontaneidad necesaria para la improvisación, el toque libre y la emotividad, elementos básicos en el jazz.

El sonido de estos estilos se caracterizaba por un desfase entre la trompeta y el clarinete o la trompeta y el trombón. Parecía un orden «desordenado».

En estos años (1890 a 1924) el jazz se encuentra ubicado en los estados colindantes al río Mississippi, es una música regional. Esta fue una corriente que se mantuvo por un tiempo aproximado de 20 a 30 años. Cuando comienza a grabarse y a conocerse en el resto de los Estados Unidos, todo el mundo se da cuenta de que existe una nueva música que es necesario prestarle atención.

En New York, alrededor de 1924, el químico-matemático Fletcher Henderson, un negro proveniente de clase media, se da cuenta de que con esas dos carreras no tiene futuro profesional debido a su color y decide apelar a su formación musical para plantearse un futuro.

Henderson comenzó a organizar bandas con secciones rítmicas (piano, batería y contrabajo), de trompetas, trombones y saxos (dos o tres de cada uno de ellos); el saxo era una innovación porque estuvo excluido en la historia de los 25 años anteriores ya que era considerado un instrumento ridículo apto únicamente para los payasos de los circos.

*Lea también: Resembrar, releer, renacer, por Rafael Antonio Sanabria Martínez

Esta nueva alineación y los tiempos a que estaban sometidas las grabaciones (2, 5 a 3 minutos) requería de arreglos tipo camisas de fuerza en donde había espacio para un solista con tiempo restringido. Lo relajado y la improvisación de los estilos imperantes hasta ese momento en gran medida se perdió. Esto le creó muchas dificultades a una gran cantidad de músicos que no sabían leer partituras y que buscaban integrarse a esta nueva corriente como era el caso del trompetista Louis Armstrong, de quien se tiene la siguiente anécdota.

Se cuenta que durante unos ensayos la partitura tenía escrito pp, cuando le llegó el turno a Armstrong este sonó la trompeta lo más que pudo. Henderson detuvo el ensayo y le preguntó a Armstrong qué pasaba y él le respondió que pp lo entendía como pound plenty (darle duro, fuerte). Le explicaron que eso significaba pianísimo y de ahí en adelante Armstrong comenzó a estudiar música en serio con su esposa Lil Harding que tenía estudios formales y había pertenecido a la primera historia del jazz del estilo New Orleans.

Este tipo de arreglos, donde los criterios musicales europeos académicos y los conocimientos formales de la teoría musical eran fundamentales, prevalecieron, hicieron que los puristas y tradicionalistas argumentaran que se había perdido la espontaneidad y que el jazz había muerto. Pero, como el ave fénix, renació de sus cenizas.

Simón Balliache es investigador y melómano venezolano, autor de los libros Los íconos del jazz y Voces en el jazz.

TalCual no se hace responsable por las opiniones emitidas por el autor de este artículo

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