El juego no se acaba hasta que se acaba, por Teodoro Petkoff
Autor: Teodoro Petkoff
No andamos descaminados en TalCual cuando reiteradamente hemos apuntado que la objeción de la mayoría del CNE sobre las “planas” violenta la propia normativa establecida por el organismo para la verificación de las firmas y que no existe justificación alguna para obligar a los firmantes a ratificar su firma. Ayer, la OEA y el Centro Carter, en un comunicado conjunto, aunque declararon respetar la decisión del CNE, objetaron, sin embargo, el procedimiento mediante el cual fueron colocadas en observación 876.017 firmas pertenecientes a las llamadas “planas”. Lo lógico, en todo caso, habría sido publicar las firmas objetadas, de modo que quienquiera que considere que su nombre fue utilizado sin su consentimiento sea quien demande su exclusión de la solicitud de RR. Pero, en todo caso, aunque discrepando de los criterios utilizados por la mayoría del CNE, los dos organismos de observación internacional los han asumido como un dato de la realidad y han ratificado su decisión de mantenerse en el país, colaborando ya no sólo como observadores sino incluso como facilitadores de los contactos entre las partes, con vistas a un eventual afinamiento de los criterios de reparo. Según pudimos entender de las palabras de Jorge Rodríguez y de los voceros de la CD, no están cerradas las posibilidades de nuevas conversaciones.
Parece evidente que los intercambios sostenidos entre representantes de la CD y el CNE, influyeron en el boletín de ayer. Sin embargo, sus resultados son contradictorios. Por una parte se elevó el número de centros de reparo de 600 a 2.700, ubicándose estos, además, en los mismos sitios donde estuvieron los centros de recolección de firmas. Pero, por el otro lado, se redujo de cinco a dos días el lapso para efectuar los reparos. Lo que el CNE dio con una mano lo quitó con la otra: en tan cortísimo tiempo es físicamente imposible que 1.109.580 ciudadanos con derecho a efectuar reparos puedan hacerlo. Sobre todo porque el procedimiento descrito por Rodríguez para efectuar el reparo consume fácilmente varios minutos por persona. De manera que esta decisión tendría que ser revisada, en el sentido de aumentar el lapso de reparos por lo menos al que inicialmente se anunció, de cinco días. Un CNE que no ha cumplido con ninguno de los lapsos legales en materia de verificación, no podría ponerse ahora con exquisiteces legalistas en relación con los días para los reparos ni extremar las complicaciones burocráticas para hacer la ratificación de las firmas. Tiene que ser un procedimiento sencillo.
Ahora bien, si esto se produjera, la oposición tendría que pensar con mucha mesura en la actitud a asumir. Ciertamente, la resolución del CNE, que –y es un dato significativo –no es ajena a los contactos establecidos con la CD, es discutible desde el punto de vista de los principios y también desde el ángulo de la factibilidad práctica de su implementación, sobre todo, en particular, por eso de los dos días. Pero si esto último se corrigiera, y aun colocado el juego bajo protesta, hay que examinar las opciones. No son sino tres.
Una, mantener una protesta callejera que sea capaz de obligar al CNE a aceptar como válidas las firmas de las planillas “planas”. ¿Tiene eso futuro? Otra, declarar que no se aceptan los reparos, con lo cual no habría RR y se cierra el juego. OEA y Centro Carter se retirarían porque ya no habría más nada que observar.
Una tercera, si el lapso de reparos se alarga razonablemente, convocar a la gente a ratificar su firma. Esta opción debe examinarse sin dejar que las emociones nublen el entendimiento. Con 1.832.493 firmas ya validadas, faltarían 600 mil para alcanzar los 2,4 millones necesarios. En 1.109.580 ciudadanos con derecho a reparar existe una amplia posibilidad de alcanzar lo que se necesita, o más, para llegar a 2,4 millones.
TalCual ha demostrado con los propios documentos del CNE el atropello que ha significado la descalificación de las “planas”. Pero ahora estamos ante el momento de la toma de decisiones para enfrentar un problema práctico que obliga a tener muy en cuenta en qué terreno están las ventajas democráticas, así como la correlación de fuerzas. Quisiéramos recordar que después del “Carmonazo” hasta quienes en Miraflores aplaudían jubilosamente aquel disparate, ahora reconocen que fue un error. Resulta también que con el paro de diciembre-enero ahora tampoco nadie estaba de acuerdo. Porque las derrotas, como tantas veces se ha dicho, son huérfanas.
No quisiéramos que después se nos venga con el cuento de que no se sabe cómo fue que se optó por una estrategia sin mañana y no se vio lo que parecía de anteojitos.
Quien juega ajedrez pensando sólo en la jugada inmediata, sin prever las que vienen después, sobre todo a la luz de lo que haga el adversario, suele perder la partida. Este juego no está cerrado. A pesar de la brutal presión oficialista, de sus abusos de poder, de la represión, 1.832.493 firmas están vivas.
Todavía es posible salvar el millón restante.