El lápiz 2 y El eco de un bosque, por Valentina Rodríguez

X: @valenntinus
-Disculpe, ¿usted trabaja en la galería?
-Yo soy el artista.
Hace unas semanas buscando exhibiciones para visitar me encontré con una imagen que me atrapó, era como una especie de reticulárea de lápices amarillos. Aprendí a escribir con un Mongol 2 –como la mayoría de los venezolanos que cursaron preescolar y primaria a finales de los 80–, y los sigo usando para hacer bocetos, ilustraciones y planificaciones. Es lo primero que busco cuando necesito plasmar, trazar ideas sobre papel. Nunca los había visto como creación, solo como herramientas para la creación.
Al ver la cuenta en Instagram que publicaba la foto y el texto que la acompañaba, descubrí que no conocía al artista ni la galería que alberga la pieza: dos razones más para ir a ver la obra. Una semana más tarde estaba en El eco de un bosque, individual de Audino Díaz (México, 1973), que presenta El Raise Caracas.
La muestra está conformada por dibujos, pinturas, tallas y esculturas; las cuatro obras elaboradas con lápices –marca Levo, no Mongol–, ubicadas en el lado izquierdo de la sala, se robaron toda mi atención, en ellas –de primer momento– vi imágenes que me recordaban obras de arte en el espacio público de Caracas, a la Galería de Arte Nacional y al Museo de Bellas Artes: la Reticulárea de Gego y los Vasarely, los Víctor Valera y la Progresión Amarilla y la Extensión amarilla y cubos virtuales blancos de Soto. Luego entré en la atmósfera y tema de la exposición: el origen de la materia y sus usos (y espacios) en la naturaleza. De pronto los lápices comenzaron a recordarme los nidos de las aves tejedoras y los paisajes de Uverito.
El eco de un bosque profundiza en la relación entre materia, memoria y transformación. Los «artefactos naturales» de Díaz son «paradojas» de la transformación. «A través de la talla, el dibujo y la intervención de materiales industrializados, el artista construye la esencia primaria de los objetos, devolviéndoles su conexión con el bosque del que proviene», explica el texto de sala.
La exposición es una belleza, poética y sutil, pero quedó rondando en mi cabeza la imagen del nido de lápices, hasta esa pieza no me había puesto a pensar qué hay detrás de estos cilindros de madera y grafito. Con las obras de El eco de un bosque comprendí que los lápices son herramientas de (y para la) transformación, uno de los tantos instrumentos que permiten entrar en la civilización, en el lenguaje, dando paso a la posibilidad de mostrar la esencia, lo que tiene dentro, quien los usa.
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Valentina Rodríguez es licenciada en comunicación social y magíster en arte contemporáneo.
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