El maestro héroe invisible del sistema educativo, por Rafael A. Sanabria M.

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El pasado 14 de marzo se recordó un aniversario más del natalicio maestro Luis Beltrán Prieto Figueroa, un destacado educador que estuvo al servicio de las causas justas del magisterio venezolano, fue un luchador incansable en pro de la estabilidad de los maestros venezolanos desde la fundación de la Federación Venezolana de maestros desde donde alzó su voz por las luchas reivindicativas del gremio. Pareciera que el legado y las conquistas alcanzadas por él y los de ayer han quedado sepultadas para los actores del presente.
El maestro el gran utiliti del sistema educativo cada día se hace más olvidado e invisible. En un día el maestro es bombero , prestamista, enfermero, recadero, médico, Psicólogo , sociólogo, abogado, trabajador social, policía, papá, mamá, abuelo, tío, consejero, entre otras funciones. Y a pesar de esas múltiples ocupaciones cumple la más crucial de las tareas ser el refugio de muchos niños y niñas que encuentran en el aula de clases y su maestro el lugar más seguro que le propicia paz. Pero nada de esto es valorizado, apreciado, ni reconocido por quienes tienen la responsabilidad de brindarle al gremio un nivel de vida de calidad que le genere tranquilidad.
Aún no se ha entendido que el maestro a pesar de ser considerado invisible sigue sosteniendo con sus hombros las bases sólidas de la república. Es conmovedor observar las múltiples afrentas a las que son sometidos los maestros de escuela, desde la categoría de flojo, reposero hasta pedigüeño. Y con todas estas denominaciones sigue de pie, así sea dos o tres días insistiendo en forjar voluntades para la patria. Y es que ese hombre o mujer muchas veces criticado es el maestro auténtico que no solo instruye, sino que siembra ambiciones éticas y transforma adversidades en oportunidades de aprendizaje. Es quien, con pasión, ayuda a construir no solo futuros profesionales, sino también ciudadanos comprometidos y éticos.
El maestro del siglo XXI enfrenta retos complejos, como la integración tecnológica y la educación hibrida. Sin embargo, estas demandas representan una oportunidad para reimaginar la educación. Es crucial revalorizar su labor, garantizar su formación continua y proporcionarles los recursos necesarios. Solo así podrán seguir desempeñando su papel como pilares del progreso social.
Porque un maestro no solo transmite información, sino que inspira y transforma. Enseña con el ejemplo, construye con el corazón y, día a día, deja una huella indeleble en sus estudiantes.
En sus manos está la creación de un mundo mejor, y como sociedad, debemos apoyarlos en esta misión indispensable.
Esto implica no solo reconocer su labor, sino también trabajar activamente para garantizar que cuenten con las herramientas, el respeto, la formación continua, el apoyo emocional y las condiciones necesarias para cumplir su propósito de transformar vidas a través de la educación y construir una sociedad más equitativa y desarrollada.
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Sería bueno preguntarse: ¿Que haría un país sin maestros? De que vale la pena decir frases bonitas de los maestros en su día sin son tratados como actores invisibles, cubiertos de polvo y enterrados en el anonimato de nuestros días.
Rafael Antonio Sanabria Martínez es profesor. Cronista de El Consejo (Aragua).
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