El mausoleo, por Simón Boccanegra
El mausoleo para Bolívar que por un capricho de Chacumbele se construye detrás del Panteón Nacional, avanza al ritmo habitual del gobierno. Prometido para el 17 de diciembre pasado, no pudo ser inaugurado porque todavía no estaba terminado. Entonces, se le prometió para el 13 de abril. Pasó esa fecha y Bolívar continúa en su viejo mausoleo, en compañía de los demás próceres.
Por cierto, este mausoleo marca la terminación definitiva de la Guerra de Independencia. Reconciliación, pues. Ya no quedan cuentas por cobrar ni por pagar. El responsable de la obra es el gallego Farruco Sesto, y su segundo el catalán Lucas Pou, y son dos empresas españolas las encargadas de los trabajos de construcción.
Es más, en España ejerce el gobierno Mariano Rajoy, que bien puede pasar por la reencarnación de Fernando VII, mientras que del lado venezolano está al mando un individuo que se dice reencarnación de Simón Bolívar.
El mausoleo tiene pues una significación aún mayor que el abrazo de Santa Ana entre Bolívar y Morillo en 1818, cuando entre ambos convinieron en el fin de la guerra a muerte y «civilizaron» la matanza. Dos siglos después se produce el magno acontecimiento.
Tenía que ser la «revolución bonita» la que cumpliera con esta exigencia de la historia. Esta es la única razón que explica la construcción del monumento, porque de resto, ¿qué puede justificar gastar esa boloña de real en construir un mausoleo de esa envergadura sólo para Bolívar cuando el Panteón Nacional cumplía perfectamente bien las funciones que se esperan de esos templos funerarios y Don Simón no había expresado queja alguna por el sitio donde descansaban sus huesos? Safriscos que son estos «revolucionarios».
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