El mercado negro, estúpido; por Teodoro Petkoff

Como no podía ser de otra manera, el control de cambios ha generado un mercado negro de la divisa estadounidense. Mientras la tasa oficial es de 1.600 bolívares por dólar, en el mercado subterráneo se están pagando más de 2.500 por cada verdín. La amplitud del margen entre ambos se explica no sólo por el control mismo, que siempre da a luz ese hijo legítimo, sino también por este extraño control sin cambio. En la medida en que Cadivi no suministra dólares, los que se consiguen por los caminos negros se pagan a precio de oro. Este, cualquiera sea la magnitud del mercado negro, es el que define el resto de los precios en la economía.
Puesto que el control de estos es bufo, la inflación de este año nos va a castigar terriblemente.
Ahora se anuncia que el Ministerio de Finanzas se hará cargo de Cadivi. El gobierno ha tenido que rendirse ante las evidencias: “el gran trabajo de Cadivi”, que Chávez continuamente elogia, ha resultado una torta colosal, que asfixia a la economía y anuncia un segundo trimestre tan malo como el primero. Las necesidades de la economía no han sido atendidas ni siquiera en un 40% . Sin embargo, la que podría ser una buena noticia, desde el punto de vista de que cabría esperar una sustancial mejora en la operatividad del mecanismo de control y suministro de divisas, llena de aprensión cuando se tiene presente que el Ministerio de Finanzas es hoy el principal centro de corrupción del país. Con el manejo de la deuda pública se están haciendo los negocios del siglo y si ahora al Ministerio que dirige Tobías Nóbrega le ponen en las manos el control de cambios, Recadi quedará como una piñatica. Es dificil discernir si no es preferible la enfermedad al remedio.
En todo caso, la implementación del control de cambios ha puesto de bulto, una vez más, la suprema incompetencia de un gobierno que pretende dictar pautas a sus homólogos del continente. La intención de utilizar el control como arma política, para “castigar” a los sectores económicos desafectos, revela la muy escasa comprensión que existe en los altos niveles del gobierno sobre la fisiología económica.
Creyendo castigar a los “poderosos” no se dieron cuenta que mientras estos poseen el músculo financiero suficiente para hacer frente a la sequía de dólares, la inmensa red de empresas pequeñas y medianas, de una u otra manera interdependientes con las grandes, es la que resulta dañada y, al final, es la población la que paga los platos rotos. Materializar el propósito punitivo habría requerido una sofisticación financiera que está mucho más allá de las capacidades del equipo que está al frente de Cadivi.
La asunción de este por parte de Finanzas podría traer, en este caso, un inevitable reajuste en la tasa de cambio, es decir, otra devaluación oficial. Más gasolina para la candela de la inflación. Ese es el problema con los controles: montarse en ellos es fácil, bajarse es tan riesgoso como descabalgar un tigre.