El mes más largo, por Teodoro Petkoff
Cuando termine el siglo XXI, los acostumbrados recuentos memoriosos que harán los medios sobre lo que ocurrió a lo largo de él, seguramente destacarán su horrible comienzo, en su año I, volviendo sobre las sobrecogedoras imágenes de las Torres Gemelas. Al cumplirse un mes de ese atentado monstruoso, la colosal máquina militar norteamericana ya está en acción, tras la pista de Bin Laden, buscando una aguja en un pajar.
Tras los primeros discursos de Bush, que anunciaban una cruzada fundamentalista, en los círculos gobernantes norteamericanos se impuso una óptica que desplazó el centro de gravedad de la respuesta de lo puramente militar a lo político. Estados Unidos armó exitosamente una coalición de amplísima base, que incorpora no sólo a Europa sino a Rusia y China y al propio mundo islámico. Las Naciones Unidas, aunque tardíamente, fueron finalmente tomadas en cuenta. De modo que cuando los bombarderos comenzaron a soltar su carga mortal, el hiperterrorista Bin Laden aparece totalmente aislado y Estados Unidos está a la cabeza de una alianza políticamente blindada. Irónicamente, el unilateralismo que había puesto de manifiesto el Presidente estadounidense (no suscripción del tribunal penal internacional ni del protocolo de Kioto, decisión de desconocer el tratado antibalístico, volver a la guerra de las galaxias contra la opinión del mundo entero) ha sido sustituido por un nuevo multilateralismo. La gran potencia redescubre que necesita del resto del mundo y que existen otros polos mundiales de poder y que las cosas son dando y dando. ¿Se puede esperar que una vez finalizada la fase estrictamente militar de la operación, Estados Unidos y Occidente se dediquen a secar el océano político-social donde nada el pez del terrorismo global? ¿Se puede esperar que finalmente serán abordados, como lo sugieren los primeros indicios, los problemas del Medio Oriente con el ánimo de buscar soluciones justas al largo conflicto árabe-israelí, de donde se alimenta el irredentismo musulmán? Si es así, hay futuro. De lo contrario, el siglo que apenas comienza quizás nos depare algunos otros horrores.
Pero también hay algunos signos ominosos en el ambiente. El anuncio de una nueva versión de la Guerra Fría, en nombre de la cual la política norteamericana pudiera volver a las prácticas de otros tiempos, promoviendo o respaldando alianzas con «gente cuya sola existencia nos repugna, gente depravada y sin ningún principio ético», como dijera el vicepresidente Cheney, haciendo el retrato hablado de cualquier Pinochet de los tantos que amamantaron en tiempos no tan lejanos. La amenaza de extender la guerra a otros países, a la cual le salió al paso no sólo la comunidad de países islámicos sino el propio Tony Blair, advirtiendo que no haría nada que no fuera convalidado por el Consejo de Seguridad.
¿Qué viene ahora, sobre el terreno afgano? Algún cable escondido daba cuenta de que los aviones están regresando con la mitad de sus bombas: ya destruyeron lo poco que había por demoler en aquellas desoladas tierras. ¿Viene la guerra de a pie? Los rusos, que saben de eso, aconsejan recordar su propia experiencia